Tomás Zambrano Alias D´Abate
Libre, May 4, 2020
Quien conozca en profundidad
o medianamente la obra de Julio Cortázar, habrá leído o escuchado hablar sobre
Rayuela, en efecto, esta obra que puede ser leída tanto de manera común y
corriente (es decir al capítulo uno le sigue el dos y el cuarto está precedido
por el tercero) o bien alternando el orden de su lectura empezando por el
capítulo 73. Si optamos por la primera opción, nos encontraremos con un grupo
de amigos bohemios que viven mantenidos en París, en donde, y por lejos, sus
protagonistas son Horacio Oliveira y La Maga. Ambos mantienen una especie de
relación enfermiza en donde el primero busca en el amor de la segunda su
salvación mientras la desdeña y menosprecia, a su vez la segunda está
perdidamente enamorada del primero.
Bien podría decirse que
Oliveira nos representa como sociedad (casualmente en la historia es argentino)
y La Maga puede representar a la Patria. Como colectividad nos hemos cansado de
renegar de nuestra independencia, sintiéndonos orgullosos de haber sido “la
sucursal de Europa” e incluso cierto sector de la población sostiene que las
Islas Malvinas no son nuestras. Al mismo tiempo, como compatriotas tenemos un
gran desprecio por la ley (básicamente no la cumplimos nunca) y una ignorancia
cívica que es preocupante, en su parte gracias a que, en el secundario en lugar
de enseñar los contenidos de la Constitución Nacional, se enseña (y con suerte)
a recitar su preámbulo sin desgranar sus postulados. Para hacernos una idea, el
1° de mayo en Argentina es feriado a causa del día del trabajador y no por la
sanción de la Constitución Nacional de 1853.
Volviendo a nuestra analogía, la
Patria nos ama, nos protege y al igual que el padre que espera el regreso del
hijo pródigo, está a la expectativa de nuestros designios como sociedad, es decir,
lo mismo que hace La Maga en Rayuela. Por su parte, las similitudes entre
Oliveira y los argentinos, no dejan de sorprender, ambos son un poco
existencialistas, conducen por vías rápidas y directas hacia el nihilismo y lo
peor de todo es que a pesar de que esa doctrina tiene un desprecio supino por
la verdad, nosotros nos empecinamos en creer que sus postulados son ciertos,
peor aún, nos creemos tan “superhombres” que nos hemos inventado una moral y
ética nuevas, permitiendo el paso de ideas perniciosas para con la vida y
dignidad humana y que por supuesto, revisten el carácter de enemigas de los
valores más fundamentales que tiene nuestra Nación.
Si en Rayuela, como en
nuestra sociedad, apareciera Wiston Churchill (o si los argentinos fuésemos una
especie de “wistones churchilles”) esta situación sería completamente a la
inversa. Este inglés, quien fue historiador, Primer Lord del Almirantazgo,
Ministro de Hacienda, ex combatiente y hasta Primer Ministro en dos
oportunidades (por no seguir enumerando sus múltiples cargos) a su vez fue un
patriota, quien, para bien o para mal se hizo cargo de la conducción de Gran
Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. El que fue ministro de defensa, de
haber estado en Rayuela, hubiese sido un fiel amante de La Maga, mientras la
protegía y se desvivía por ella ¿cómo lo sabemos? Porque hizo lo mismo por
Inglaterra, sin dejarse llevar por la opinión pública o las corrientes
políticas que esta cambiaba, de hecho, Wiston podría haber puesto las mismas
excusas que nosotros utilizamos para no hacer nada por la patria, él también se
tuvo que enfrentar con gobiernos tibios y pusilánimes (Caso de Chamberlain) o
gobiernos izquierdistas e incompetentes (caso de McDonald), sin embargo,
nuestro político muchas veces caído en desgracia, siempre se supo mantener y
luchar por su ideal más grande: La grandeza de su amada Patria.
Podría decirse que nuestro
“héroe” muchas veces mudó de partido político.
La realidad es que se pasó del partido conservador al liberal, luego
decidió volver a sus orígenes partidarios y por momentos se peleó hasta con su
propio partido quedando aislado en el Parlamento. Pero a diferencia de nuestros
Sergio Massa o Alberto Fernández, no traicionó a sus convicciones. Siempre que
cambió de espacio político, fue porque el mismo atentó contra sus ideales. En
momentos de crisis, donde muchos prefieren alejarse y desde lejos criticar el
accionar del gobierno (independientemente del color político que este tenga)
Churchill se ponía como loco por participar y tener un rol protagónico en la
solución del conflicto, quizás esa fascinación por el peligro se deba a las
batallas en las que fue soldado durante La Gran Guerra y unos años antes en la
India.
