sobre fetos abortados: ¡despierta, no es un
mal remoto!
Brújula cotidiana,
14-06-2021
La epidemia ha
revelado realidades ocultas, aunque hay quienes llevan años denunciando la
relación entre el aborto y la experimentación médica. Basta recordar la
investigación de CMP en la que la empleada de una empresa intermediaria entre
Planned Parenthood y los laboratorios de investigación describió pequeños
cuerpos, en algunos casos aún vitales, desmembrados con fórceps y vendidos. “Al
feto le latía el corazón, le arrancamos el cerebro, entendí de que ya no podía
trabajar para esa empresa... aunque esto pudiera ayudar a curar alguna
enfermedad”. En la actualidad, Fauci también financia estudios en los que el
cuero cabelludo de pequeños fetos muertos se coloca en la espalda de ratones.
¿Podemos aceptar todo esto en nombre de la salud?
Se oye
insistentemente que, dado que no solo se han obtenido vacunas contra Covid,
sino varios medicamentos en el mercado a partir de investigaciones sobre fetos
abortados voluntariamente entregados a los laboratorios, quienes se oponen a la
vacunación deben, para ser coherentes, negarse a ser tratados incluso con esos
medicamentos. De hecho, es así: estos medicamentos no pueden ser la excusa para
utilizar vacunas sin plantear el más mínimo problema de conciencia en ambos
casos. Efectivamente, hay que decir que la epidemia en curso ha revelado muchas
realidades ocultas, aunque en América hay quienes llevan años gritando el
escándalo y quienes, por haber probado la relación entre aborto y
experimentación médica, están sufriendo devastadoras consecuencias judiciales.
De hecho, los culpables de la venta de órganos fetales, prohibida en Estados
Unidos, se protegen hablando de dinero recibido por “donación” y “reembolso”.
Más allá del caso
jurídico, realmente vale la pena entender la matanza en curso para entender que
no se puede combatir el aborto para luego usar sus frutos, como señaló a la
Nueva Brújula el médico y teólogo dominicano León Pereira: en verano de 2015,
el Centro de Medical Progress (CMP), liderado por David Daleiden, lanzó el
primer video de una serie “encubierta”, en la que la directora de servicios
médicos del gigante del aborto Planned Parenthood, Deborah Nucatola, admitió
mientras bebía vino tinto frente al comprador falso: “Mucha gente quiere
corazones intactos”, así que “bajo la guía del ecógrafo, [los médicos] sabrán
dónde están poniendo sus fórceps (instrumento utilizado para desmembrar bebés
en el útero aún vivos, n. de la r.), sí, intentan intencionalmente ir por
encima y por debajo del pecho, ya sabes, así que somos muy buenos para
conseguir corazón, pulmones e hígado”. Nucatola aclaró que los costos de cada
“muestra” eran “entre 30 y 100 dólares”.
En un segundo
video, que apareció la semana siguiente al primero, Mary Gatter, jefa de la
junta de directores de salud de Planned Parenthood, también sentada a la mesa
de un restaurante, habló de “75 dólares por muestra”, dejando en claro que “no
queremos estar en la posición de ser acusados de vender tejidos”, sin embargo
la suma “ofrecida” “debe ser lo suficientemente alta para que valga la pena”.
En este caso, como en el anterior, se hablaba de técnicas de aborto (parto
parcial) entonces prohibidas por la ley. Entonces surgió el cinismo de este negocio
con Gatter, quien entre risas le dijo a su colega que si la negociación tenía
éxito “quiero un Lamborghini”.
Durante la
investigación, también se filmó a una empleada de StemExpress (que vende
material de investigación a laboratorios), Holly O'Donnell, que explicaba que
el trabajo de la empresa es “diseccionar fetos abortados y vender los órganos a
los investigadores”. A cambio, Planned Parenthood “recibe parte del dinero”,
hablamos de “200 y 300 dólares” por feto. La empleada continuó: “Básicamente se
trata de tráfico de tejidos fetales”. O'Donnell también dijo el primer día de
trabajo: “Esto es una cabeza. Esto es un brazo. Esto es una pierna”, dijeron
mostrándole un cadáver y cuando se desmayó de la impresión le pidieron que se
calmara, aunque “muchos simplemente no pueden superarlo”, aclararon los
compañeros. Las cámaras, que ingresaron al laboratorio de la empresa, mostraron
en un video luego retirado por orden judicial, los pedazos de las niñas
abortadas mientras un médico, apuntando a un riñón pequeño, comentaba su
calidad: “¡Cinco estrellas!”.
