Efectuada por un ex integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo, que estuvo 11 años preso por su actividad subversiva.
*****
El tranquilo profesor
de griego y latín que
asesoró a Perón y creó un sangriento grupo parapolicial
Por Eduardo Anguita-Daniel
Cecchini
Infobae, 11 de Julio de 2020
-Nun híper pantón agón –
termina de decir en griego clásico el hombre flaco y la sala del Sindicato de
Obreros y Empleados del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires
(SOEME) estalla en aplausos. Corre noviembre de 1966 y hace calor en la ciudad
de La Plata.
Pocos de los presentes saben
que la traducción de la frase significa “Ahora la lucha es de todo por el
todo”, pero sí han entendido lo básico del discurso que ha leído con voz
monocorde, por momentos en tono anodino, durante media hora. Se trata de un
ensayo de su autoría titulado “Respuesta de un aborigen a Toynbee”. Es un texto
que, si bien lee, da la impresión de saber de memoria.
Arnold Toynbee era un
historiador inglés que recorría América latina “vendiendo” su teoría de la
necesidad de un gran acuerdo entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para
salvar a la Humanidad del cataclismo nuclear.
El hombre flaco, que no ha
cumplido cincuenta años pero aparenta más, es un filólogo, profesor
universitario de Griego y Latín, poeta, ensayista y teólogo llamado Carlos
Alberto Disandro.
Es también un hombre
políticamente comprometido que ahonda en sus temas dilectos: la Patria como
suma de Tierra, Pueblo, Nación y Estado, su defensa como deber y derecho ante
el embate combinado de la sinarquía y los poderes imperiales comunistas y
capitalistas, la continuidad espiritual con un Occidente helénico, católico
preconciliar y respetuoso de la tradición hispánica, y la necesidad imperiosa
de combatir por todos los medios al invasor furtivo que intenta conquistar a “la
juventud, los institutos de formación de las FFAA y los estamentos
intelectuales y religiosos.”
Para Disandro:
-El poder de Estados Unidos
constituye un pseudoimperio, cuya trama capitalista pretende una conducción
tecnocrática sobre las viejas y derruidas manifestaciones del liberalismo. El
poder soviético, a su vez es otro pseudoimperio, cuya trama
socialista-comunista se ha erigido sobre los nefastos resultados de guerras
inicuas y de planes siniestros – dice en su ensayo.
La Unión Soviética y los
Estados Unidos son invasores velados que atentan contra la Nación. Por eso
clama, sin perder el tono monocorde:
-Guerra total al invasor,
consolidación de la Justicia entitativa de la Nación, instauración de un Estado
fundacional, forjado por los argentinos, con la alegre consagración de la
tierra argentina.
Los muchachos de Tacuara
Terminada la lectura,
algunas personas, casi todos jóvenes con camisas color kaki, se levantan para
al hombre flaco y envejecido que -evidentemente poco adicto a las manifestaciones
afectivas- agradece con leves inclinaciones de cabeza y algún rápido apretón de
manos.
Entre los que se acercan a
la mesa está Patricio Fernández Rivero, destacado miembro del grupo
nacionalista Tacuara, estudiante de Letras. También está Félix Navazzo, de
aspecto inofensivo con sus lentes de aumento de marco metálico pero hombre de
acción.
En pocos años, estos dos
hombres se transformarán en asesinos al frente de un grupo siniestro de la
ultraderecha peronista, la Concentración Nacional Universitaria (CNU), que
desempeñará un sangriento papel en el terrorismo de Estado previo al golpe de
1976.
El entusiasmo de estos dos
jóvenes, y de no pocos más que han escuchado sus palabras, está acrecentado por
un hecho que los emociona: su maestro está preparando las valijas para visitar
en Madrid al líder justicialista en el exilio, Juan Domingo Perón. El general
–por intermedio de su delegado, el mayor Bernardo Alberte– le ha hecho saber
que está dispuesto a escuchar sus ideas.
