A 138
años de aquella reunión, realizada en agosto de 1884, consideramos necesario
recordarla, al encontrarnos en una situación de suma gravedad para el futuro de
la Argentina. En aquél momento, el principal problema era el avance de la
ideología liberal que agredía nuestra identidad nacional de base cristiana.
El
general Roca llevaba cuatro años como presidente, y los males políticos que el
país padecía implicaban una cuestión de gobierno y vano resultaba entonces
negar esa realidad y reducirse a una estrategia que condenaba a quienes la
esgrimían, a un activismo sin consecuencias. Se imponía una resistencia al
gobierno en el mismo terreno en que lo planteaba: el político.
Tristán
Achával Rodríguez sostuvo: Yo pienso, señores que, si meditamos sobre los
deberes cívicos que nuestra sacrosanta religión impone a sus fieles,
arribaremos a esta consecuencia: que, bajo cualquier forma de gobierno en el
mundo civilizado, el ciudadano cristiano está obligado a distribuir las horas
de su vigilia diaria de este modo: una parte para Dios y para él, para su
religión; otra parte para su familia y su prójimo y la tercera para la cosa
pública, es decir, para su patria.
El
Dr. Emilio Lamarca agregó: Sin unirse, sin coaligarse, sin reforzar a los que
están en la brecha, sin trabajar todos con el mismo empuje, podrán nuestros
tibios amigos continuar sacudiendo la cabeza, departir con admirable cordura
sobre los abusos reinantes y lamentarlos con sobrado fundamento; pero el mal no
se detendrá en su carrera. Se requiere algo más que graves conversaciones para
evitar la ruina. Terminaba diciendo que cada uno actuara dentro de su esfera y
según sus alcances acudiendo a la inscripción y a las urnas, dando prueba de
virtud cívica y de fe vigorosa y fecunda en actos de abnegación; en una
palabra, no retirándose a sus casas, que
son las cuevas modernas del desierto político argentino.
Esos
antepasados, lograron al menos frenar muchas iniciativas negativas, incluso
desde el Congreso nacional, a través de destacados dirigentes que, al margen
del partido que los postulara, se identificaban como católicos.
Comenzaron
una labor constante de organización de entidades sociales, académicas e incluso
sindicales, con una presencia activa en la sociedad. Comprendieron la necesidad
de prepararse especialmente para poder actuar eficazmente como dirigentes en
dichas actividades. Precisamente, este año se cumple el centenario de los
Cursos de Cultura Católica, que formaron varias generaciones de laicos argentinos,
preparados para el buen combate en la vida cívica.
Ojalá
esos ejemplos sirvan de acicate para que seamos capaces, hoy, de transitar esa
huella trazada por quienes nos precedieron, para contribuir a salvar la Nación
Argentina.
Mario Meneghini
Fuente:
Auza, Tomás. “Católicos y liberales, en la generación del ochenta”; Ediciones
Culturales Argentinas, 1981.