Luego O'Donnell
describió a CMP el recuerdo de una niña que “tenía la cara, no estaba del todo
rota, su nariz era muy pronunciada, tenía párpados, su boca era pronunciada”.
Dado que el feto estaba tan intacto, dijo un colega, “esto parece un feto
realmente bueno”. O'Donnell pasó a describir al médico que comenzó a “cortar la
barbilla inferior del feto con un par de tijeras”. Aunque no quería participar,
finalmente lo ayudó a cortar la cabeza antes de que le extrajeran el cerebro.
Luego le pidieron que tirara a la bebé, pero, debido a su tamaño, no pudo
colocarla en el cesto de la basura: “Recuerdo que tenía a aquella niña en mis
manos cuando nadie me estaba mirando, yo lloraba, y la volví a meter en el contenedor”.
Toda la
investigación estadounidense se llevó a cabo sobre la base de la acusación de
comprar y vender fetos que, según la defensa, en cambio eran donados. Pero, de
hecho, más allá de los detalles legales, está claro lo que todavía ocurre hoy en
los centros de investigación. Aquellos de los que nacen medicamentos y vacunas.
Seguir afirmando que es legítimo utilizar los productos de esta carnicería para
prevenir una enfermedad o en caso de riesgo de vida (que en Covid es real solo
para una determinada categoría de personas y no para toda la población) conduce
a no ver con claridad la verdad sobre qué medicamentos (y en algunos casos
incluso vacunas) se fabrican de esta manera, para continuar tolerando un mal
que es todo menos remoto.
Posteriormente
O'Donnell confesó a la CMP de cuando una colega suya colocó el instrumento con
el que se desgarran los órganos fetales en el corazón de un cuerpecito: “¡Su
corazón late!”, le dijo O'Donnell. Y la colega respondió: “Podemos sacar mucho
de este feto”, luego le ordenó que le arrancara el cerebro: “Ni siquiera puedo
describir cómo se siente, pero ese fue el momento en que me di cuenta de que ya
no podía trabajar para esa empresa... aunque esto pudiera ayudar a curar alguna
enfermedad”.
Evidentemente,
tras la investigación, el negocio detrás de los abortos no se detuvo, todo lo
contrario. Un nuevo video del CMP describió una investigación sobre los restos
de bebés asesinados en el útero en Planned Parenthood. Investigación financiada
con millones de dólares de la oficina del NIAID de Anthony Fauci (parte del
National Institutes of Health) de la Universidad de Pittsburgh. Gracias a esto,
los científicos de la universidad pudieron colocar el cuero cabelludo de estos
bebés abortados a los 5 meses de edad en el lomo de ratas de laboratorio: las
imágenes muestran el pelo que crece en el lomo de las ratas y no sobre los
bebés asesinados recientemente.
Puedes ceder a la
vacuna porque estás obligado, puedes hacer una distinción por las categorías
realmente en riesgo de muerte, pero no puedes predicar a la ligera la licencia
en ningún caso del uso de medicamentos y vacunas obtenidas de esta manera,
guardando silencio sobre la gravedad de la administración masiva (que involucra
incluso a los más pequeños que no corren ningún riesgo) y sobre la presencia de
tratamientos incluso ignorados. De lo contrario, ¿cómo no puede esto “implicar
en modo alguno una aprobación moral del uso de líneas celulares originadas en
fetos abortados”, como pide la nota reciente de la Congregación para la
Doctrina de la Fe? ¿Y cómo luchar para exigir transparencia en los medicamentos
y “producir, aprobar, distribuir y ofrecer vacunas éticamente aceptables que no
creen problemas de conciencia” si aceptamos la vacunación masiva silenciando
las conciencias afirmando que en todo caso es un mal remoto?