errores en la lengua políticamente correcta
Por Ignacio Joaquin Recondo
Libre, May 16, 2020
En tiempos actuales ciertos
grupos del progresismo se han visto con la necesidad de buscar y crear
problemas allí en donde no los hay. Últimamente, quienes proclaman por una
modificación artificial, abrupta e ideológica en nuestro idioma argumentan que
el lenguaje es un fiel reflejo de lo que sucede en la sociedad. La forma de
hablar denota un cierto comportamiento en la cultura de un pueblo hablante de
esa lengua. Por esto mismo, estas agrupaciones nos enseñan que todo este tiempo
estuvimos hablando mal y que debemos cambiar nuestra forma de hablar para ser
más inclusivos y tolerantes. Si bien existen terminaciones hábilmente diseñadas
con el fin de generar una concepción diferente de lo real, pero estas
afirmaciones anteriormente expuestas van guiadas a la gramática de una lengua y
de cómo esta repercute en los comportamientos humanos del pueblo hablante de
ese idioma. En este artículo se expone en qué sentido esta afirmación es
errónea.
En cuanto a esto, entendemos
que no es preciso formular un análisis a partir desde la victimización o una
creencia ideológica y sin ningún tipo investigación acerca del funcionamiento
de los idiomas. Así es como el canal de noticias “telefe” produce un contenido
audiovisual publicado en YouTube que nos muestra a Ofelia Fernández afirmando
todo lo anterior dicho[i], en este caso, la utilización del masculino plural en
el castellano es causa o consecuencia del machismo. Esta crítica es hacia la
gramática que tiene el idioma. Respecto a esto, podemos encontrar distintos
contraejemplos si nos centramos en el estudio riguroso de otras lenguas y sus
respectivas culturas referidos a la problemática de género con relación al
idioma hablado para comprender qué tan real es esto en el mundo.
En una publicación
científica en “Nullius in Verba” llamada “buscando en las lenguas y culturas
del mundo”[ii] evidencia que gramaticalmente en el idioma árabe se utiliza el
género femenino para englobar ambos géneros, en tanto “el género plural de los
sustantivos para no racionales es siempre femenino, sin importar su género en
singular” más aún, agrega “esta norma alcanza también a todos los pronombres
relativos y a los adjetivos”. Incluso, la expresión “musulmanes y musulmanas”,
desdoblando el discurso utilizando ambos géneros, se encuentra presente en un
capítulo del Sagrado Corán que consta del siglo VI d. C: “Dios ha preparado
perdón y magnífica recompensa para los musulmanes y las musulmanas, los
creyentes y las creyentes, los devotos y las devotas, los sinceros y las
sinceras, los pacientes y las pacientes, los humildes y las humildes, los que y
las que dan limosna, los que y las que ayunan, los castos y las castas, los que
y las que recuerdan mucho a Dios“. Ahora bien, conociendo esto, ¿podemos
afirmar que en el mundo musulmán, en países araboparlantes, son más
“inclusivos” que en occidente y resto del mundo por su forma de hablar? ¿o que
las mujeres allí gozan de un mayor grado de libertad y derechos que los
hombres? Evidentemente estas sociedades no se caracterizan precisamente por la
emancipación de la mujer y la igualdad de derechos con los hombres.
El idioma islandés, por su
parte, contiene una gramática muy peculiar.
“El masculino singular nominativo se declina igual que el femenino
plural, esto es con la terminación –ur”.
“Maður” (hombre), “konur” (mujeres). Esta terminación en masculino
engloba a ambos géneros, hasta en un plural femenino. Además, la palabra
“maður” es utilizada para significar “uno mismo”, incluso cuando se usa para
una mujer, esto quiere decir, que lo expresa en masculino, independientemente
del género al que se refiera. Sin embargo, Islandia se encuentra entre los
países con menos desigualdad de género, a pesar de su “opresión” en esa parte
de su gramática.