Lo cierto es que, en la
Argentina carecemos de sociedades que estén influidas por la grandeza de este
coloso, y como las sociedades tienen gobiernos que se les parecen…
Podría objetarse que es un
tanto hipócrita llenarse la boca hablando de patriotismo y nacionalidad,
citando el ejemplo de un inglés. Lo cierto es que elegí a Churchill porque en
un siglo donde nació el modernismo y la canallada se terminó de imponer sobre
el honor y la justicia, en un siglo donde el existencialismo y el nihilismo han
hecho estragos en las civilizaciones, es francamente raro encontrar a un personaje
de este tipo, que supo dar batallas en todos los terrenos y siempre con un
temple envidiable. Por otro lado, es reduccionista la idea de “o todo lo
nacional o sos un imperialista” propia tesis de un izquierdista de la más baja
capacidad intelectual y de una ignorancia extrema, como decir que la izquierda
es eminentemente internacionalista y, por lo tanto, no todo lo que viene de
afuera es “imperialista”, siendo su propia ideología una refutación de su
premisa.
No obstante, hemos de decir
que sí hay un hombre que podría asemejársele a Wiston en la Argentina, difieren
en la fama y en los cargos políticos ocupados, ya que todo hay que decirlo, era
más fácil ser un convencido de las ideas propias en la Inglaterra del siglo
pasado, que en la Argentina relativista, nihilista y materialista de nuestros
días. Ese hombre es Gómez Centurión.
Señalando los puntos en
común; ambos son excombatientes (Churchill de India y Centurión de Malvinas),
ambos son políticos, los dos son convencidos de sus ideas, ambos aman a su
respectiva Nación y tienen un gran rechazo por las tesis de izquierda que saben
que pueden poner en jaque la civilización occidental. Pero si Churchill se tuvo
que enfrentar a la ceguera de Roosevelt y posteriormente de Truman sobre el
peligro rojo, Gómez Centurión se tiene que enfrentar a la ceguera de una
sociedad completamente obnubilada por los “logros” del socialismo y los
presuntos fracasos de una doctrina inexistente pero que se denomina como
“neoliberalismo”.
Prueba empírica de lo que acabamos de decir, es que mientras
el Primer Ministro advertía sobre “el peligro soviético en Europa Central
después de la guerra”, el segundo no para de denunciar la profanación de la
historia argentina respecto de la última dictadura militar, mientras el primero
tuvo que soportar ser tildado de loco por propios y ajenos, el segundo tuvo que
soportar (entre otras cosas) que un parricida “hijo de desaparecidos” asesinara
a sus padres adoptivos mientras era premiado con la conducción del proyecto
“Sueños compartidos” , el mismo fue diseñado por la cúpula de la banda
delincuencial de “Madres de Plaza de Mayo” quienes lucraron asquerosamente con
los derechos humanos en Argentina. Pero en esta tierra que supo ser grande como
pocas, hoy está administrada por gente de esta baja calaña.
Siguiendo con las
comparaciones, ambos son tomados por “militaristas” cuando en realidad, pedir
por la seguridad nacional es sentido común y propio de un hijo que vela por la
seguridad de su madre. En tal orden de ideas, considero que las obras Juana
Tabor y 666 de Hugo Wast son proféticas, en las mismas se nos muestra un mundo
post apocalíptico y relativista en el cual la Argentina, completamente carente
de soldados, es invadida por uno de sus países limítrofes viéndose imposibilitada
de hacer algo. Curiosamente este mismo escenario se dio en la Europa posterior
a la Primera Guerra mundial, mismo mundo post apocalíptico, mismos políticos
incompetentes que buscaron la desprotección del país mediante el desarme,
solamente que en vez de Argentina era Inglaterra y estaba Churchill para
remediarlo. En tal sentido Gómez Centurión es el candidato para sacarnos de
este embrollo.
