el encuentro que no pudo ser
Por Claudio Chaves
29 de mayo de 2020
Como acertadamente escriben
Rosendo Fraga y Rodolfo Pandolfi en su libro Aramburu, la biografía, al general
¨se lo asesinó porque iba a ser Presidente de la República y eso era
intolerable para los nacionalistas, los guerrilleros y para diversos sectores
políticos y económicos¨.
A mediados de los años
sesenta la Argentina ya no era la misma. La sociedad había pegado un giro tan
abrupto que el general Perón ya no era el de los años 50. Se lo apreciaba con
otros ojos. Había dejado de ser el tirano prófugo.
Ejemplos
de este cambio fueron, entre otros, Frondizi, Solano Lima, un sector del
Ejército, la Iglesia, el doctor Humberto Illia, Ricardo Balbín, el general
Aramburu y vastísimos sectores de la clase media, que de un gorilismo
exacerbado giraban a un peronismo fanatizado, algo que a futuro sería una
tragedia. En el bando del antiperonismo quedaban, como piezas de
museo, 400 personas que se reunían todos los 16 de septiembre con el almirante
Rojas, que aún no daba el brazo a torcer. Muchos años después el doctor Menem
lo persuadiría de su error.
La década del 60 fue testigo
involuntario de un prodigio satánico. Sectores acomodados de la clase media
urbana corrían, sin estación intermedia, de la elegancia altanera del petitero,
caminante sin destino de la gran vía del norte, a la informalidad de los
jóvenes de jean contrabandeado, que ahora se lanzaban en torrente a las villas
en pos de la utopía del pobrismo.
Aramburu, sin utopías ni
excentricidades, comprendió que al fin y al cabo Perón no era tan malo. En una
carta inédita del general Osinde a Perón del 12 de diciembre de 1968, esto es
antes del Cordobazo, le informaba:
¨Los liberales han
organizado sus fuerzas. Estas convergen hacia la figura de Aramburu, en última
instancia el hombre de la conciliación nacional y su plan es el bloqueo del
gobierno de Onganía para su ulterior copamiento. Este grupo de oficiales ahora
no quieren tocar el tema Perón pero cuando lleguemos al gobierno, según me
dijeron, el general Perón gozará de todos sus derechos y garantías y podrá
regresar a su patria y cuando Perón esté aquí hablaremos¨.
Sería muy extenso
desarrollar los fracasos políticos desde el golpe del 1955, lo evidente era que
el último experimento, la Revolución Argentina, marchaba a los tumbos. Sus
contradicciones internas creaban en el gobierno de Onganía una situación de
gran inestabilidad. Aramburu percibió claramente el clima reinante, esto es,
las desavenencias en el gobierno, la efervescencia social y el funesto camino
que Onganía le imprimía a su gobierno. No tanto por la política económica de
Adalbert Krieger Vasena sino fundamentalmente por las ideas corporativistas
vinculadas al nacionalismo ultramontano de ese gobierno. Nacionalismo que
generó en su momento expectativas en el peronismo y en el mismo Perón que
declaró por intermedio del periodista Tomas Eloy Martínez a la revista Primera
Plana lo siguiente, en 1966:
¨Para
mí es este un movimiento simpático. Onganía puso término a una etapa de
verdadera corrupción. Illia había detenido al país queriendo imponerle
estructuras del año 1800. Si el actual gobierno procede bien,
triunfará. Cuando los jefes militares me visitaron por interpósitas personas
(el hijo de Onganía) descubrimos algunas coincidencias, si por el contrario
Onganía hace las cosas mal, entonces
haremos como decía Confucio: ‘Una hormiga no puede matar a un elefante pero
puede comérselo’".
Illia fue un tramposo y un
fullero. Su gobierno fracasó porque intentó gobernar sin concurso popular. Uno
de los hombres más sagaces de la historia política argentina, el general Roca,
decía que para que los radicales se hundieran bastaba dejarlos gobernar. El
problema político se soluciona haciendo los padrones de nuevo. Deben también
organizarse fuerzas políticas. Es tarea para un año y medio o dos. Hay que
convocar a elecciones con la Ley Sáenz Peña y al que gane le ponemos el hombro
todos. Perón hablaba de elecciones, ley Sáenz Peña, mayorías y minorías. Once
años de exilio le habían hecho ver la política de manera distinta a la
practicada en sus dos primeros gobiernos.