“El bodeguero”
Carlos Alberto Disandro
nació en La Plata el 26 de agosto de 1919, pero cursó sus estudios en el
tradicional colegio Monserrat de Córdoba, donde conoció al filósofo Nimio de
Anquín, profesor de Lógica y Moral. Destacado representante del integrismo
católico cordobés, de Anquín fundó en 1936 la Unión Nacional Fascista para
luchar contra el laicismo, el liberalismo y el reformismo universitario. Para
él, el nacionalismo “propicia el encaminamiento de la Nación... por el orden y
la unidad, religados en autoridad.” Enemigo acérrimo de la democracia liberal,
afirma que el Estado argentino no puede revestir forma democrática porque ello
implicaría una crisis autodestructora y el abismo de la anarquía o -peor aún-
el comunismo.
Con ese bagaje ideológico a
cuestas y ya recibido de bachiller, Disandro volvió a La Plata donde se recibió
de Profesor en Letras en la UNLP. Después de acceder al doctorado fue nombrado
profesor de Lenguas Clásicas, cargo que concursó definitivamente en 1947, para
recibir el diploma de manos del coronel Perón. También trabajó en la Secretaría
de Trabajo y Previsión y fue un activo colaborador en el proceso de reforma
universitaria que culminó con la Ley 13.031 en 1947.
Dejado cesante por la
llamada Revolución Libertadora en 1955, Disandro se refugió en la producción
intelectual, básicamente en tres planos: el político-filosófico panfletario, el
literario y el poético.
Para difundir su ideario,
fundó en 1959 el Instituto de Cultura Clásica Cardenal Cisneros en una vieja
casona de la calle 115 entre 60 y 61 de La Plata, donde reunía a sus seguidores
y dictaba cursos sobre historia, filosofía, religión y política. También creó
una revista para difundir sus ideas, La Hostería Volante, donde firmaba sus
artículos con el seudónimo “El Bodeguero” y una editorial, “Montonera”, cuyo
nombre cambiaría años después para que no se la confundiera con la organización
político militar de la izquierda peronista.
Contra la “sinarquía
internacional”
Para mediados de los ’60 –
época en que visitaría a Perón en Madrid – Disandro y sus seguidores tenían
claro que el único camino para salvar a la Argentina de la debacle de un mundo
polarizado entre dos bloques y en plena decadencia era el peronismo.
Los enemigos que enfrentaba
eran poderosos: no sólo la Unión Soviética y los Estados Unidos, sino también
el sionismo y una Iglesia Católica gobernada desde el Vaticano por un
infiltrado comunista conocido como Juan XXIII. Para englobar a todos estos
enemigos, Disandro los unía en una categoría difusa, la de “agentes de la
sinarquía internacional”.
“Sinarquía significa según
su contexto etimológico: la convergencia radical de principios de poder que
obran en el mundo desde los orígenes de la humanidad. Esta convergencia de los
principios de poder contrapuestos es la que nos indica que estamos en un nuevo
momento de los procesos del Gobierno mundial, porque esto no ha ocurrido en el
nivel de las logias iluministas de los siglos XVII y XVIII, ni en las
revoluciones del siglo XIX; ocurre en cambio a nivel del siglo XX, después del
proceso de liquidación que significan las guerras mundiales”, escribía por
entonces en su ensayo “La conspiración sinárquica y el Estado argentino”.
El peronismo, pensaba
Disandro podía ponerle freno a este embate siniestro.
-Esta idea se asentaba en
una caracterización que presentaba al peronismo como el movimiento
antisinárquico por excelencia en tanto mantenía una postura crítica y alejada
de los “imperialismo” confabulados: el soviético y el norteamericano. Esta
postura crítica respecto a los imperialismos se asentaba en una política
central del peronismo: La tercera posición – explica a Infobae el historiador e
investigador de la Universidad Nacional de La Plata Juan Luis Carnagui.
De esos temas quería
hablarle a Juan Domingo Perón en su residencia de Puerta de Hierro.
