Por Juan Alberto Yaria
Tribuna de Periodistas -29/06/2020
“En la lucha entre tú y el mundo ponte de
parte del mundo”. (Kafka que nos llama a deponer el narcisismo y aprender a
escuchar lo que sucede)
El 26 de junio se conmemoró
el Día Internacional de Lucha contra las Drogas en medio de este recordatorio
mundial las dos epidemias chocan y el AMBA hoy es un testimonio de ello.
AMBA resume casi 2.000
barrios de condiciones miserables en donde viven o superviven millones de
personas. Ahí el COVID19 hace estragos como también lo hace el consumo
inveterado de drogas como el crack, la nicotina, la marihuana, el vapeo de
sustancias inhalables, los opiáceos, la metanfetamina y la cocaína en sus
diversas formas. Al lado de ello bandas que utilizan a los propios consumidores
con fuerzas de choque que imponen sus propias Leyes.
Las respuestas de los
Estados provinciales, municipales y el Nacional son enormes, pero parecería que
todo es poco. Es que hay un choque de virus algunos antiguos como las drogas en
su versión epidémica desde hace 20 años, la pobreza marginalizada, la
aglomeración contaminante con todas las traumáticas inimaginables como el
abuso, la violencia, el incesto incluso, etc.
La Iglesia, el Covid y el
desamparo adictivo
La propia Pastoral de
Adicciones y Drogadependencia (documento de esta semana) no sale de su asombro
por el aumento de consumo de drogas durante la cuarentena. Sale a la luz todo
precisamente cuando la inermidad simbólica de muchos no encuentra salida más que
en la circunstancial fuga hacia la autodestrucción.
Recuerda este documento
-sugestivamente poco publicitado en los medios- que es el Dia Mundial de Lucha
contra las Drogas y se encuentra en sus lugares de reparo y amparo con adictos
en fuga imposibles de controlar y muchos con riesgo de Covid o ya con Covid.
Adelanté la semana pasada lo
que sucede en algunos de los paraderos del AMBA; adictos que viven en la calle
son cuidados en lugares deportivos pero la hiperkinesia y la ansiedad de la
abstinencia les impide quedarse, o hay violencias con otros. En realidad, esos
lugares deberían ser comunidades terapéuticas -instrumento científico probado
de contención -con operadores, psicólogos entrenados e incluso con psiquiatras
que conozcan los vericuetos de las abstinencias y las angustias de las
dependencias.
Piden los sacerdotes que a
la entrada a estos reparos y sitios que tiene la Iglesia se certifique el Covid
negativo. Hoy consumir drogas es sospecha de riesgo de Covid, aunque sea joven.
El sistema respiratorio está dañado por el crack, la marihuana la nicotina; los
opiáceos dañan la capacidad pulmonar y la oxigenación pulmonar y los
estimulantes como la cocaína y la metanfetamina alteran el circuito
cardio-cerebro vascular. Por ende, el sistema inmunológico quedó en condiciones
deficitarias para resistir la circulación comunitaria del virus.
El documento eclesial busca
testeos de COVID (en Almagro en una residencia religiosa de amparo hubo 25
infectados) pero es más lo que en mi humilde opinión hace falta ya que muchos
son adictos en fase crónica y necesitan una atención especial; de lo contrario
estos centros son entrada y salida para búsqueda de comida o incluso de entrada
de drogas.
La propia Organización
Panamericana de la Salud (OPS) a principios de Junio determina en un documento
titulado situación actual y desafío de los países de América Latina, el Caribe
y la Unión Europea que la respuesta al COVID exige una mayor atención a la
salud mental y a las adicciones (Luiz Alfonso-Asesor Regional) ya que los
usuarios de drogas son un grupo de alto riesgo por combinación de
características demográficas, vivir en medios adversos y otras condiciones
concurrentes. Hay marcado aumento de uso de cannabis -dice, y hay que tratar de
acercarse a estos colectivos.
Los faltantes de droga en el
mercado se han sustituido por vías marítimas siendo los puertos un factor
esencial para el contrabando necesitado. El mercado digital de venta se ha
expandido sigue diciendo la OPS.
