Soledad Blardone
Infobae, 9 de Mayo
de 2021
El médico Gustavo
Villar (51) sabe bien lo que es estar de los ‘dos lados del mostrador’. Le tocó
vivir al COVID-19 en carne propia y en la de sus padres con patologías
preexistentes, y además, atiende a cientos de pacientes que lo contactan a
través de la Fundación Respirar -entidad benéfica que dirige Alexis Doreski-
para ser tratados de manera gratuita con nebulizaciones de ibuprofeno inhalado.
Sin embargo, a pesar de los buenos resultados que se obtienen, todavía está a
la espera de que las autoridades sanitarias lo aprueben.
El año pasado, se
aisló durante 10 días ya que presentó síntomas leves compatibles con la
enfermedad. Pero hace dos semanas, le empezaron a doler las piernas y la cabeza
mientras atendía a sus pacientes. Pensó que el dolor muscular se debería a que
había estado haciendo esfuerzo físico pero, cuando se midió la saturación, el
valor estaba muy por debajo de lo normal: tenía 91, cuando lo normal es 98 o
más. Automáticamente, se dio cuenta de que se había contagiado y fue el momento
preciso para aplicarse el tratamiento que a diario le brinda a sus pacientes.
“Ese domingo,
había hecho esfuerzo físico y venía durmiendo mal, porque mi teléfono explota a
toda hora porque los pacientes que llaman por el tratamiento. Ese martes, tuve
dolor de cabeza y mialgias, así que me saturé y estaba en 91. Me quedé aislado,
me nebulicé y me recuperé. Me di cuenta del cuadro al cuarto día de evolución
y, con esa saturación tan baja, no hacía falta hacerme una tomografía porque
era obvio que estaba con una neumonía instalada”, le dijo a Infobae.
“La misma noche
que me di cuenta de que estaba contagiado, me hice cuatro nebulizaciones con
ibuprofeno y mi saturación subió a 96. Justamente, a la noche es cuando el
cortisol plasmático baja y los pacientes empeoran. El resto de los días saturé
entre 94 y 95, me nebulicé durante 6 días y me recuperé. Ahora, sigo con
tratamiento preventivo y me hago una nebulización diaria para terminar de
desinflamar el pulmón. Por eso, el ibuprofeno inhalatorio también puede usarse
para la recuperación del tejido pulmonar en aquellos pacientes que han superado
el COVID-10, pero han quedado con los pulmones con fibrosis, que es una de las
principales secuelas de esta enfermedad”, explicó.
Una de las
complicaciones más temidas por COVID-19 son las cardiológicas. Al principio del
cuadro, Gustavo desarrolló una miocarditis, pero con la medicación oral que se
suministró la pudo controlar. Dijo que nunca sintió miedo y que confío en el
tratamiento porque lo uso a diario, incluso en pacientes añosos. “Nebulicé a
pacientes de 92 años con neumonía por COVID-19 y hoy están bien”, indicó.
Mientras se
recuperaba, aislado en su habitación y haciéndose las nebulizaciones, estaba
contento porque veía que evolucionaba favorablemente pero, por otro lado, se
sentía triste y contrariado por no poder ayudar a muchas personas en su misma
situación.
“Me quedé con una
sensación ambigua, porque sentía que yo tengo algo que los demás no tienen. Mi
habitación está frente a una de las Unidades de Pronta Atención (UPA) y, por la
ventana, veía permanentemente la llegada de las ambulancias... Me ponía a
pensar que, teniendo el producto en mis manos, no puedo ayudar a nadie porque
no nos dejan entrar a los hospitales, ya que aún no lo aprobaron. Es una
sensación muy fea. El tratamiento tiene un muy buen perfil de seguridad y de
respuesta”, aseguró.
Hace un año,
Gustavo dejó su anterior trabajo por convicción propia y hoy integra la
Fundación Respirar, donde apoya el proyecto de ibuprofeno nebulizable, un
tratamiento pendiente de aprobación por la ANMAT y que mostró buenos resultados
en los más de 10 mil pacientes que ya la recibieron. La persona es tratada en
su domicilio y se aplica para normalizar la saturación del oxígeno en sangre.
