Autor: Jorge SOLEY,
periodista
Católicos online, julio 2020
Lo que ha sucedido durante
el mes de junio en Seattle ha sido una auténtica delicia para cualquier
observador de la realidad. Nos referimos, claro está, a lo que se ha denominado
CHAZ (Zona Autónoma de Capitol Hill) primero y luego CHOP (Protesta Organizada
de Capitol Hill).
Uno sabe que la anarquía es
el camino a la violencia y la tiranía, que las consignas
ecológico-antirracistas-antifascistas son eso, consignas, totalmente desligadas
de la realidad, delirantes excrecencias de mentes devastadas capaces solamente
de crear el infierno en la tierra. Es la historia secular y recurrente de la
utopía, ese concepto que misteriosamente, y a pesar de haber arrasado millones
de vidas, aún atrae a muchos.
Estos últimos son
impermeables a las lecciones de la historia: fracasamos entonces, pero la
próxima vez que lo intentemos conseguiremos traer el paraíso a la tierra.
Seguro. Y esta vez será un paraíso anticapitalista, antifascista, antirracista,
antimperialista, antipolicial y no sé cuantos antis más. Esta vez funcionará.
Por eso el experimento de
CHAZ/CHOP ha resultado tan interesante y revelador. Tuve noticia de lo que
estaba pasando allí por primera vez gracias a un irreverente tuitero,
@espanabalon, que avisaba de que “en Seattle han montado una comuna anarquista
libre de policía, la CHAZ o Zona Autónoma de Capitol Hill. Tiene hasta
bandera”.
Esto ocurría en medio de la
ola de protestas tras la muerte de George Floyd, cuando el 8 de junio los
manifestantes se hicieron fuertes en Capitol Hill y “expulsaron” a la policía.
Nacía así, tras varias noches de violentos enfrentamientos entre manifestantes
y la policía de Seattle, CHAZ/CHOP con una extensión es de 6 manzanas en el
barrio de Capitol Hill, el barrio progre LGTBI de Seattle.
Los primeros pasos ya
presagiaban lo peor: la naturaleza humana seguía siendo la de siempre. Como
explicaba @espanabalon, “A las 24 horas de crearse la república socialista
autogestionaria un mendigo les robó toda la comida y ahora tienen hambre. Piden
soja porque son veganos”. Luego optaron por pasarse al cultivo autárquico, pero
por las fotos que iban subiendo se veía claramente que aquello no tenía mucho
futuro.
Otra de las consignas que se
deshicieron como un azucarillo fue la de eliminar las fronteras (¿recuerdan la
cancioncita de John Lennon?). Sin fronteras ni barreras el mundo será un gran
espacio de paz y armonía, ¿era eso, no? Pues bien, ante las amenazas
exteriores, los habitantes de CHAZ/CHOP no tardaron en montar barricadas y
proteger la zona autogestionaria con vallas y verjas. Incluso llegaron a tener
que vallar sus campos de cultivo para evitar que depredadores sin escrúpulos
(probablemente malvados capitalistas) se comieran los repollos allí plantados a
la menor distracción.
Otra de las consignas, la
del antirracismo y la no discriminación, saltó también por los aires a las
primeras de cambio con políticas de segregación que reservaban partes del
parque ocupado solamente para negros. Muy significativamente, eran blancos los
que controlaban el acceso a la zona de segregación racial, permitiendo la
entrada solo a quienes “han experimentado opresión por ser negros” (se ve que
si eres negro pero no te han oprimido tampoco puedes acceder). Llegaron a
designar un pequeño jardín como exclusivo para “gente negra e indígena y sus
plantas aliadas”, aunque parece ser que algunas de las plantas allí plantadas
no eran indígenas, sino que habían sido traído por los colonizadores. No se
puede estar en todo.
Otra de las constataciones
de que la naturaleza humana no se puede derogar así como así fueron las primeras
acusaciones de violaciones (algo que ya vimos en el raquítico precedente que
vivimos en Barcelona con el campamento desplegado en la Plaza Universidad con
motivo de la sentencia del “procés”). No hubo que esperar mucho: el mismo 11 de
junio un hombre que posteriormente fue arrestado violó a una joven sorda de 25
años en una de las tiendas de campaña que proliferan en CHAZ/CHOP. La cosa no
acabó aquí ni fue algo marginal: uno de los líderes originales del territorio
liberado reconoció que había abusado sexualmente de otros habitantes de la
utopía antes de despedirse del experimento social que había ayudado a crear.
