POR JUAN PABLO
IALORENZI
La Prensa,
14.12.2022
En su último
libro, La batalla cultural, Agustín Laje busca esclarecer magisterialmente el
concepto de «cultura», para que, una vez comprendidos los fundamentos del
asunto, se dé paso a la urgente y necesaria elaboración de estrategias, propias
de toda batalla.
LA CUESTIÓN DE LA
CULTURA
Sintéticamente,
Laje concluye que el hombre tiene la capacidad de dar forma a su entorno
cultural, pero que, a su vez, este es formado por la cultura.
Complementariamente
a esto, en 1977, el entonces cardenal Wojtyła se preguntaba si la cultura se
constituye a través de la “praxis”, respondiendo con claridad y profundidad
metafísica: “el hombre, operando, no solo cumple alguna acción, sino que de
algún modo se realiza a sí mismo y deviene él mismo”. Y siguió diciendo: “se
realiza llegando a una cierta plenitud (actus), naturalmente solo de manera
parcial. En el acto el hombre realiza lo que verdaderamente es, y al mismo
tiempo quien es en potencia. (…) A través de la praxis así entendida el hombre
se realiza a sí mismo y al mismo tiempo torna más humana la realidad externa”.
Desde la mirada de san Juan Pablo II, los procesos de socialización deben ir
aparejados con procesos de personalización. Hacer más persona a la persona.
Entendido esto,
vemos que la buena cultura es aquella que respeta la naturaleza humana y que
permite desarrollarla. La cuestión por resolver para los “intelectuales
orgánicos” de la nueva derecha será advertir cuál es la naturaleza humana y su
respectivo fin. Así la batalla adquirirá un sentido profundo y verdadero.
PERO… ¿HOY ES
POSIBLE?
Hay una realidad
sociológica innegable: el mundo de hoy está viciado. Para muchas personas,
simplemente, la virtud no es un tema.
En Capitalismo y
pulsión de muerte, Byung-Chul Han responde a si hoy es posible una revolución.
Resumidamente, responde que no, no es posible ninguna revolución. Han cita un
diálogo que tuvo con el filósofo Antonio Negri, y lo recuerda así: “Negri se
presentó como un revolucionario comunista y a mí me tildó de profesor
escéptico”. “Escéptico” por preguntarse por qué el gobierno neoliberal es tan
estable. O, diríamos desde otro marco conceptual, ¿por qué el progresismo es
tan estable?, ¿por qué en el poder mismo de las elites liberal-progresistas
está el germen de su permanencia?
Byung-Chul Han
advierte que, quien quiera instalar un nuevo sistema de gobierno, tiene que
eliminar la resistencia. En la sociedad disciplinaria que Foucault describía,
el poder era represivo: los opresores y los oprimidos estaban claramente
definidos, pero, en el sistema liberal-progresista, no lo están. El enemigo,
redefiniendo el concepto de libertad, es quien dice “sé libre” y uno se ve
obligado a liberalizarse. La libertad en este sistema no es la voluntaria
elección del bien, sino que es el optar entre lo fácil, lo instintivo. Esta
explotación de la libertad dificulta la resistencia al poder.
Quien haya
circulado recientemente por las calles porteñas habrá visto la publicidad que
dice «renuncio a un trabajo que no se adapte a mi vida». Fiel espejo del hombre
de hoy, que tiene la mirada puesta en el yo: “solamente yo soy capaz de decirme
que ser y que hacer”. Pero ni siquiera un yo completo, sino un yo vacío. Que no
sabe, ni tampoco sabe que no sabe, porque no hay nada que saber, porque no hay
nada fuera de uno mismo.
DEFENSA DEL OCIO
Por esta mirada
que tiene Han, en ¿Por qué (no) leer a Byung-Chul Han?, un breve libro que
comienza citando a Foucault y a Marx, dejando en claro cuáles son las fuentes
de su marco teórico, los autores lo acusan de “pasivo” y de estar “al servicio
de una política de la resignación”. Byung-Chul Han suele pensar en términos de
contemplación e “inutilidad” —como lo hizo en su obra filocristiana Loa a la
tierra—, que no entran dentro de las posibilidades del pensador progresista. Se
lo acusa a Han de promover “Una exaltación del nihilismo. Carente de proyecto
colectivo, de utopías emancipadoras, despojado de formas de cohesión social,
ausente de imaginarios articulados”. La crítica que se le hace es que no
presenta un “proyecto de liberación”. Porque lo único que importa desde esa
mirada ideológica es la praxis. Todo es en cuanto sirve a la lucha.
Ahora bien, para
quien aún quiera tener una mirada optimista sobre el asunto, tal vez sirvan los
siguientes párrafos. Uno de los conceptos fundamentales de la filosofía de
Josef Pieper es el de “ocio”. En el ocio está la contemplación de lo real, el
conocimiento profundo de las cosas. El ocioso es el sabio.
Es verdad que no
todo el mundo tiene vocación de filósofo, pero justamente por eso los
fundamentos de quienes guíen la batalla deben estar claros, ya que serán
responsables de llevar la buena filosofía a los no-filósofos. También es verdad
que es urgente una batalla políticamente activa, pero no sin antes una lucha
intelectualmente ociosa, en la que el fin antropológico esté claro.
La “inutilidad”
del saber ocioso termina por ser el más útil, porque es el que ayudará a la
persona a ser más persona. San Juan Pablo II diría “que la esperanza
escatológica no disminuye la importancia de las tareas terrenas, sino que ayuda
con nuevos impulsos a su realización”.