“Hoy, veo que las
evoluciones son mucho más rápidas que el año pasado y que los contagiados son
más jóvenes. Tuve pacientes internados con 40 años y uno falleció con 45.
Presentaba una patología respiratoria previa y cuando comenzó el tratamiento ya
era tarde. El mejor momento para aplicarlo es al inicio de la enfermedad,
apenas das positivo. También, puede hacerse de manera preventiva en personas
con factores de riesgo, y se realiza con una baja cantidad de nebulizaciones”,
dijo.
“Ayer, le di el
alta a un matrimonio mayor que se contagió de COVID-19 y me contactó hace 10
días. El hombre tiene 72 años, es diabético tipo II y padece de enfisema.
Desarrolló un cuadro de neumonía bilateral: tenía la saturación en 86 y la
ambulancia no llegaba por el colapso del sistema. A los dos, los saqué adelante
con las inhalaciones de ibuprofeno nebulizable. Ahora, solo tienen que hacerse
los controles, pero ya están perfectamente recuperados”, indicó.
En enero pasado,
sus padres también se convirtieron en sus pacientes, luego de haber recorrido
algunos sanatorios para realizarse todos los chequeos de control anual que la
cuarentena no les había permitido hacerse.
“Ambos tuvieron
problemas importantes en la saturación. Además, uno estuvo con problemas
gastrointestinales, dolores musculares y febrícula. El otro, tuvo un leve
resfrío, un poco de mucosidad nasal y febrícula. Los llevé rápido a hisopar y
dieron negativo, pero empezaron a saturar mal en su casa. Así que los consideré
como un falso negativo y los traté con ibuprofeno. Cuando los auscultaba,
escuchaba ruidos pulmonares bilaterales. Desarrollaron neumonía, pero con el
tratamiento no hubo necesidad de internarlos, ni tuve que conseguirles oxígeno
suplementario, porque los levanté con las nebulizaciones”, expresó.
A pesar de que los
médicos tienen prioridad en la vacunación por integrar uno de los grupos de
riesgo, Gustavo eligió no inocularse y ni siquiera se anotó para recibirla. “No
estoy vacunado porque estadísticamente no soy población de riesgo y, además,
tengo una alternativa válida para tratarme, cuya eficacia quedó demostrada
cuando me contagié. Esa vacuna tiene que ir al brazo de un anciano, no al mío.
No es para mí, aunque sea médico. Hay una prioridad, que es vacunar a la gente
grande y con factores de riesgo”, disparó.
El profesional
advierte que, con las nuevas cepas, los cuadros actuales evolucionan mucho más
rápido, a diferencia de lo que ocurría el año pasado.
“Antes, tenías una
semana para mandar a una persona el respirador. Ahora, los pacientes empeoran
en 4 días, son más jóvenes y colapsan el sistema de salud. Por eso, con el uso
del ibuprofeno inhalatorio el sistema podría descomprimirse, ya que no es una
cura pero es una herramienta para aplicar de manera masiva, barata, de fácil
traslado y sin necesidad de refrigeración. Es una ventaja para un país pobre
como el nuestro. Nosotros monitoreamos la evolución del paciente, así que
termina siendo una internación domiciliaria con monitoreo diario y a distancia,
pero de modo contínuo”, destacó.
El testeo y la
consulta a tiempo resultan ser clave en el pronóstico favorable de estos
cuadros. Sin embargo, Gustavo lamenta que muchos de sus colegas aún les sigan
diciendo a la personas que presentan síntomas que se queden en sus casas, que
les receten paracetamol -una droga que, dice, no debe utilizarse para estos
casos y que solo baja la fiebre- y que les recomienden volverlos a llamar solo
en caso de que tengan dificultad para respirar. Actuar rápido y, de ser
necesario, recibir este tratamiento lo antes posible, es indispensable para la
recuperación.
“Veo a pacientes
que tienen 86 de saturación y, después de la primera aplicación, suben a 98 (el
valor normal). Antes, se mejoraban solo con 4 nebulizaciones diarias y ahora
estamos viendo que la gente no consulta o, lo hace muy tarde. Esta es una
patología silenciosa: hay personas que solo tienen 85 de saturación y están
hablando como si nada. En esos casos, los que tienen suerte son los que
levantan fiebre, porque esa es la señal de alerta que los lleva a consultar”,
dijo.