Chocaron las 2 epidemias
COVID y drogas al lado de una pobreza con hacinamiento, aglomeración, vida en
la calle y con un default cultural asombroso en nuestro país en donde se llegó
a alabar como sociedad el consumo de drogas como algo no dañino para la salud;
en fin, es el drama que nos toda enfrentar. Las drogas en su versión epidémica
aparecen con fuerza desde los 2000 y la ocultamos de mil maneras, pero ahora
aparece el COVID.
Hoy los adictos tienen
muchas dificultades de atención: los centros sanitarios en sus guardias se
dedican a los problemas urgentes de la epidemia y son pocos los que pueden dar
una mínima desintoxicación, los centros de mayor complejidad en adicciones
están llenos o con muchas precauciones para atender pacientes si no tienen el
certificado de COVID negativo. Los propios pacientes no se acercan a los
hospitales para una mínima desintoxicación que les permita seguir luego
drogándose (porque así parece ser la historia) por el temor al contagio.
Ergo los datos que mostramos
la semana pasada nos muestran un aumento de consumo (estadísticas de
Universidad de Córdoba y del Instituto Gino Germani) con múltiples bocas de
entrega a través del “take away” o con mensajerías especializadas a través de
chats, Instagram, Facebook, etc. Además, más caras porque las rutas están más
custodiadas y por ende con un delito “más a la mano” para conseguirlas.
Drama y/o tragedia
Según los griegos la vida es
drama o tragedia. En el drama hay lucha, resistencia, agonía, esperanza con
desesperación, pero es la vida que busca vivir; en la tragedia el desenlace
está dado. En una antropología cristiana la vida es cruz, apocalipsis, resurrección,
esperanza y salida. Así somos. Hay que pelearla, pero sin negar las
consecuencias ni lo que sucede. Veamos y abramos un poco la ventana de lo que
ahí -en el AMBA- sucede:
1. Las condiciones de vida
de los jóvenes de barrios informales del AMBA (barrios críticos del conurbano y
de la periferia de la Ciudad de Buenos Aires) se encuentran muy deterioradas.
La mitad de estos jóvenes viven en hogares con Necesidades Básicas
Insatisfechas (50,7%) y bajo la línea de pobreza (50,6%). Estas condiciones se
agudizan entre las mujeres, especialmente aquellas que tienen responsabilidades
familiares y las que no se encuentran ocupadas y no asisten a establecimiento
educativo.
2. En lo que respecta al
tipo de hogar, solamente un tercio de los jóvenes (33,6%) vive en un hogar
nuclear biparental. Las mujeres son quienes tienden en mayor medida a residir
en otro tipo de hogares. A su vez, el 36,1% de los jóvenes tuvo algún problema
grave durante su infancia y/o adolescencia, y el 29,5% algún problema moderado.
El 7% de los jóvenes no posee redes de contención familiar, condición que se
agudiza entre los varones que no estudian ni trabajan.
3. Estos jóvenes se
encuentran en gran medida excluidos del sistema educativo formal, y ocupan un
lugar subalterno en el mercado laboral. Solo 1 de cada 3 (35,2%) logró
completar sus estudios secundarios, y solamente el 7,4% accedió a estudios
terciarios o universitarios. Su situación ante el mercado laboral no es mejor:
El 29,3% se encuentran inactivos.
4. La mitad de los jóvenes
(49,9%) fumó alguna vez en la vida, y el 40,1% fumó durante el último mes. El
57,4% consumió alcohol durante el último mes. Más de un tercio de ellos (35,6%)
lo hizo con una alta frecuencia (varias veces por semana). El 11,3% muestra
síntomas de consumo problemático. El 43,7% de los jóvenes probó drogas alguna
vez, el 27,3% consumió durante el último año, y el 22,1% en el último mes. Los
varones son mucho más proclives al consumo de drogas que las mujeres,
especialmente aquellos que no completaron sus estudios secundarios, quienes no
estudian ni trabajan y los que tienen responsabilidades familiares.
5. La droga ilegal más
consumida es la marihuana, prácticamente coincidiendo con el consumo de drogas
en general (41,7% probó alguna vez, 27,3% consumió durante el último año y
21,4% en el último mes).
Cuando termine la pandemia
–en la llamada post-pandemia– todo acabara cuando llegue la vacuna tan deseada
y buscada o enfrentaremos el problema de las drogas con la fuerza que se
merece. Es el drama como lucha -dirían los griegos -para aminorar los efectos
de la tragedia.