el narcótico que prolifera en Oriente Medio
Nicole Robinson
El Ojo Digital, 13
de abril de 2022
La palabra
Captagon remite, de algún modo, a la designación de una substancia salida de
una novela de ciencia ficción.
Originalmente
desarrollada como una píldora para combatir la narcolepsia y los desórdenes
emparentados con el déficit de atención y la hiperactividad, Captagon -conocido
como fenetilina- es un compuesto narcótico prohibido en los años ochenta pero
que, desde entonces, vio su popularidad incrementarse en Oriente Medio.
El comercio de la
substancia se calcula en unos US$ 5 mil millones anuales, y financia en forma
directa al régimen de al-Assad en Siria, y al grupo Hezbolá en el Líbano.
Captagon está convirtiendo a Siria en un narcoestado. De acuerdo al Centro de Análisis Operacional e
Investigativo, con base en Chipre, las autoridades fuera de Siria han
confiscado un total de US$ 3.4 mil millones en Captagon, sólo en 2020.
Resulta complejo
identificar los ingresos totales que representan beneficios para Basher
al-Assad, sin embargo. Pero una cosa es clara: el Captagon es tan lucrativo
como peligroso.
Este subconsorcio
del narcotráfico es tutelado por hombres de negocios vinculados al régimen de
al-Assad, por socios íntimos del hombre fuerte de Siria, y también por
integrantes de su circuito familiar. Mahar Assad, el más joven entre los
hermanos del mandatario sirio, y el Mayor General Ghassan Bilal emplean en
fuerzzas de élite de la Cuarta División del Ejército Sirio para proteger las
factorías del producto, y para garantizar salvoconducto para el mismo en el
seno de Siria y a lo largo de las fronteras de este país.
Siria, no
obstante, no está sola al momento de propiciar la exportación de la droga, notoriamente
adictiva. Funestos actores como el Estado Islámico y Hezbolá también producen y
contrabandean Captagon hacia sus clientes en los Estados árabes del Golfo y
hacia Europa, para financiar actividades terroristas.
En Italia, se
confiscó -durante 2020- una carga de Captagon con un valor al menudeo de EUR
1.6 mil millones. Se creyó entonces que la substancia había sido producida en
suelo sirio por el régimen de al-Assad, y por el Hezbolá libanés.
Por lo general,
las píldoras son contrabandeadas confundiéndose con saquitos de té y despachos
de indumentaria. En mayo de 2020 las autoridades sauditas detectaron frutas que
habían sido vaciadas para insertar las pastillas en su interior. Ese fue apenas
uno de los seis operativos de confiscación exitosos ejecutados por las
autoridades de Arabia Saudí, cada mes.
En lo que consignó
un esfuerzo oficial para combatir el flagelo, Riad prohibió los envíos de
frutas y verduras desde el Líbano en diciembre pasado. Arabia Saudí es el
segundo destino más importante para las exportaciones libanesas, y un nodo
crítico para el tránsito hacia otros mercados del cuadrante del Golfo. La
prohibición de estos productos libaneses provocará un notable perjuicio a la
economía de Beirut, ya de por sí inmersa en un estado de colapso.
Asimismo, el
Captagon está propiciando desestabilización entre socios de los Estados Unidos
que comparten fronteras con Siria y el Líbano. Jordania, por ejemplo, se ha
encontrado en la poco confortable posición de ser un inevitable nodo de
tránsito para el contrabando de la substancia, desde Siria hasta el Golfo
Arabe.
En enero pasado,
27 contrabandistas de nacionalidad siria fueron asesinados por fuerzas
fronterizas jordanas; ello sucedió al registrarse un tiroteo con armas de
fuego, en oportunidad de intentar los malhechores ingresar a territorio del
reino.
No obstante, no
fue ese el primer incidente vinculado al contrabando de estupefacientes, para
los guardias fronterizos jordanos. Desde 2020, Jordania ha informado una cifra
creciente de enfrentamientos con contrabandistas que se vuelven cada vez más
sofisticados, empleando éstos tecnología con drones para evitar cruzar las
fronteras, y recurriendo también a los oficios de grupos armados para
garantizar el movimiento de la peligrosa mercadería.
En tal sentido, el
contrabando de Captagon consigna una marcada preocupación de seguridad para
Jordania; aunque también representa un impacto sumamente negativo para
comunidades cuya proximidad con las rutas del contrabando del producto permiten
un acceso más sencillo.
Toda vez que las
estadísticas disponibles son escasas, funcionarios del gobierno en Jordania e
Irak han advertido que la cifra de casos de adicción a Captagon evidencian un
impactante crecimiento, particularmente entre jóvenes árabes.
Quienes abusan de
Captagon van desde adultos jóvenes que se proponen bailar toda la noche sin dar
señales de cansancio -en las denominadas fiestas electrónicas-, hasta
milicianos que combaten para el Estado Islámico.
Existe, sin
embargo, otro estrato societario que abusa del Captagon entre otras drogas como
el khat o el cannabis, a efectos de lidiar con la recurrente fractura de clases
y con las condiciones socioeconómicas cuyo deterioro es hoy inocultable.
Amén de las
motivaciones, los niveles crecientes de consumo de Captagon entre árabes
jóvenes observan un impacto perdurable en la región, misma que hoy lleva
adelante un duro combate contra la inestabilidad económica -propiciada por la
guerra civil siria y por la pandemia de COVID-19.
Así las cosas, la epidemia de opiáceos en los Estados
Unidos de América se ha cobrado ya la vida de casi un millón de personas, desde
fines de los años noventa.
Numerosos consumidores, sobre todo quienes desarrollan tolerancia ante esas
drogas, complementan su dosis mezclándola con otros productos de alta
peligrosidad. Fenómeno con capacidad para evidenciar una amplificación en
Oriente Medio, en cualquier momento.
La citada región
ha experimentado distintos desafíos desde acontecida la Primavera Arabe en
2010; hoy, se encuentra en una posición sumamente vulnerable.
La guerra de Rusia
en Ucrania ha provocado un incremento significativo en los precios del trigo en
la región. El pan es hoy casi un artículo de lujo en Oriente Medio, de tal
suerte que nuevos y violentos incrementos en los precios podrían motorizar aún
más inestabilidad política. En 2011, por ejemplo, los altos precios del pan
fueron uno de los factores planteados por quienes engrosaron las multitudes de
manifestantes durante la Primavera Arabe.
Una eventual
amplificación del consumo epidémico de drogas sólo contribuirá a un mayor
concierto de inestabilidad en este cuadrante geográfico, al tiempo que servirá
de lubricante para el accionar de actores negativos -hiriendo, finalmente, a
sociedades que siguen esforzándose para lidiar con la crisis social, política y
económica propiciada por el COVID-19.
En los EE.UU.,
miembros del Congreso han presentado proyectos de ley que tienen por fin
asistir al combate contra las actividades de narcotráfico tuteladas por Basher
al-Assad. Sin embargo, la aprobación de cualquier legislación en tal sentido
apenas es un paso.
Washington habrá
de redoblar esfuerzos a la hora de monitorear las actividades de la creciente
industria del tráfico de drogas en Siria y en el Líbano, en razón de que la
misma financia a organizaciones y grupos armados que amenazan, en forma
directa, los intereses de los Estados Unidos y de sus socios en todo Oriente
Medio.
(Artículo
original, en inglés)
Sobre Nicole
Robinson
Robinson se
desempeña como asistente en investigaciones para el Centro Allison para
Política Exterior, en el think tank estadounidense The Heritage Foundation, en
Washington, D.C.