Pero quizás lo más divertido
fue lo del pacifismo y la supresión de la policía. ¿Para qué se necesita
policía si todos somos gente enrollada? Lo cierto es que no habían pasado ni
dos días cuando un grupo llamado Puget Sound John Brown Gun Club (que en su
cuenta de Twitter nos avisaban de que aún no eran una milicia) empezaba a
patrullar por CHAZ/CHOP.
No duraron mucho: el control
pasó al rapero local Raz Simone y su banda de matones negros. Tras hacerse con
el monopolio de la violencia, Raz se dedicó a armar a cualquiera mayor de 25
años y “dispuesto a defender la recién nacida zona autónoma”. Como señalaba
@espanabalon, “han durado 48 horas hasta tener su propio señor de la guerra”.
El siguiente paso, tremendamente lógico, fue que Raz y los suyos empezaron a
extorsionar a negocios de la zona y a recaudar dinero a cambio de protección.
No se vive del aire y Raz Simone debe de haber visto la primera de El Padrino.
El descenso a los infiernos
de la utopía de Seattle se aceleró el 19 de junio. Previamente habían ido
llegando bandas de narcotraficantes, entusiasmados ante el mercado de drogas
libre en que se había convertido la zona autónoma. El viernes 19, tras una
discusión, se inició un tiroteo y Lorenzo Anderson, un chico negro de 19 años,
resultó muerto. Es probable que la decisión de impedir la entrada en CHAZ/CHOP
a la ambulancia que iba a atender a este joven tuviera algo que ver con el desenlace
fatal. Esa misma mañana, otro herido de bala conseguía salir de la utopía y
llegar a un hospital, donde le salvaron la vida. El lunes 22 otro joven de 17
años caía en otro tiroteo y muchos de los habitantes de la utopía iban
abandonándola discretamente para volver a la seguridad del régimen policial,
racista y fascista que tiene reprimida a la población de los Estados Unidos
Llegados a este punto, la
alcaldesa demócrata y progre de Seattle, que inicialmente había apoyado a los
acampados en CHAZ/CHOP, se percató de que la situación se le estaba yendo de
las manos. El 12 de junio parecía encantada, pero el 26 de mismo mes se reunió
con los líderes de CHAZ/CHOP para reconducir la situación.
Acordaron que el domingo 28
limpiarían y adecentarían la zona y pondrían un cierto orden en el caos de
violencia y abusos en que, ¡oh sorpresa!, había degenerado la utopía. Nada de
todo esto se llevó a cabo y en cambio el lunes 29 de junio las “fuerzas de
seguridad” de CHAZ/CHOP tiroteaban un coche causando la muerte a dos chicos
negros de 16 y 14 años.
Ante la posibilidad real de
que Donald Trump enviara al Ejército para poner orden, la alcaldesa progre de
Seattle emitía el 1 de julio una orden ejecutiva para que la policía desalojase
CHAZ/CHOP. En menos de un mes Jenny Durkan ha pasado de tuitear que Trump no
entiende a una comunidad basada en la libertad de expresión a lanzar a su
policía contra esa comunidad y su endémica violencia.
Efectivamente, la policía de
Seattle ha desmantelado este jueves CHAZ/CHOP, arrestando al menos a 31
personas y precintando la zona durante al menos diez días. Según la jefa de
Policía de la ciudad, Carmen Best, los daños en la zona son “absolutamente
devastadores”. Best añadió en la rueda de prensa posterior que estaba
“impactada por la enorme cantidad de graffiti, basura y destrucción de la
propiedad” que se habían encontrado. Fin previsible de la utopia antirracista,
anticapitalista, antipatriarcal, antifascista…
Lo que se suponía que era
una protesta para acabar con la brutalidad policial acabó en un espectáculo de
violencia y brutalidad abyecto, con asesinatos, violaciones y todo tipo de
delitos. Quienes proclamaban que poner fronteras era racista crearon rápidamente
sus propias fronteras. Quienes se jactaban de su libertad de expresión
enseguida instauraron un régimen opaco en el que varios periodistas que
intentaban informar desde dentro de la zona “liberada” fueron agredidos. La tan
anhelada supresión de la policía dio paso a señores de la guerra despóticos
imponiendo su reinado de terror. Una historia que al menos desde los tiempos de
Thomas Müntzer se viene repitiendo regularmente con siempre los mismos
devastadores resultados.