CANTO A LA LIBERTAD DE VERDI
Gustavo Ramos
Esplendoroso el canto a la libertad de Verdi. No
obstante, encierra un grave error que debe ser traído a luz. Respecto de las
opiniones políticas de Lugones, decía Ramón Doll, que aquél trabajaba en otra oficina,
la del arte poética. Lo mismo acontece en este caso con Verdi. Artista excelso,
enrolado en la justa causa de la liberación de su patria, precisamente en el
siglo XIX el en que, como describe el filósofo liberal e historiador de la
cultura, el italiano Benedetto Croce, en Storia
d’Europa nel secolo decimonono, muchas veces el liberalismo era aliado del
nacionalismo, en orden a la liberación de Estados y reinos ocupados o
gobernados por extranjeros.
El hombre es un
ser cuya superestructura personal se compone de razón, voluntad y sensibilidad.
El objeto de la primera es la verdad, el de la segunda, el bien, el de la
tercera, la belleza, física o moral. No le es dado a la sensibilidad o a la
voluntad establecer la verdad, sino sólo a la razón, a ella deben ajustarse las
otras dos facultades humanas. Bien. ¿Y la libertad? Como fácilmente se
advierte, no figura en ninguno de los fines de las facultades humanas. Es que
la libertad no es un fin, como en ocasiones tiende a promoverlo el liberalismo:
la libertad es una condición de la vida
moral; el fin al que la misma está subordinada es el bien. Desde luego, sin
libertad, no habría mérito o demérito, bien o mal obrar, pero siempre en orden
al fin de la voluntad, que es el bien. La libertad, como dice Santo Tomás
radica en la voluntad, pero tiene como causa a la razón. Es por medio de ésta
(y de la fe -facultad también racional- en el caso de los creyentes), que
podemos acceder a la libertad: ‘La verdad
os hará libres’.
Cabe señalar que el
concepto de libertad pertenece a la filosofía práctica, al obrar (Ética,
Derecho, Política) en el que operan las categorías de bien y mal del que obra.
Y también pertenece al hacer (otras artes, bellas o no), en el que también
operan las categorías de bien o mal, pero no respecto ya del que obra, sino
respecto de la obra misma, en el caso que nos ocupa, la bellísima pieza musical
de Verdi.
Ahora bien, la
libertad, en modo alguno, puede ser la única verdad, pues resultarían ya
falsedades, ya expresiones sin sentido, todas las proposiciones de los saberes
teóricos. Pero ni aún en el saber práctico resulta la libertad la única verdad,
como ya lo adelanté. Así como el primer principio de las ciencias teóricas es
el de no contradicción, en las ciencias prácticas, el primer principio es ‘Debe hacerse el bien y evitarse el mal’.
El procurar y defender la libertad, es un principio subordinado, como otros,
tales, por ejemplo, que el hombre es social por naturalezas (no por contrato
alguno), buscar la verdad y evitar la ignorancia, no dañar a otro, dar a cada
uno su derecho, etc., etc. Por lo demás, si la libertad fuera la única verdad,
nadie debería ir preso.
¿Pero de qué libertad
hablamos? Porque Montesquieu, pilar fundamental del liberalismo, en De l’esprit des lois. (Del espíritu de las leyes), nos dice que
hay muchas y diversas maneras de entender la libertad, por caso, recuerdo, dice
que para los rusos la libertad es dejarse la barba, etc. Entre nosotros, para
Juan Bautista Alberdi, el oro es la libertad (América, pág.379) Desde luego que el oro, el dinero, o los medios
son necesarios para la vida humana. Pero profundicemos esto según las
expresiones de Verdi y Alberdi. La exaltación de la libertad como la única
verdad, recuerda el certerísimo aserto de Goethe en Shakespeare und Kein Ende (Shakespeare
y ningún final): -cito de memoria- ‘Yo
quiero es el Dios de la época moderna’ (o, también puede traducirse por ‘actual’) Y ya que menciono a
Shakespeare, la exaltación alberdiana de la libertad como el oro, merece la
descalificación que el genial dramaturgo y poeta inglés le propina al dinero en
Timón de Atenas: ‘gran puta de la humanidad’.
Para un cristiano,
¿Jesucristo no es verdad, no es acaso la máxima verdad? ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’ …
En síntesis, es obra de
excelsa belleza, el Canto a la libertad, de Verdi, pero su pretensión de que la
libertad es la única verdad constituye un mayúsculo dislate, que no debe
dejarse pasar por alto.