El médico lucha
porque las autoridades le presten atención al tratamiento que propone, ya que
sostiene que puede cambiar la historia de la pandemia porque es fácil de
aplicar, cualquier persona lo puede usar en su casa y es gratuito. Equivale a
la atención primaria de la salud y, así, el sistema sanitario podría
descomprimirse porque el paciente se puede nebulizar en su domicilio, sin la
necesidad de estar internado.
“Entiendo que la
mejor evidencia se haga con el estudio doble ciego randomizado y con todos los
chiches pero... estamos en pandemia. ¡La gente se está muriendo ahogada y se
está muriendo ahora! Lo que viene es muy feo... La falta de oxígeno, los hospitales
colapsados, los médicos que ya no dan más y que hace un año no tienen
vacaciones... Es la tormenta perfecta. Con esto, se pueden descomprimir las
terapias intensivas y las guardias. Tenemos algo en la mano que puede ser una
herramienta invaluable y lo vimos en todas las provincias que lo usaron. Es un
producto que puede cambiar la historia de la pandemia. Estoy muy convencido
porque, además de usarlo con los pacientes, lo usé conmigo, con mis padres y
con mis amigos”, afirmó.
Alexis Doreski,
director asociado de la Fundación Respirar, y Gustavo Villar, integrante de esa
institución, junto a Marisol San Román, la "paciente 130", que se
contagió en Madrid, España, por compartir un lápiz labial con una amiga el 10
de marzo de 2020
Alexis Doreski, director
asociado de la Fundación Respirar, y Gustavo Villar, integrante de esa
institución, junto a Marisol San Román, la "paciente 130", que se
contagió en Madrid, España, por compartir un lápiz labial con una amiga el 10
de marzo de 2020
A pesar de que un
paciente internado pueda expresar su deseo de recibir el tratamiento o, en el
caso de que la persona se encuentre conectada a un respirador y sus familiares
se presenten con el consentimiento informado, no hay manera posible de que el
profesional pueda ingresar a los hospitales para hacer las nebulizaciones,
mientras no se apruebe su uso.
“El paciente tiene
que ser diagnosticado lo más pronto posible, para hacer un tratamiento rápido y
que pueda ser ambulatorio en la casa. Ese es el gran error de la pandemia: no
hay nada para hacer en el domicilio. Pero nos dicen que si no hay evidencia
científica del tratamiento, nosotros no podemos hacer nada... Entonces, ¿solo
hay que esperar en la puerta del hospital a que llegue la gente contagiada? No
puedo creer que muchos de mis colegas piensen que, es peor nebulizar a un
paciente, que dejarlo morir”, sostuvo.
“Un colega de 59
años fue inoculado con dos dosis de Sputnik, está intubado hace 15 días en un
hospital de la Ciudad y no nos dejan entrar a nebulizarlo. ¡Ni siquiera nos
dejan nebulizar a un colega! Cuando la medicina basada en la evidencia te
suelta la mano, no podés no hacer nada. La gente se muere ahora y no nos dejan
entrar en ningún hospital, aunque el familiar vaya con las ampollas y el
consentimiento informado en la mano”, afirmó. “El tratamiento es gratuito. Lo
dona la fundación y no tiene costo. Nunca se pensó en lucrar con esto. Tratamos
de que no se interne a los pacientes, porque después no podemos entrar a los
hospitales a nebulizarlos”.
Finalmente, el
profesional de la salud indicó que la Argentina no tiene experiencia en el uso
compasivo de medicamentos y que es la primera vez que nos enfrentamos a una
pandemia.
“Muy pocas
provincias han firmado el uso compasivo ampliado de este tratamiento. Para
momentos esenciales, se necesitan medidas espectaculares. Hay que hacer algo
rápido: o nos demuestran que ésto no sirve, o nos dicen que lo hagamos. Pero
mientras tanto, la gente se muere en los hospitales. Los muertos no tienen
dosis tóxicas: si están preocupados por lo mal que les puede hacer un fármaco,
primero deberían ocuparse de que el paciente no se muera”, finalizó Gustavo
Villar.