Por Isabel Saravia
La Prensa,
16.01.2023
La reivindicación
de derechos tan en boga hoy, constituye una herramienta política de control,
que manipula las heridas de las víctimas y las deja empantanadas en el rencor.
No existe un real interés por los perjudicados, sólo son utilizados para
acrecentar su poder. Incluso, muchas veces, las víctimas no fueron tales, sino
que se convirtieron a partir del empleo de la estrategia antedicha. El poder
hace apología de las grietas porque son funcionales a desviar la atención de
los problemas de fondo y le permiten crear otros enemigos, para ellos no quedar
evidenciados.
Nos encontramos
así, frente a atribuciones con derecho a todo, que propician el camino fácil
del rencor. Un cimiento auténtico estaría dado, en cambio, por concentrarse en
la causa noble que motoriza el nacimiento de un derecho, y no en los enemigos.
En esto se ve el uso político que resta sentido a la lucha.
Ninguna persona
puede concebirse sólo como damnificada porque de esta manera pierde su
integralidad, su responsabilidad y el desarrollo necesario en otras áreas de su
vida. Es cierto que la necesidad de un derecho emana de un dolor por el mal
recibido, propiciando inicialmente la llama del resentimiento, pero no puede
quedarse en él porque se marchitaría por dentro.
Por ejemplo, los
derechos de la mujer tendrían que buscar realzar sus dones y no atacar al
hombre. La mujer con odio cae en actitudes que también degradan. La víctima
termina siendo usada, usando y empobreciendo al ser humano mismo, ya no apunta
a construir una sociedad justa, custodia de ambos sexos, sino que enseña a
odiar al opuesto, el varón es demonizado por las culpas de algunos. Además,
así, la mujer se aleja de la auto crítica y de las potencialidades del
verdadero diálogo y del complemento.
Estanislao
Bachrach, Doctor en Biología Molecular, conferencista internacional, sostuvo en
una entrevista el año pasado: ``La queja te quita responsabilidad de tu propia
vida''. El trabajo interior de todo ser humano tiene que ver con nuestra
esencia, el enemigo interno también existe, nadie lo puede negar. El hombre se
desampara así mismo olvidándolo porque siempre hará culpable de cuestiones
personales a los demás. ¿Qué puede dejar de bueno esta idiosincrasia de víctima
que todo lo tiene que recibir y está justificada por su dolor a cualquier cosa
y a olvidar sus deberes?
El lenguaje
constituye una herramienta fundamental en la batalla cultural que se plantea a
nivel mundial hoy. A través de él se dan a conocer realidades con nuevas
definiciones que curiosamente convierten en derechos, situaciones que van
contra los mismos. Así tenemos la realidad de la pedofilia planteada como deseo
afectivo-sexual hacia los niños que es comparable a cualquier orientación
sexual, la ideología de género se pretende disfrazar de inclusión y legislar la
perversión, el aborto se da a conocer cual interrupción voluntaria del embarazo
y derecho de la mujer. Así no asume cada uno su responsabilidad, la culpa
siempre es de otro que atenta contra una nueva concepción de libertad. Estamos
en un momento histórico que nos interpela a desnudar las manipulaciones que
buscan imponernos una forma de vivir escindida de nuestra esencia.