Disandro y Perón
En encuentro entre Disandro
y Perón había comenzado a fraguarse en agosto de 1966, cuando el líder
justicialista le envió una conceptuosa carta al latinista:
“He estudiado detenidamente
su trabajo sobre los últimos acontecimientos en la Argentina, intitulado ‘La
estrategia de un poder sinárquico’ y lo encuentro excelente desde todos los
puntos de vista en que lo he analizado. Hace ya mucho tiempo yo vengo también
propalando hacia todos los rumbos, la existencia de una confabulación de todas
las fuerzas internacionales que vienen actuando negativamente para los móviles
que perseguimos y que persigue el mundo que pretende liberarse. En efecto, ya
publiqué un trabajo que Usted debe conocer sobre la situación argentina en el
que me ocupo especialmente del ‘Tercer Mundo’, consecuencia de la ‘Tercera
Posición’ anunciada por nosotros hace ya más de veinte años. Su excelente
trabajo, profundiza el análisis y penetra profundamente en el problema
argentino, sometido a la estrategia de un poder sinárquicos”, le había escrito
el general.
Se reunieron dos veces en
Madrid, en enero de 1967, lo que le permitió a Disandro desarrollar no sólo sus
ideas sino advertir a Perón sobre los peligros de infiltración sinárquica que,
a su criterio, corría el Justicialismo. Fue lo suficientemente persuasivo como
para lograr que el líder en el exilio le propusiera integrarse a la “Escuela
Superior de Formación Política del Movimiento Peronista” y también que
encabezara la lucha contra los sectores del movimiento que adherían al Concilio
Vaticano II, convocado por Juan XXIII y concretado por Paulo VI, dos Papas que
a juicio de Disandro eran “infiltrados comunistas”.
En una carta que, poco
después de reunirse con Disandro, Perón le envió a Alberte queda claro que el
general le había encargado una misión al latinista:
“En la carta que le escribo
junto con esta al doctor Disandro, le pido que hable con Usted para ponerse de
acuerdo en la tarea que debe hacerse para neutralizar tales acciones. Él tiene
una misión que hace tiempo le di para esclarecer a los universitarios y
profesionales algunas cuestiones peligrosas que la gente suele pasar sobre
ellas desaprensivamente, tal como puede suceder en este asunto concreto a que
me refiero en este momento: Comisión Populorum Progressio. De cualquier manera
Ustedes verán allí: la ayuda del Dr. Disandro puede ser valiosa porque él hace
mucho que ya anda detrás de esta alimañas”, le escribe Perón a su delegado
personal.
La CNU y el terrorismo de
Estado
A su retorno, Disandro no
solo se abocó a las tareas encomendadas por Perón sino que organizó, con los
jóvenes nacionalistas nucleados en el Instituto Cisneros, una organización a la
que bautizó Concentración Nacional Universitaria (CNU), que pronto derivó en un
grupo de choque de ultraderecha que, bajo la consigna “Delenda est marxisticas
universitas”, se dedicó a perseguir e intimidar a militantes de organizaciones
revolucionarias y peronistas situadas a su obvia izquierda, principalmente en
las ciudades de La Plata y Mar del Plata.
La CNU saltó sangrientamente
a la fama el 3 de diciembre de 1971 -poco después de que Disandro la presentara
en un acto acompañado por José Ignacio Rucci- cuando una patota armada atacó a
los tiros una asamblea que se estaba realizando en la Facultad de Arquitectura
de la Universidad de Mar del Plata y asesinó a uno de sus participantes, la
estudiante Silvia Filler, de 19 años.
El 20 de junio de 1973, sus
integrantes, comandados por Alejandro Giovenco, Félix Navazzo y Patricio Fernández
Rivero, participaron de la masacre de Ezeiza junto con otros grupos de la
ultraderecha peronista apoyados logísticamente por el Ministerio de Bienestar
Social de José López Rega y la Policía Federal.