Otro ejemplo interesante es
en el idioma turco[iii]. Este carece de género gramatical, por lo que las
palabras no contienen marca de género, no se distingue en lo absoluto. Un
ejemplo es la palabra “arkadaş” (amigo) que se puede utilizar tanto para
hombres como mujeres, al igual que cualquier otro ejemplo para referirse a las
personas. Sin embargo, en los países que utilizan esta lengua no prevalece la
igualdad género. De hecho, Turquía es un país musulmán y su cultura no es de
las más inclusivas y favorables para la mujer, pero no muchos grupos feministas
se han animado a criticar sus costumbres, sino eso ya sería caer en la
“islamofobia” y el discurso políticamente correcto de la izquierda se les anula
por definición.
Mediante estos ejemplos y
aún más[iv], podemos constatar que la fiabilidad del argumento en la que se
sostienen los ideólogos del “lenguaje inclusivo”, se basa en un simple discurso
político sin un estudio de fondo y sosteniéndose de una base frágil. Pero
también, es preciso argumentar desde el plano etimológico para saber si el
“género no marcado” (el masculino genérico) en el castellano se adhiere a fines
sexistas.
Cuando los hablantes del
latín vulgar del occidente del Imperio Romano comenzaron a transformar la
estructura gramatical del idioma, mediante un proceso inconsciente y
espontáneo, se dio lugar a muchas lenguas romances, entre ellas, el castellano.
El latín contiene tres géneros: masculino, femenino y neutro. Mientras que el
español cuenta con dos: masculino y femenino. Hasta entonces, las terminaciones
de algunos neutros en latín evolucionaron, por mera transformación fonética, al
masculino en español. Por ejemplo: “-us” y “um” donde la vocal -U en sílaba
átona abre en –O, lo que en español es una terminación en masculino y por
estructura gramatical logra quedar como género no marcado, ya que este género
cede ante el abandono del neutro en lenguas romances, utilizándose el masculino
por defecto en caso de colisión de géneros para recurrir a la simplificación de
su gramática. Esto no se da de un día para el otro, más bien consta de un
proceso inconsciente y natural que conlleva años y años de evolución en el
habla. No se ha podido identificar con pruebas contundentes la implementación
del masculino genérico con fines sexistas desde la propia etimología de nuestra
lengua. Sin embargo, aquellos quienes corrompen la gramática para instalar sus
propios caprichos necesitan argumentar que el castellano es sexista desde sus
inicios y que sus leyes corresponden a una idea machista, llevando a este
colectivo a realizar aquello que se esforzaron en criticar, haciendo
exactamente lo mismo, modificando artificialmente el idioma en pos a su dudosa
filosofía.
¿Cuáles son las propuestas
de este sector minoritario de la izquierda en relación al cambio del lenguaje?
Comenzaremos cuestionando su
opción más disparada y que ha tenido mucha polémica estos últimos tiempos. La
intención de eliminar la marca de género a la hora de referirse a un grupo
mixto de hombres y mujeres ha llevado a la idea de reemplazar la –O (usada como
masculino no marcado) por la “–X”, “-@” o “–E”. Un ejemplo es: “todos” pasaría
a “todxs”, “tod@s”, o “todes”, donde en las dos primeras opciones no cabe
posibilidad alguna de pronunciación. Al referirse con el masculino genérico ya
se engloba ambos géneros, ya que este por defecto es el no marcado. Ahora bien,
nos planteamos la siguiente pregunta: ¿es posible esta modificación? La
realidad es que cualquier idioma acepta cambios y estos no se decretan ni en un
congreso ni en una academia. La transformación deviene del uso frecuente de la
comunidad lingüística: primero debe ser utilizado y aceptado por los hablantes,
luego se oficializa en la RAE o cualquier academia de sus respectivos idiomas.
De acuerdo a este cambio que proponen como “lenguaje inclusivo”, no es posible
su modificación ya que precisa de transformar buena parte de la gramática
añadiendo un género ajeno al español, por lo tanto, se abandonaría el idioma
para pasar a otro. En cuanto a los cambios en cualquier idioma, estos se dan
desde un plano fonético, léxico y ortográfico, pero nunca a este nivel
gramatical. Si esta es eliminada, también lo será el propio idioma[v]. Además,
la mayoría de los hispanohablantes no acepta su uso, solo es una protesta de
una militancia ideológica que ni siquiera sabe cómo usar su propio invento ni
en qué momento declinar las palabras.
