No, democracia del miedo
Brújula cotidiana,
04-03-2021
La Presidenta de
la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirma que “estamos entrando en una
era de pandemias” y que incluso después del Covid “el riesgo sigue existiendo”.
Pero la realidad es que las pandemias –como la española, la asiática, etc.-
siempre han estado ahí. Siempre ha habido pandemias, pero no han perturbado la
existencia como lo hacen hoy. La democracia del miedo es el nuevo escenario que
nos espera: quien sea capaz de aterrorizar a las masas estará al mando.
En el mundo las
únicas cosas seguras son la muerte y los impuestos. Y ahora podemos añadir las
pandemias. Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, ha
declarado al Financial Times: “Estamos entrando en una era de pandemias. Si nos
fijamos en lo que ha ocurrido en los últimos años, con el VIH, el Ébola, el
MERS y el Sars, fueron epidemias que pudieron contenerse, pero no podemos
pensar que todo se ha acabado una vez que hayamos superado el Covid-19. El
riesgo sigue existiendo”.
Von der Leyen dice
que “estamos entrando en una era de pandemias”, pero la realidad es que nunca
hemos salido de ella. Recordemos, entre las más mortíferas, la gripe española
(1918-1920) con 50 millones de víctimas, la gripe asiática (1957) con dos
millones de muertos, la pandemia de 1968 que causó más de un millón de
víctimas, el VIH, virus que aún no ha desaparecido de nuestro planeta, con 25
millones de muertos, así como el Ébola (el recuento de muertes hasta 2016 ronda
los 11 mil). En definitiva, los virus letales siempre han acompañado nuestra
existencia, pero sin perturbarla como ha sucedido en el último año; de hecho
siguen haciéndolo aun teniendo muchas más herramientas que en el pasado para
combatirlos, y lo harán en el futuro. Así que no hay que asustarse.
En cambio, una
persona cualquiera, al escuchar las palabras de la Presidenta de la Comisión
Europea se siente comprensiblemente aterrorizada: entraremos en una era de
duración geológica de las pandemias, después del Covid nunca se volverá a la
normalidad porque “el riesgo se mantiene”. En resumen, la pesadilla viral
permanecerá durante generaciones. ¿Por qué ha hecho Von der Leyen estas
declaraciones? Desde luego, no para incentivar la investigación en Europa. Su
intención más bien parece ser sembrar el pánico.
Después de un año
de estrés emocional para la mitad del planeta (el sur del mundo tiene otros
problemas en los que pensar además del Covid) ¿qué persona sensata podría
considerar razonable aumentar aún más el índice de ansiedad de unos mil
millones de personas? Ninguna, y sin embargo la máxima representante de la UE
decide conscientemente escribir en uno de los periódicos más autorizados del
mundo una especie de remake de la película Profondo rosso en la que todos
figuramos como extras.
Pero, ¿por qué
sembrar el pánico? La tesis que parece cada vez más convincente es la que al
principio olía a conspiración y que ve en el miedo un útil instrumento de
control de masas. La democracia del miedo es el nuevo escenario que nos espera:
quien sea capaz de aterrorizar a las masas estará al mando. El virus del miedo
será la verdadera pandemia del futuro, un virus mucho más contagioso que el
Covid porque se transmite con palabras e imágenes, sus víctimas pueden ser
jóvenes y mayores, gente sencilla y culta.
El Covid se
acabará por sí mismo, por las vacunas, por la inmunidad natural adquirida o por
estas tres causas a la vez, pero para la señora Von der Leyen no tienen que
terminar el miedo y el chantaje ligados a él. Así que saca la bola de cristal y
predice un apocalipsis indefinido. Y las personas con sentido común se
preguntan: ¿pero cómo es posible que hasta hace un año las distintas pandemias
que se han producido nunca hayan perturbado nuestra vida y ahora, sin venir a
cuento, las futuras sean tan devastadoras como para obligarnos a disfrazarnos y
encerrarnos en casa para siempre? Algo no cuadra, parece evidente.
Pero no importa.
Los que tienen pánico no razonan, sino que obedecen para salvar el pellejo. Y
no llamemos “responsabilidad civil” a la observancia ciega de las medidas de
seguridad personal, porque, en la mayoría de los casos, quienes usan las
mascarillas, se desinfectan y guardan las distancias, lo hacen por ellos
mismos, no por los demás. Si esa tan cacareada “responsabilidad cívica”
estuviera tan extendida, todo el mundo pagaría impuestos, no intentaríamos
emular a Lewis Hamilton al conducir, no aparcaríamos en una zona prohibida y
mucho, mucho más.
No, es el miedo el
que nos impulsa porque el yo es la persona más querida para nosotros. La señora
Von der Leyen, y no sólo ella, lo ha entendido bien y por eso, como ahora se
está inyectando en el corazón de la gente algún anhelo esperanzador junto con
las vacunas, se corre inmediatamente a cortar de raíz tan repentina confianza,
advirtiendo que las pandemias siguen un movimiento perpetuo. Es necesario
entonces aplicar una estrategia de control de la conciencia de las masas
mediante la difusión, de forma cíclica e ininterrumpida, de dos estados de
ánimo colectivos: la ansiedad seguida de la esperanza. Amenazar y luego
tranquilizar, amenazar y luego tranquilizar. Por lo tanto, es esencial mantener
a unos y a otros siempre en la cuerda floja, pero teniendo cuidado de que la
cuerda no se rompa. El que tiene el antídoto contra el miedo es el mismo que lo
ha generado.