la vida heroica y olvidada del primer biógrafo
y amigo de San Martín
Por Omar López Mato
Infobae, 7 de Agosto de 2020
Cuando William Miller
(Guillermo Miller) llegó a Buenos Aires en agosto de 1817 era un capitán de
larga trayectoria a pesar de su corta edad. Había peleado junto a Wellington
durante la campaña de España en la Batalla de la Victoria y el asalto de
Bayona. En 1814 participó en el ataque a New Orleans durante el conflicto entre
Inglaterra y Estados Unidos. Volvió a Europa justo a tiempo para combatir junto
al Duque de Hierro en Waterloo. Terminadas las guerras napoleónicas el joven
capitán, que por entonces tenía 20 años y había pasado los últimos 5 años de su
vida peleando, decidió poner sus habilidades de artillero al servicio de la
causa emancipadora.
Llegó a Buenos Aires en 1816
y fue destinado al Ejército de los Andes. En Chile asistió al desastre de
Cancha Rayada donde, gracias a su sangre fría, logró salvar las piezas de
artillería asignadas. Su abnegación le ganó el puesto de Edecán del Libertador.
Como infante de marina participó de la captura de Talcahuano y posteriormente
acompañó a Cochrane en su primera expedición al Callao, donde sufrió quemaduras
a raíz de una explosión. Esta será la primera de las muchas heridas que
surcarán su cuerpo. En Pisco y Valdivia recibió 6 heridas de bala al dirigir
personalmente sus hombres al ataque. Su coraje indómito llamó la atención del
General José de San Martín, quien lo ascendió y lo señaló como segundo al mando
del Regimiento 8 de infantería.
Hombre de mar y tierra, jefe
de caballería, infantería y artillería, su versatilidad guerrera fue de gran
utilidad a la causa americana. Premiado con la Legión al Mérito de Chile y la
Orden del Sol en Perú, Miller continuó prestando servicios en la legión peruana
durante las guerras de independencia. Fue nombrado General y con ese grado
participó en las batallas de Junín y Ayacucho, dónde se selló la libertad
americana.
En 1826, Miller volvió a
Londres donde fue recibido con honores. De allí viajó a Bruselas para
entrevistarse con San Martín, a fin de recabar datos sobre la gesta de la
Independencia americana y poder así terminar sus memorias, que por carácter
transitivo son, en parte, las del Libertador.
Luego de ese viaje regresó a
Perú pero las controversias políticas entre los criollos lo obligaron a
desterrarse. Sin embargo, el general Luis Orbegoso lo convocó a su lado, y
compensó los esfuerzos de Miller confiriéndole el grado de Gran Mariscal. Los
conflictos dentro del ejército y las retaliaciones amargaron al inglés, que
partió hacia Ecuador como Ministro plenipotenciario ante el novel país. En 1837
fue nombrado gobernador político del Callao donde, una vez más, demostró sus
dotes como administrador. Sin embargo, las habladurías y conspiraciones
pudieron más y Miller fue borrado del escalafón militar. Durante años actuó
como cónsul británico en Hawaii.
Afectado por sus viejas
heridas -especialmente por una bala que había comprometido su hígado- intentó
viajar a Inglaterra, pero el antiguo guerrero, el valiente inglés, finalmente
murió antes de partir. El mariscal Ramón Castilla repuso sus títulos y honores.
Su cuerpo fue enterrado en el cementerio británico de Lima y posteriormente
trasladado al Panteón de los próceres de dicha ciudad.
Sus Memorias -Memoirs of
general Miller: In the service of the republic of Peru- fueron publicadas en
Londres en 1829 y traducidas al castellano por el General español José María
Torrijos. La obra recibió críticas por algunas afirmaciones controvertidas en
su relato de los acontecimientos. Varios compañeros de armas expresaron sus
disensos, entre los que se contaba el coronel O´Brien quien, sintiéndose
agraviado, quemó en público las Memorias.
Los originales fueron
cedidos por la viuda de Miller al Dr. Ángel Carranza, quien los atesoró en la
Biblioteca Nacional de Argentina. Miller fue amigo y confidente del Padre de la
Patria, valiente hasta lo temerario, leal defensor de la libertad de los
pueblos. Sus imprecisiones como narrador no le restan en absoluto la gloria que
supo ganarse en el campo de batalla.
*Omar López Mato es
historiador y autor del sitio Historia Hoy