El general Aramburu, como
hemos visto, había llegado a la misma conclusión: no hay gobierno sin concurso
popular. Dos elementos más suman a esta idea, en abril de 1969 declara a la
revista Panorama:
¨Es
necesario establecer una democracia para el desarrollo sostenido, deben tenerse
en cuenta las siguientes pautas. Hemos venido practicando una democracia
limitada; pero la práctica del voto universal, la industrialización acontecida
en el país; el progreso cultural; la fuerte urbanización imponen la
incorporación decidida de todos los estratos sociales a la vida política en
forma efectiva y activa. Debemos hacer una democracia real sobre la base del
respeto de los de los derechos cívicos y sociales de todos los argentinos.
Significamos claramente que una democracia estable exige terminar para siempre con
las proscripciones. La democracia supone la concurrencia ordenada de partidos y
candidatos. Esa concurrencia debe rematar en una mayoría lo suficientemente
amplia como para que resulte un gobierno capaz de actuar con eficacia; y una
oposición resuelta a contrapesar, pero no a trabar hasta el derrocamiento, la
acción de gobierno elegido por el pueblo¨.
Era evidente que Aramburu,
ya no era el mismo. Y Perón tampoco. En ese mismo año, 1969, en el mes de
abril, Perón en una entrevista a Panorama insistía una vez más sobre la
necesidad de una salida electoral sin proscripciones.
Finalmente está la carta que
publiqué por primera vez en el 2017 del doctor Ricardo Rojo al general Juan
Domingo Perón, del 17 de diciembre de 1969 desde París, donde le notifica que
estuvo a verlo el general Aramburu. Este paso dado por Aramburu si bien iba en
línea con su pensamiento de 1968 según la carta de Osinde, ahora, en diciembre
del 69, era decisivo pues en mayo de ese mismo año habían ocurrido
levantamientos populares en Chaco, Corrientes, Rosario y Córdoba. Ahora, la
situación se tornaba ingobernable especialmente para un gobierno como el de
Onganía absolutamente insensible a la realidad política.
Rojo le informa a Perón que
Aramburu califica al general Onganía de mediocre. Afirma que "nuestros
males demandan una solución política previa, con la participación leal de las
grandes corrientes de opinión: en especial el peronismo y el radicalismo. Sin
mezquindades, sin recelos sobre el pasado donde todos cometimos errores que aún
nos dividen. Comprensión y unidad nacional. El general Alejandro Lanusse
comprende la necesidad de sustituir a Onganía. Luego la ciudadanía sería
consultada en elecciones, sin exclusiones ni veto de ningún tipo, entregando el
poder a quien resultare electo. Dado sus antecedentes, le pregunté expresamente
acerca suyo y de su movimiento, contestó: "El general Perón podría
regresar al país y participar decisivamente en el gran esfuerzo común¨. Lo
consulté si podía informarle a usted acerca de lo discutido y declaró “por
supuesto” y así lo hago sin asumir representaciones ni mandatos de ninguna
clase. En rigor de verdad este General, como ya hemos visto no era el único que
había variado de opinión. Ciertamente el Cordobazo, de mayo de 1969 y las
crisis provinciales que desató, marcó el fin de aquel régimen militar.
Corresponde insistir aquí
que han sido estas puebladas la razón primera y última del retorno de Perón a
la presidencia y no la acción reaccionaria, elitista y el terror de las
organizaciones armadas.
Si hubo algún nuevo intento
de aproximación entre Aramburu y Perón además de la carta citada, no lo
sabemos. Si hubo algo más quedará en el misterio. Lo interesante y donde
valdría la pena ahondar más es en que todo estaba dado vuelta. La historia suele
dar esos giros. Aramburu había sido uno
de los referentes más destacados de los Colorados, anti peronismo furioso, y
Onganía el jefe de los azules con posturas más amigables. Ahora resultaba que
Aramburu proponía un acuerdo con Perón y los azules querían quedarse diez años
más en el poder y hacer la revolución nacional, arrebatándole esa bandera al
peronismo. Siendo que los azules de algún modo se identificaban con el general
Lonardi, su antipatía por Aramburu era manifiesta.
