Por Carlos Esteban
Infovaticana | 21
junio, 2021
El
Papa Francisco reconoció este sábado 19 de junio las virtudes heroicas
-declarándolo venerable- del político francés y padre fundador de la Unión
Europea, Robert Schuman, iniciando así el itinerario que puede o no acabar en
su canonización.
Hay santos cuyo
reconocimiento oficial por parte de la Iglesia responde exclusivamente a
características únicas y personales, a una imitación de Cristo que transciende
sus vidas y atrae a otros en el mismo camino. Y luego hay otros en los que, a
la vez que se les reconoce como venerables, beatos o santos, la Iglesia los
aprovecha al menos en parte para bendecir también su obra, ya sea una nueva
congregación o un país o una institución de cualquier tipo. En el caso de
Schuman, arquitecto de lo que hoy es la Unión Europea, es razonable concluir
que el Santo Padre está bendiciendo el ‘club’ de países que está en curso de
convertirse en un ‘megaestado’.
En la nota
biográfica distribuida por la Congregación para las Causas de los Santos se
destaca que el Siervo de Dios Robert Schuman “vivió la virtud de la fe como una
dimensión totalizante. Adoptó la decisión de dedicarse a la política como un
acto de obediencia a la voluntad de Dios”.
“La fe nutrió y
sostuvo su impulso a trabajar por una Europa unida y reconciliada. La
participación cotidiana en la Eucaristía, recogida y silenciosa, suscitaba
maravilla y admiración en cuantos lo conocieron”.
Robert Schuman,
incluso en el período de mayor compromiso político (fue ministro de Finanzas,
de Asuntos Exteriores y de Justicia en el gobierno francés), “visitaba con
regularidad el Santísimo Sacramento” y “el sacramento de la reconciliación”.
Era un hombre “de oración personal y litúrgica, celebraba regularmente la
liturgia de las Horas”.
También era asiduo
“a la meditación cotidiana de la Escritura, así como de la oración del Rosario.
Un aspecto particular y característico de la espiritualidad de Schuman fue su
amor hacia las grandes abadías, donde trataba de refugiarse para acogerse a
períodos de meditación y de oración”.
Como político,
Robert Schuman era un “hombre de gobierno al servicio de un Estado laico”.
Schuman “respetaba plenamente la laicidad del Estado, pero nunca aceptó actuar
contra su conciencia, formada en la obediencia a los mandamientos de Dios y a
la ley de la Iglesia”.