En 1974 -después del
desplazamiento del gobernador bonaerense Oscar Bidegain- la CNU se puso a las
órdenes del nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, el sindicalista
de ultraderecha Victorio Calabró, y comenzó a operar en el territorio
provincial con protección de la Policía Bonaerense, que la apoyó con personal,
armas y liberación de zonas para sus acciones criminales.
Desde entonces y hasta poco
después del golpe sus grupos de tareas cometieron atentados, secuestros y
asesinatos amparados por el Estado, en algunos casos de manera conjunta con la
Alianza Anticomunista Argentina (AAA o Triple A).
A partir de octubre de 1975
también operó bajo las órdenes del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército.
Paralelamente, sus integrantes se dedicaron a cometer delitos comunes
destinados al enriquecimiento y las venganzas personales. Los grupos de tareas
de la CNU platense fueron desactivados en abril de 1976 por orden del jefe del
Área de Operaciones 113, coronel Roque Carlos Presti, cuando su accionar,
muchas veces indisciplinado, dejó de ser útil para el plan sistemático de
exterminio puesto en práctica por la dictadura cívico militar.
Para entonces, la CNU había
sembrado de cuerpos acribillados las ciudades de La Plata y Mar del Plata con
el objetivo de provocar el terror entre la población.
Justicia demorada
Se calcula que la CNU
cometió más de cien secuestros y asesinatos entre fines de 1971 y principios de
1976, la mayoría de ellos perpetrados con protección policial.
El latinista y helenista
Carlos Disandro nunca fue acusado judicialmente por la autoría ideológica de
estos crímenes. Con el retorno de la democracia, en diciembre de 1983, Disandro
y Patricio Fernández Rivero volvieron a editar la revista La Hostería Volante,
a través de la cual establecieron contactos con diversas publicaciones de
ultraderecha de otros países.
Carlos Disandro murió
pacíficamente en su casa el 25 de enero de 1994, a los 74 años.
La Justicia argentina demoró
décadas en investigar y juzgar los crímenes cometidos por la organización que
había creado.
Recién en diciembre de 2016,
el Tribunal Federal de Mar del Plata condenó a siete de sus miembros -entre
ellos el ex fiscal Gustavo Demarchi– por crímenes de lesa humanidad. Un año
después, el TOF N°1 de La Plata, condenó a prisión perpetua al último jefe de
la patota de la CNU platense, Carlos Ernesto Castillo, y absolvió a su segundo
en la organización, Juan José Pomares, por “el beneficio de la duda”. Esta
última sentencia se encuentra en etapa de apelación.
En la ciudad de La Plata
conviven dos memorias de Carlos Disandro. Muchos lo recuerdan como aquel
anodino profesor flaco, casi un fantasma al que apodaban “El Pélida”, que
aburría a los alumnos del Colegio Nacional Rafael Hernández con sus clases de
Lengua y Literatura. Otros como el responsable intelectual de una de las
organizaciones parapoliciales más sangrientas que participaron del terrorismo
de Estado antes del golpe.
Colaboró: Alberto Elizalde
Leal
*****
Eduardo
Alfredo Anguita
Wikipedia (síntesis)
(Buenos Aires, 5 de mayo de
1953) es un licenciado en Comunicación social en la UBA, docente universitario,
periodista y escritor.
De chico, se crio en la
Villa 21-24. Después estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y comenzó
su militancia política y revolucionaria en las agrupaciones PRT y ERP.12 En
1966, con el golpe de Estado de Juan Carlos Onganía, llegó al Colegio Nacional
de Buenos Aires para protestar cuando fue detenido.
Militancia y prisión
Durante el gobierno
provisorio de Raúl Lastiri, como integrante de la organización terrorista ERP,
formó parte del asalto al Comando de Sanidad del Ejército para obtener medicamentos
y armas, en el que resultó asesinado el teniente coronel Raúl Juan Duarte
Ardoy.
Fue detenido ese 6 de septiembre de 1973. Estuvo preso casi once años,
en las cárceles de Devoto, Rawson y la Unidad Penal Nº 9 de La Plata.