centralismo (no)
democrático mundial
Mauricio Milano
Brújula cotidiana,
09-06-2022
En el reciente
encuentro en Davos, el primero en presencia de la crisis sanitaria CoViD-19, se
habló sobre el conflicto en Ucrania, así como de la crisis alimentaria y
energética relacionada, el futuro de la globalización, la economía, el trabajo
y la empresa, las monedas digitales de bancos centrales, la tecnología y el
metaverso; de las próximas amenazas para la salud, el medio ambiente y el
cambio climático, y más.
La gran novedad
respecto a los encuentros pasados fue, obviamente, la invasión de Ucrania por
parte de Rusia, y sus fuertes repercusiones en el comercio mundial, la
globalización y la crisis energética y alimentaria: un acontecimiento que no se
podía prever en la reunión del año pasado, en la que había participado el
presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin; quien este año fue
reemplazado por el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyj. El estallido de
un conflicto de alta intensidad en el corazón de Europa es un acontecimiento de
trascendencia histórica: la enésima confirmación de que el futuro es
impredecible y, por tanto, no se debe creer que se puede planificar. Una
lección que, sin embargo, el Foro de Davos no parece haber aprendido bien, dada
la obstinada apuesta por “cambiar el mundo”, para bien obviamente.
Al neto de los
efectos geopolíticos y geoeconómicos de la guerra en Ucrania, aún difíciles de
estimar, el Foro de Davos 2022 se mantuvo centrado en los acostumbrados grandes
objetivos. La “narrativa” dominante es que el mundo pre CoViD-19
definitivamente se ha desvanecido y, por lo tanto, nunca volveremos a la
“normalidad” prepandemia. Hemos entrado en un “estado de excepción” permanente
en el que pasamos, sin solución de continuidad, de la crisis sanitaria a la
climática, de la crisis militar a la crisis energético-alimentaria. Las crisis
son bien conocidas, son el terreno ideal para continuar con la “iniciativa” del
Gran Reseteo de los sistemas sociales, políticos y económicos del mundo, con
una alianza entre los grandes grupos industriales y financieros y los poderes
públicos - Estados, bancos centrales, comunidad supranacional - para “repensar,
imaginar de nuevo y reiniciar nuestro mundo”, para usar la terminología del
Prof. Klaus Schwab, Fundador y Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial.
Los grandes
desafíos globales requieren soluciones globales, en la perspectiva de una
“planificación democrática” y un “estatismo climático”, concertados en los más
altos niveles, Estatales y supranacionales: un “socialismo liberal”, en
definitiva, un poco gnóstico y un poco fabiano, que pretende mantener las
superestructuras liberal-democráticas, o social-demócratas, que son, sin
embargo, reducidas a cascarones vacíos, mientras los recursos y decisiones
importantes están destinados a centralizarse cada vez más con “técnicos” y
“competentes”, en “cabinas de regia” cada vez más lejanas.
Menos propiedad
privada, menos libertad y menos privacidad, más impuestos, a cambio de la
promesa de mayor seguridad y salud garantizada desde arriba -en forma de más
subsidios públicos y “reddito universale di cittadinanza” (ingreso base
universal)- en el nuevo “capitalismo ambiental” de la era post pandemia,
“sostenible, resiliente e inclusivo”, como dice la narrativa dominante. Los
espacios residuales de libertad económica -que habían visto una apertura con
las políticas de Reagan y Thatcher en la década de 1980, definidas de manera
despectiva como “neoliberales”- deben dar paso al “stakeholder capitalismo del
siglo XXI”, invocado por Schwab, en la perspectiva de la Cuarta Revolución
Industrial. La revolución digital en marcha, con un avance exponencial de las
TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), abrirá perspectivas
inéditas, permitiendo el seguimiento en tiempo real de cosas, dinero y
personas, en un sistema de control social cada vez más omnipresente.
Entre los
discursos del FEM 2022, llamo la atención sobre los de los magnates
filantrópicos Bill Gates y George Soros. Gates habló de las próximas epidemias
-casi como si se tratara de un nuevo lanzamiento previsto del sistema operativo
Windows-, mientras que Soros invocó la urgencia de derrotar a Putin en poco
tiempo para poder volver a gestionar la verdadera emergencia de nuestros
tiempos, que sería la climática, temiendo el riesgo de haber superado ya el
punto de no retorno con el posible fin de la civilización tal como la
conocemos. Sobre el tema de la guerra, se destaca la diferente posición del
exsecretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, quien recordó en varios
foros, con mucho pragmatismo y menos idealismo, la necesidad de poner fin al
conflicto en un corto plazo con un acuerdo que prevea concesiones de ambas
partes, con el fin de evitar escenarios catastróficos para los actores
involucrados, Ucrania y Rusia en primer lugar, pero también para el resto de
Europa y el mundo.
Más allá de las
evaluaciones de mérito que se puedan hacer, el hilo rojo de las diversas
intervenciones que han tenido lugar en Davos es siempre el de la emergencia
global que requiere un multilateralismo por encima del nivel de los
individuales Estados nacionales. En el frente sanitario, por ejemplo, la
perspectiva es la de un papel creciente de la Organización Mundial de la Salud,
que podría llegar a imponer sus propias decisiones a escala planetaria,
“saltando” las decisiones de los Estados nacionales.