Pero si antes dijimos que
era más fácil ser devoto de las convicciones propias en la Inglaterra de
Churchill que en la Argentina de Gómez Centurión, debemos agregar que tal
situación conlleva a que el ex combatiente de Malvinas, más que una guerra
contra Hitler, tiene que librar una batalla cultural contra el progresismo. Y
es que, si se toman las riendas de la cultura, se influye en la toma de
decisiones de la ciudadanía, en consecuencia (sistema democrático de por medio)
se accede al poder político y al poder político, por su lado el hecho de que
Nicolás Del Caño (político trotskista) sea considerado como de “izquierda” y
que Mauricio Macri sea considerado como de “ultraderecha”, cuando fue un gris
social demócrata, muestra que la batalla se está inclinando para el lado
izquierdo.
Ojalá fuese tan simple como
ponerlo en términos “izquierda derecha” de la Revolución Francesa o de La
Guerra Fría. En esta situación de crisis (situaciones que a Churchill lo
fortalecían y esperemos que a Gómez Centurión también) se debe pelear contra
amenazas más complejas, como la ideología de género, el aborto, el populismo y
la demagogia que todos ellos importan. Pero si Wiston tuvo un Estado Mayor que
lo ayudó en la conducción y posterior victoria de la guerra, Centurión no puede
ser menos, así mientras el primero tenía al general Brooke y acólitos como
Cooper, Morton o Rowan, por ejemplo, nuestro político argentino se codea con
Agustín Laje, Nicolás Márquez, Hotton, por nombrar a algunos de quienes pueden
ser sus generales en esta batalla cultural.
Si el lado Aliado contaba
con grandes ejércitos y más potentes que los del Eje, es porque en ese momento
los ejércitos estaban compuestos principalmente por seres humanos, no quiero
afirmar esta obviedad histórica como una novedad, sino utilizarla para mostrar
que tanto las batallas militares de aquellos tiempos, como las batallas
culturales de ahora, se ganan con personas. Por ello estas palabras deben
servir para un llamamiento a quien las lea a librar la batalla cultural, no
cederle “metros culturales” a nuestro adversario, y entender que si Churchill
fue capaz de aceptar en su bando a Stalin (con quien tenía insalvables
distanciamientos ideológicos) por la lucha contra el enemigo mayor de ambos:
Hitler. ¿Por qué no conservadores, liberales y nacionalistas podrían hacer de
lado, por un momento, sus mínimas diferencias para hacer causa común contra un
enemigo más grande?
Claro que con que logremos
dejar de ser Oliveira, y nos empecemos a parecer a San Martín, Sarmiento o
Güemes, habremos hecho mucho, me hago una idea de lo lejos que estamos de esto,
ya que muchas veces me pregunto ¿qué harían los grandes patriotas de sus
tiempos, que dieron la vida a la causa de la libertad de sus pueblos, si vieran
como una generación de idiotas útiles regalan lo que ellos obtuvieron con tanto
sacrificio? La respuesta sería en primer lugar, una profunda decepción. No
obstante, la misma sería seguida de una firme determinación de pelear por lo
correcto y lo justo, en tal sentido, tenemos una obligación moral para con su
memoria.
En tales circunstancias
adversas a la civilización occidental, como en muchos momentos de la historia,
la juventud debe ser el motor vivo y el combustible infatigable de la
maquinaria que defienda los valores y la idiosincrasia propia de una nación.
Sabemos que Gómez Centurión no tiene la fama de Churchill, pero es “nuestro”
Wiston ¿nuestro? Sí, es de las personas que quieren defender lo justo, lo bueno
y la ética de las amenazas que hoy se ciernen sobre tales banderas, como si de
una espada de Damocles se tratara. Por ello e independientemente de que la
figura del estadista Churchill sea inalcanzable para casi cualquier mortal, no
debemos restarle importancia a lo que logró Centurión: Encauzar el movimiento
pro vida hacia un horizonte político impensado hace años ¿Qué perdió las
elecciones? Es difícil ganar habiendo fundado un partido a escasos meses de la
toma de decisiones en las urnas y teniendo todo un establishment mediático en
contra. De tal modo, independientemente de que el día de mañana no sea “nuestro
Wiston Churchill” quien ocupe la cabeza del Poder Ejecutivo, me aventuro a decir
que será alguien seguidor y apóstol de las ideas de justicia, libertad,
prudencia, equidad y amor nacional.
A su vez, debemos tener presente que serán las
generaciones futuras las que emitirán su veredicto final luego de analizar
nuestras acciones, con todo el peso y la responsabilidad que ello implica para
nosotros, por ello, anhelo que mi generación sea recordada como aquella derrotó
al enemigo, sepultó sus restos para siempre y restableció de manera inexorable
y perdurable a futuro el camino de éxito y gloria del país.