Una opción más “aceptable”
corresponde al desdoblamiento superfluo en cuanto al género plural. Por ejemplo,
la expresión “todos y todas”. Si bien es aceptada por la Real Academia Española
(porque son palabras que existen) no es nada recomendable su uso. No aporta una
información relevante al mensaje que se quiere transmitir y sus hablantes solo
lo utilizan como expresión política de su discurso mayormente en la
introducción o en algunos fragmentos, luego se olvida. Lo abandonan
automáticamente para no desdoblar el habla, ya que su empleo recurrente genera
confusión y hastío. Algunos ejemplos de doble mención que sí son utilizados con
frecuencia son: “señores y señoras” o “damas y caballeros”. Estos se
interpretan como una marca de cortesía y son más que aceptables, pero salvo
esos usos.
Este sentido antieconómico
es más que cuestionable. Para empezar, en muchos casos, las lenguas tienden a
volverse más sencillas y cómodas, esto hace referencia al principio fundamental
que es el de la economía del idioma. Este principio no sólo hace referencia al
género, sino también sucede con el número (singular y plural) o el tiempo
verbal (pasado, presente, futuro), pero centrándonos en el género, vemos que en
muchos casos el masculino asume también la inclusión del femenino, ya que este
cumple la función de género no marcado. Para sorpresa de mucha gente, el
femenino también puede representar al masculino a partir de algunos
epicenos[vi], como pueden ser: las personas, las víctimas, las ratas, la
audiencia, etc. En estos casos, resultaría innecesario e incómodo pretender
incluir al género masculino dentro de estos ejemplos.
Quedan puntos interesantes
por cuestionar y exponer sobre el ingenuo “lenguaje inclusivo”. Podríamos
afirmar que hasta el momento nadie recurre a su uso las 24hs del día. Quienes
lo usan lo hacen en forma esporádica, puesto que el plural genérico (masculino)
es inevitable, ya lo tenemos incorporado. Lo demás es antieconómico y
perifrástico. Evidentemente, no tendrá ningún recorrido en el idioma que tiene
sus propias leyes internas. “Todxs”, “tod@s” o “todes” no son soluciones
idiomáticas y no tienen integración en el sistema de la lengua. Estos son solo
delirios del progresismo que no logran ser posibles, pero que sí resulta
importante seguir rechazando y cuestionándolo. Aunque en realidad, el verdadero
problema en cuanto al lenguaje no radica en esa minoría que cree que el
castellano es machista per se. El problema, y lo peligroso, está allí en donde
el progresismo y el globalismo actúa hábilmente diseñando y transformando
términos hacia una concepción que difiere de lo real o que al menos los articula
en pos a ciertos intereses discursivos que son instalados a partir de medios
hegemónicos de poder, y que, sin darnos cuenta, muchas veces recurrimos
ingenuamente a su uso[vii].
*Ignacio
Joaquin Recondo, estudiante de idiomas y mercado de capitales.
[i]
https://www.youtube.com/watch?v=t1PkCMhvARs&t=5s Telefe |¿Qué es el
lenguaje inclusivo?
[ii]
https://nulliusinverbasite.com/el-masculino-generico-en-castellano-signo-linguistico-o-signo-ideologico/
Nullius in Verba.
[iii]
https://lingvo.info/es/lingvopedia/turkish Lingvopedia (Turco)
[iv]
https://pablodfescritor.wordpress.com/2017/10/02/el-genero-gramatical-y-el-sexismo-en-la-lengua/
[v]
https://www.lanacion.com.ar/opinion/sin-gramatica-no-hay-lenguaje-nid640411 Sin
gramática no hay lenguaje.
[vi] https://www.fundeu.es/recomendacion/sustantivos-epicenos-genero-concordancia/
Epicenos.
[vii]
https://fundacionlibre.org.ar/2019/02/06/sobre-la-revolucion-del-lenguaje-por-juana-bosio-perrupato/
Sobre la revolución del lenguaje – Por Juana Bosio Perrupato.