Excepto Krieger Vasena, Onganía
se rodeó de nacionalistas. Uno de ellos que hace de manera directa a esta
historia fue el general Francisco Imaz, ministro del Interior cuando el
secuestro y posterior asesinato de Aramburu. Había entre estos dos hombres
cuestiones personales y políticas. Cuando el general Aramburu conversó con él,
en el 55, para sumarlo a la sublevación, éste le contestó: ¨Usted tendrá razón
pero no hay posibilidad de cambio ya estuve en una revolución con todo
entusiasmo en el 30 y eso tuvo un resultado negativo¨. Las diferencias
políticas quedan claras con esa repuesta, si la revolución del 30 no le gustó a
Imaz considerándola un fracaso es porque al general Félix Uriburu le fue mal y
al general Agustín Justo bien. Una digresión, en esa revolución estuvo Perón,
pero lo hizo con Justo, el bando liberal. Con el fascismo estuvo Imaz.
SECUESTRO Y ASESINATO
No voy a describir el
desarrollo de los hechos que llevaron a cabo los terroristas al momento de
secuestrar al general Aramburu porque en estos últimos días se multiplicaron
las notas sobre el accionar de estos delincuentes.
En
1974 en La causa peronista los montoneros explicaron más claramente su crimen:
¨El último objetivo del Aramburazo se inscribió en la situación que vivía el
país en aquel momento. Aramburu conspiraba contra Onganía. Pero el proyecto de
Aramburu era políticamente más peligroso. Aramburu se proponía lo que luego se
llamó el Gran Acuerdo Nacional, la integración del peronismo al sistema
liberal. Aramburu había superado hacía mucho la torpeza del 55 en materia
política".
Quedaba claro, las bandas
armadas no deseaban la democracia ni la institucionalización del peronismo, ni
la República, ni la ley Sáenz Peña. Desde Uriburu, y los fascistas que lo
rodearon, venía este disparate a coronarse, ahora, en las cabezas afiebradas de
los Montoneros. Buscaban la revolución nacional, en esto coincidían con los
nacionalistas católicos de Onganía.
Veamos algunos detalles de
suma importancia. Como ya hemos dicho, el ministro del Interior de Onganía era
el general Francisco Imaz. Este militar había sido el más estrecho colaborador
del general Franklin Lucero, ministro de Guerra del gobierno de Perón. En el
levantamiento de setiembre de 1955 que dio por tierra con este gobierno, el
Presidente Perón dirigió una carta a una Junta Militar conformada por quince
oficiales superiores que se suponían legalistas para que negociaran una salida
política al conflicto. Conformaban esta junta, entre otros oficiales
superiores, el general Juan José Valle, el general Raúl Tanco y el general José
León Solís, este último, tío abuelo del autor de esta nota. Es conocida la
historia de las idas y vueltas de esta Junta, que no sabía si considerar o no
la carta de Perón como una renuncia. La demora fue cortada de cuajo el día 20
de septiembre por la noche cuando ingresó a la sala donde estaban reunidos los
juntistas, el general Imaz, hasta ese momento oficialista, con un pequeño grupo
de oficiales armados. Así las cosas, obligaron a la Junta a interpretar la
carta como una renuncia y negociar la salida de Perón con el general Lonardi.
Entre los oficiales subalternos que ingresaron con Imaz se encontraba el mayor
Hugo Miori Pereyra. Luego acompañó a Imaz en el ministerio y se lo señala a él
como el vínculo con los Montoneros.
Estos oficiales ¨peronistas¨
ya estaban entusiasmados con el general Lonardi, de ahí el apuro de aceptar la
renuncia. Esto independientemente de la voluntad de Perón de dejar el cargo
para evitar una guerra civil. El desencanto de todos ellos y fundamentalmente
de Valle con el desplazamiento de Lonardi, por decisión de Aramburu, explicaría
su participación en el intento de golpe de estado de junio de 1956. El general
Solís me dijo hace ya muchos años que el general Valle daba más como lonardista
que peronista. Y eso explicaría las durísimas palabras de Perón, que en carta a
John W. Cook, afirmaba de los golpistas del 56: ¨Que fe puedo tener yo en la
acción de esos militares que no supieron cumplir antes con su deber de jurado.
