quiere imponernos
un Gran Hermano Verde
Luca Volonté
Brújula cotidiana,
1-11-2021
El
eco-imperialismo, con demonios y brujas entre sus adeptos, aplastará todo y a
todos. Manteniendo el “espíritu” de la ocasión, la COP 26 comenzó el día de
Halloween (31 de octubre) en Glasgow, Escocia. Desde entonces, miles de
políticos, burócratas, periodistas y activistas intentan asustar al mundo para
que tome medidas inmediatas y drásticas para controlar el “cambio climático
provocado por el hombre”.
Y hay más: el
pasado 4 de noviembre, el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, que siempre
ha sido un empresario comprometido y promotor del dogma ecologista, dejó
escapar durante una entrevista con la cadena estadounidense MSNBC, la noticia
de la creación de una nueva tecnología (Climate TRACE) que controlará las
emisiones de gases de efecto invernadero en todo el planeta. Según Gore, este
nuevo “gran hermano verde” será capaz de rastrear las “identidades” de los
“responsables” de las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Obtenemos los
datos de 300 satélites existentes, más de 11. 000 sensores en tierra, en el
aire y en el mar, múltiples flujos de datos en Internet y el uso de la
inteligencia artificial... ahora podemos determinar con precisión de dónde proceden
las emisiones de gases de efecto invernadero”, ha subrayado Al Gore, que
continúa así: “El año que viene vamos a llegar al nivel de cada central
eléctrica, refinería, cada barco de grandes dimensiones, cada avión, cada
vertedero y vamos a tener las identidades de los responsables de cada uno de
esos flujos de emisiones de gases de efecto invernadero. Y si los inversores, o
los gobiernos, o los activistas de la sociedad civil quieren hacerles rendir
cuentas, van a tener la información en la que basar su acción para hacerles
responsables”.
Estamos a unos
meses de que el Gran Hermano Verde vigile, identifique y envíe pruebas para
condenar al ecologismo. ¿Enciendes una hoguera en la montaña con madera
encontrada en el bosque? ¿Tu vaca contamina con el amoníaco de sus propios
excrementos o con el metano que emite al aire? ¡A la cárcel! Esta elección
de amenazas, palabras y prioridades no reconoce la simple realidad: la escasez
de energía y alimentos está empeorando para el 99% de los hombres y mujeres del
planeta. La mayoría de las “soluciones” de Glasgow no sólo son la antítesis del
respeto a la dignidad humana, sino también lo contrario de todo sentido común
ecológico.
La propia “Agencia
Internacional de la Energía” ha tenido que reconocer que cualquier “transición”
de los combustibles fósiles a la energía “limpia, sostenible y renovable”
requerirá enormes cantidades de metales, minerales y otros materiales. Los
coches eléctricos necesitan tres veces más cobre que los vehículos de gasolina;
las turbinas eólicas terrestres, por ejemplo, requieren nueve veces más
materiales por megavatio que las centrales de cogeneración de gas. Sin embargo,
los fanáticos del clima que se reúnen en Glasgow para bloquear carreteras,
asaltar edificios públicos o manifestarse en ciudades de todo el mundo para
exigir medidas inmediatas y draconianas, planean sabotear oleoductos y no
tienen intención de ser mineros, siderúrgicos o conducir camiones cargados de
cobre-cobalto-níquel (esencial para la energía “verde”).
La conferencia
climática de la ONU ignora la privación de energía, el desempleo, el bajo nivel
de vida, la enfermedad rampante, la agricultura primitiva y la muerte prematura
que esta tiranía climática ecoimperialista perpetuará. A los burócratas y a
los extremistas del clima les importan poco las muertes fuera de su círculo
ilustrado; al fin y al cabo, su decálogo incluye el mandamiento maltusiano. No
es casualidad que el 1% que quiere encadenarnos a sus caprichos ecologistas no
se considere obligado por las normas de comportamiento que nos quieren imponer.
Desde esta
perspectiva, el papel de Greta Thunberg sólo puede entenderse teniendo en
cuenta la desproporcionada cantidad de dinero que ha acumulado en pocos años:
cuantas más protestas absurdas se griten en las calles contra los gobiernos,
mayor será la posibilidad de que éstos decidan medidas y controles draconianos
que afecten a cientos de millones de habitantes del planeta. Y todo ello sin
perjudicar los intereses multimillonarios de los nuevos “amos del mundo”.