Por Julio Bárbaro
Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer.
Infobae, 6 de Septiembre de
2020
El fracaso de oxidadas izquierdas nos deja un incomprensible legado en la ilusión de que la muerte del orden se convierta en fermento revolucionario. La herencia de la guerrilla es una deformación según la cual, como no había dos demonios y la represión ocupaba el lugar del mal, la lucha armada formaba parte del bien. Desde la falsificación de la historia que implica el Ezeiza de Horacio Verbitsky hasta El presidente que no fue de Miguel Bonasso, el pasado pareciera nacer con la llegada de los universitarios enamorados de la Cuba de Castro y su autoritarismo supuestamente transformador.
Esta deformación sigue vigente en el
concepto del caos como libertario y el orden como simplemente represivo,
respuesta que en palabras de la ministra de Seguridad adquiere el valor del
mundo al revés. Y el señor Verbitsky, quien denuncio robos a coronas pasadas
hasta que al ser incorporado como “paje” en las modernas, dio por bien pago su
silencio ético.
En Ezeiza, proceso del que
fui testigo, el poder político estaba en manos de la izquierda. Claro que el
palco fue a conciencia abandonado a la derecha en la insensata idea de que los
guerrilleros formaban parte del pueblo y no del gobierno, renunciando de manera
irresponsable a la consecuente responsabilidad que les correspondía asumir.
Perón les había entregado el poder político: presidente, ministro, gobernador,
todo estaba en sus manos. Discutimos dos días antes -prefiero no mencionar a
los actores- y quedamos en dejar libre el encuentro entre Perón y su pueblo. A
la mañana, los carteles de “Montoneros” fueron a buscar un conflicto que sería
la muerte del encuentro histórico, donde las vanguardias frustrarían como
siempre el destino del pueblo. Perón les había entregado el poder, ellos
eligieron la provocación. En ese sinsentido de ser a la vez gobierno y
sublevación -que hoy se reitera-, imaginan al orden como de derecha y al caos
como progresista, es decir sueñan con un estallido que no llega y terminan
favoreciendo una decadencia que no se detiene.
No hay gobierno sin orden, no hay sociedad que pueda ignorarlo, siendo sin duda los marxistas mucho más exigentes y autoritarios. No hay Estado que pueda imaginar que la necesidad da derechos y el esfuerzo pueda ser superado por el desorden de los desesperados. Aquel mentiroso libro que deformó la historia culpando a la derecha del error que forjaron ellos, aquel pasado se expresa en la ministra de Seguridad, que intenta utilizar el poder del Estado para enfrentar al ciudadano y apoyar al delincuente. Lo de Bonasso es mucho más discutible, ya que quienes conocimos a Cámpora sabemos que ni fue ni quiso serlo, y en consecuencia, inventarlo servía solo para debilitar la imagen de Perón. Y cuando hoy lo eligen a Cámpora como bandera, sin duda no habían leído nada de historia, cosa que es notoria en todo su comportamiento. Perón les entregó una enorme cuota de poder que jamás agradecieron, supusieron que la guerrilla podría vencer a un ejército regular, y el fracaso fue rotundo.
Luego, deformar la historia fue el camino hacia la
destrucción del peronismo, la negación del protagonismo de los obreros y el
intento de imponer restos de marxismos varios ignorando el pensamiento
peronista, el de verdad, previo a la traición de Menem y al oportunismo de los
Kirchner. El Perón del retorno vino a pacificar, al encuentro entre
adversarios. Desde su muerte, la decadencia avanza en sus dos versiones:
liberal con la dictadura, Menem y Macri; progresista, con los Kirchner, pero
decadencia a dos voces que no logra detener el único índice de crecimiento que
es el de la pobreza.
Hoy ese gastado
“progresismo” intenta completar su tarea de destrucción del peronismo sin ser
capaz de imponer un pensamiento alternativo. Los años de los Kirchner fueron
demasiados como para ignorar su impotencia de aportar mejoras reales para
nuestro pueblo. El peronismo generaba trabajo, los Kirchner dieron subsidios.
Deuda y pobreza son una dupla que desde la dictadura al presente es el amargo
fruto de una concentración económica y una fuga de riquezas mal habidas. Las
privatizaciones fueron el principio de la miseria que hoy nos invade.
El Presidente tuvo un
diálogo gris con un canal oficial y uno mucho más digno con un canal opositor,
lo que demuestra que las obsecuencias no sirven para trasmitir las virtudes y
tan solo son útiles para resaltar los defectos. Hablar de diálogo político
echándole la culpa solo a la oposición -que tiene una gran responsabilidad en
el asunto, naturalmente- es ignorar que solo desde el gobierno se puede
convocar a la unidad. Y esa convocatoria no puede estar limitada al peronismo
de Capital con Rodríguez Larreta. Hay acuerdos donde los intereses compartidos
ocupan aquel lugar que el futuro le demanda a la grandeza. Se gobierna desde un
partido porteño que ni gana ni intenta ganar elecciones, apoyado en los votos
de otros que deben responder con sus conductas, muchos de ellos, como Córdoba,
Mendoza o Santa Fe, donde los votantes lejos están de ser admiradores de los
Kirchner y mucho menos de ese engendro llamado “justicia legítima”.
La ministra de Seguridad es
el patético testimonio de un pensamiento cercano en su visión de la realidad al
de la guerrilla de los setenta, un psicótico intento de participar del gobierno
y la sublevación social al mismo tiempo. Ni ayer ni hoy tuvieron relación con
la política, son tan solo muestras de una limitación mental, de esa que lleva a
convocar a votantes peronistas con designaciones de individuos que no entienden
ni respetan ese pensamiento. Y con el dogma de la cuarentena, somos los más
encerrados, el daño a la economía fue inconmensurable, el aporte a la salud de
la población está en discusión. A veces, convocar a la responsabilidad suele
ser mucho más eficiente que imponer la autoridad.
Algunos intentamos recuperar
lo mejor del pasado, algunos que amamos más a la política que al poder.
Esperemos lograr aportar nuestro grano de arena, salir de las interpretaciones
erróneas del peronismo para ingresar al espacio de las ideas es el único
desafío digno de ser intentado.