John Marulanda
El ojo digital, 12
de Agosto de 2021
Amanecemos cada
día con noticias referidas a los extremistas talibanes que, sistemáticamente,
se hacen del control de las ciudades afganas. Ahora que las tropas
estadounidenses se retiran de Afganistán, los talibanes recuperan el poder que
les había sido reducido gracias a las acciones de la alianza armada
internacional que allí intervino.
A unos 15 mil kilómetros de distancia,
aproximadamente, el cultivo y la producción de sustancias ilegales, consumidas
mayormente por estadounidenses y europeos, parecen marcar la agenda política de
ese país asiático, de sus regiones circunvecinas, y la de Colombia.
Un estudio del
sociólogo francés Alain Labrousse -intitulado 'Geopolítica de las drogas' y que
fuera publicado en 2011- mostró un interesante parangón entre los talibanes de
Afganistán y las FARC de Colombia. Uno de los puntos expuestos por Labrousse es
que, tanto los talibanes como las FARC, utilizaban el opio extraído de los
cultivos de la adormidera y la cocaína que procesan de los cultivos de coca,
como arma política para el logro de sus propósitos. Los talibanes y las FARC
administran y utilizan la dinámica geopolítica de las drogas ilícitas para
tejer alianzas, siempre regidas por el interés material pero justificadas como
necesarias para su lucha política. Otro interesante documento de la académica
Ángela María Puentes ('El opio de los Talibán y la coca de las Farc') comparte
un estudio comparativo que adquiere particular vigencia, ahora que el Talibán
está ganando la lucha armada por el poder y que las FARC insisten en utilizar
la violencia narco como complemento para sus logros políticos, consecuencia del
negociado habanero.
En Colombia,
combinando todas las formas de lucha como lo ordena su manual, los comunistas
farcianos -en alianza con otras organizaciones 'progres'- avanzan al paso del
aumento de la producción de cocaína, ante la impotencia del gobierno por
decidirse a fumigar, asustado por las consecuencias inmediatas que, además de
la protesta social violenta y manipulada por narcotraficantes, involucra la
crítica y la presión de una gran cantidad de medios de comunicación, de ONGs y
de personajes de la farándula de los derechos humanos y las protecciones
ancestrales, a quienes el destino de Colombia, en rigor, les importa muy poco.
Hoy, es evidente
lo que se había advertido, esto es, que los vándalos de la llamada primera
línea están siendo alquilados para la barbarie y la destrucción y pagados con
dinero del narcotráfico. Es claro que la droga sigue siendo el principal
combustible de lo que escritores imaginativos unos, prosaicos otros, y
comunicadores también alquilados o interesados, llaman la 'protesta social
pacífica'. Grave error el de los alcaldes de Bogotá, Cali y Medellín, el haber
legitimado políticamente estas organizaciones impelidas por una ideología de odio
y destrucción y que entrenan a sus imberbes fanáticos en el uso del machete.
Mientras los talibanes avanzan inexorablemente hacia Kabul, en Bogotá, dos
meses de paro violento se disolvieron como una gota de tinta en un vaso de
agua, dejando una mancha que no alcanza a detener el maltrecho avance del país
debido a la pandemia, pero que previene un feo sabor que todo el país repele.
Se recrudece la
violencia del país islámico, con unos 38 millones de habitantes (Colombia tiene
más de 50 millones de ciudadanos) y 650 kilómetros cuadrados de extensión
(Colombia contabiliza poco más mas de dos millones) y el contrabando de opio
empieza a aumentar. En Colombia, se registra hoy una producción histórica de
cocaína, brotando la violencia por los cuatro puntos cardinales. En apariencia,
Alá y Jesucristo concurren en este desajuste que no puede ir a bien.
Cabe preguntarse
si Washington -al abandonar Afganistán, una de las fronteras lejanas de su
geoestratégica global- y dejándole de paso la plaza a China, pondrá mayor
interés en su frontera cercana de la geopolítica regional, y si acaso afinará
sus sistemas de presión sobre países como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Estas
naciones, además del narcotráfico, sirven de cabeza de playa a sus rivales
China, Rusia y a Irán, su enemigo.
Sobre John
Marulanda
Licenciado en
Filosofía e Historia de la Universidad Santo Tomás de Aquino, y Abogado de la
Universidad de la Gran Colombia, Marulanda se desempeña como consultor
internacional en seguridad y defensa. Es Coronel (R) del Ejército de Colombia.