Si ellos hacen ahora algo es porque están enconados con sus ex camaradas que
los expulsaron del Ejército. Si hubiera permanecido en Buenos Aires ellos
mismos me habrían asesinado aunque solo fuera para hacer méritos con los
vencedores¨.
Es natural que Perón
desprecie a Valle en esta carta tan contundente, no entiendo cómo se les ha
pasado por alto a los peronistas. De todos modos ya se ha hecho costumbre en el
peronismo bautizar agrupamientos con el nombre de personajes sospechosos. Los
camporistas han tenido antecesores; el comando que secuestró a Aramburu se
denominó Juan José Valle.
En otra carta a Cook afirma:
¨Nuestra finalidad ha de ser
la Revolución Social con todas sus características y sus consecuencias¨.
Revolución social, el
exiliado tenía razón, solo una revolución social lo traería de vuelta. ¡Eso fue
el Cordobazo! Claro eso no se planifica ni con Comandos Tácticos, ni Comandos
Estratégicos, ni Formaciones Especiales, ni Delegados personales. Y menos dando
imprudente apoyo a las organizaciones armadas. Aunque justo es decirlo con apoyo
o sin él esas organizaciones igual hubieran existido.
Es el pueblo y la
espontaneidad indescifrable de las multitudes lo que tuerce el derrotero de la
historia. Las organizaciones armadas y el terrorismo congelan la acción
popular. Cierto es que multitudes enardecidas en las calles causan temor a los
políticos.
La atmósfera de los 60
El nacionalismo católico y
no católico hundía sus raíces en la década del 30. En los 60 deviene en
peronista y además marxista. De Uriburu a Montoneros hay una línea con estaciones
intermedias, y bifurcaciones. Entender este recorrido no es fácil, sin embargo
guarda una lógica interna. Muchos historiadores y cientistas sociales han
explicado este giro por acontecimientos propios de la década del 60: las
guerras de liberación nacional, la revolución cubana o argelina, seguramente
algo contribuyeron. Sin embargo el huevo de la serpiente, la semilla del mal no
anida en la historia sino en la filosofía adoptada.
En el partido nazi militó
Otto Strasser que desafió a Hitler en términos ideológicos. Strasser hablaba de
socialismo, de gobierno de los trabajadores, de expropiar a los burgueses, Otto
podía ser asimilado más a Lenin que a Hitler sin embargo estaban en el mismo
partido. Naturalmente debió irse luego de una discusión con el Fuhrer. Hitler
dijo luego de él: ¨Un judío blanco intelectual, totalmente incapaz de organizar
nada, un marxista de la peor especie¨. Son conocidas las declaraciones de
Mussolini reivindicando a Lenin. ¿Y entonces cómo se explican estos préstamos y
superposiciones ideológicas?
Esta conjunción entre
totalitarismos de derecha e izquierda la ha explicado magistralmente Hannah
Arendt, quien considera que estas ideologías al creer una, el nazismo, en la
fuerza de la naturaleza, la raza y el marxismo, en la fuerza de la historia, la
lucha de clases, ambas aplican el poder total para empujar el carro de la
naturaleza o de la historia de modo que los hombres de manera individual no
cuentan, el objetivo último no es el bienestar de los hombres o el interés de
un solo hombre, sino la fabricación de la humanidad, elimina a los individuos
en favor de la especie, sacrifica a las partes en favor del todo.
Nacionalismo y marxismo, dos
ideologías totalitarias con pensamiento apocalíptico. Al respecto dice Víctor
Massuh: ¨El hombre apocalíptico cree en la inminencia de cambios radicales,
confía en la virtud germinativa de la destrucción. Considera que la magnitud de
la violencia puesta en juego da la pauta de la hondura de la transformación
histórica¨.
Los montoneros fueron
apocalípticos y totalitarios. A manera de anécdota, tengo en mi poder
declaraciones fílmicas de Firmenich donde explica que el objetivo de Montoneros
era construir el paraíso terrenal en la tierra. Por ese disparate tuvimos miles
de muertos.
Naturalmente no era este el
pensamiento de Perón, no al menos del general que volvía. Cuando un sector de
la sociedad argentina comenzó a moverse en dirección a una democracia sin
proscripciones, otro sector giraba al totalitarismo.
Perón y Aramburu ya se
encontraban en el mismo campo. No pudo ser. A 50 años de su asesinato bien vale
la pena recordarlo.