El giro mental de
los participantes en Davos es siempre el mismo: ¿qué podemos hacer las élites
mundiales para planificar un futuro mejor para el mundo? La perspectiva es
el derrocamiento de la subsidiariedad en una visión distópica fundada en una
antropología distorsionada y en consecuencia en una sociología “invertida”: una
visión atomista y materialista, centralista y dirigista, donde los “mejores”
quisieran liderar desde el centro y desde arriba, en nombre de un globalismo
ideológico. El enfoque ideológico de Davos está inevitablemente destinado a
chocar con la realidad: las nuevas políticas económicas post pandemia que causarán
graves daños en el camino, especialmente en términos de restricciones a la
propiedad privada, a la libertad y a la privacidad. Desafortunadamente, esto ya
lo hemos vivido con políticas de salud ideológicamente basadas en la estrategia
COVID-cero de los últimos dos años, y lo estamos sufriendo con dinámicas
inflacionarias fuera de control, causadas también por decisiones monetarias y
fiscales incorrectas, no solo por la guerra en curso.
Se señala, entre
los notables ausentes, Elon Musk, mecenas de Tesla y el hombre más rico del
mundo, quien se ha distanciado públicamente del Partido Demócrata
estadounidense y ha comenzado a condenar la emergencia demográfica en curso en
varios lugares, en una perspectiva diametralmente opuesta a aquella de la
Agenda ONU 2030 respaldada por el Foro de Davos. En diciembre de 2021, por
ejemplo, Musk le dijo a la Cumbre de Consejeros del Wall Street Journal: “Uno
de los mayores riesgos para la civilización es la baja tasa de población y su
rápido declive. Hay tantos, incluidas personas inteligentes, que piensan que
hay demasiados en el mundo y que el crecimiento de la población está fuera de
control. Es exactamente lo contrario. Por favor, miren los datos. Si la gente
deja de tener hijos, la civilización estará condenada al colapso. Presten
atención a mis palabras”. En un comentario reciente en Twitter, comentó el
invierno demográfico en Italia con palabras lapidarias: “Italia ya no tendrá
población si estas tendencias continúan”.
A quienes critican
a Musk intentando desacreditarlo a nivel personal, conviene recordar, la
escuela de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), que “omne verum, a quocumque
dicatur, a Spiritu Sancto est” (S. Th., I- II, q.109, a.1, ad 1). No es de
extrañar que Musk no haya sido invitado a Davos, o si lo fue, no es de extrañar
que rechazara la invitación. Entre los socios del FEM no aparece su empresa,
Tesla, una excepción que se nota dado que están todos los que importan en el
mundo: en los sectores de automoción, financiero, energético, farmacéutico, grandes
consultoras, fundaciones como como la Fundación Bill & Melinda Gates y Open
Society Foundations; y los gigantes mundiales Amazon, Apple, Google, Meta
(Facebook), Microsoft; entre otros big player.
La lista es
suficiente para apreciar la amplitud y el alcance de la red que subyace al Foro
Económico Mundial en Davos: es ciertamente un club grande y poderoso,
decididamente exclusivo: se debe pagar cantidades significativas para ser parte
de él y aquellos que pagan, en general, esperan algo a cambio. Con toda
evidencia, estamos ante, no un “capitalismo salvaje” o un “turbocapitalismo”,
como muchos se quejan todavía, sino a un crony capitalism -un capitalismo
clientelar- a nivel mundial, concertado entre el gran capital y los poderes
públicos: no se trata de “neoliberalismo” sino de “neo corporativismo”, con una
continua erosión de los espacios residuales de libertad económica para aquellos
particulares, que son casi todos numéricamente, que no forman parte del club.
Por otro lado, nos lo habían dicho con transparencia, como podemos ver en el
famoso vídeo, aparecido el año pasado en la web del FEM, que contenía 8
previsiones para el mundo en 2030: “No serás dueño de nada. Y serás feliz […]
Los valores occidentales habrán sido probados hasta el punto de ruptura”.
Ahora, el hecho de
que al mundo de Davos le falte Tesla -que estaba extrañamente evaluada con una
baja calificación en ESG de parte de S&P Global, excluyéndola así del
benchmark de referencia de acciones sostenibles, y sobre el que Bill Gates está
especulando a la baja- y que al mismo tiempo Elon Musk está asumiendo
posiciones contrarias a las del establishment sobre la demografía, uno de los
puntos clave del “desarrollo sostenible” impulsado por la ONU, parece digno
de mención: quién sabe si el futuro no nos reservará una alianza inédita en el
Partido Republicano estadounidense entre Donald Trump y Elon Musk, con Twitter
ya no controlado por el mundo liberal para hacer propaganda unilateral y
censurar como fake news noticias no deseadas. Si fuera así, creo que la novedad
no sería acogida con entusiasmo en Davos.