jueves, 16 de febrero de 2023

DEFENSA DEL NACIONALISMO

 


Mario Meneghini


Recientemente, el conocido intelectual Alberto Benegas Linch (h), referente del liberalismo, publicó un artículo titulado “El nacionalismo es tóxico” (1), considerando que dicha tendencia política, es “una peste que abarca no pocos lugares de nuestro mundo que consiste en la manía patriotera de considerar lo propio como un valor y lo foráneo como un desvalor”. Leyendo su contenido, se advierte una buena crítica a los regímenes totalitarios del siglo XX, entre los que señala un estrecho parentesco. Trataremos de efectuar un breve análisis del tema.


Según la Real Academia de la Lengua, nacionalismo es el sentimiento de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia. Para Ricardo Rojas el nacionalismo es la «conciencia... del yo colectivo» de una nación». Por lo tanto, el nacionalismo propiamente dicho, es equiparable al patriotismo, como sentimiento de orgullo y conformidad con la comunidad a la que se pertenece. Sabemos por la sociología, que una nación resulta del desarrollo en el tiempo de una población en un territorio determinado, donde se consolida una cultura, habitualmente una misma lengua, costumbres y tradiciones acendradas y otras características que diferencian a dicha comunidad de otras en el mundo. Confundir el sentido de pertenencia y la defensa de las tradiciones, en la vida social y política, con las ideologías totalitarias y racistas, es un grueso error.


Curiosamente, el autor no menciona en ningún momento al nacionalismo argentino, que se caracteriza por su orientación católica. Basta recurrir a Wikipedia, para enterarse que: El nacionalismo católico es una doctrina y un movimiento político nacionalista y católico​ fundado en la filosofía tomista, la doctrina social de la Iglesia y el catolicismo social. Sus principales referentes, en la Argentina, fueron los sacerdotes católicos Julio Meinvielle y Leonardo Castellani, el historiador Julio Irazusta, y los filósofos Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri; éste último autor –asesinado por la subversión- en su libro más conocido, “El orden natural”, detalla las críticas que le merecen las ideologías totalitarias: comunismo, nacismo y fascismo. Precisamente, por la adhesión del nacionalismo argentino a la Doctrina Social de la Iglesia, de la que integran las encíclicas condenatorias de las tres ideologías citadas:


Divini redemtoris (comunismo), Mit brennender Sorge (nacismo), Non abbiamo bisogno (fascismo). Es claro que también la Iglesia condenó al liberalismo, en la encíclica Libertas, en este caso por estar fundado en una exaltación del individualismo y el naturalismo. “Los que profesan este ateísmo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia” (Gaudium et Spes, n. 20).


Sobre el racismo, rechazado con razón por el autor, baste recordar la contundente definición del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “es moralmente inaceptable cualquier teoría o comportamiento inspirados en el racismo y en la discriminación racial” (p. 433).


Por cierto, que nadie está obligado a compartir las ideas del movimiento nacionalista, pero nos parece equivocado e injusto asignarle los problemas actuales en el país. En realidad, nuestra preocupación en esta hora dramática de la historia, radica, precisamente, en el insuficiente patriotismo activo en la Argentina. Hemos mencionado en otro trabajo, que el debilitamiento del Estado como órgano de conducción de la sociedad, se debe, entre otros motivos, a la anomia vigente en la comunidad, que impide la concordia social que caracteriza a una nación en plenitud. Como acaba de señalar Abel Posse, en el primer capítulo de una obra colectiva que apunta a colaborar con los dirigentes que se postulen en las próximas elecciones (2): “Pero lo más grave es nuestra comunidad desorganizada y más bien en disolución. Argentina hoy es una sociedad sin sentido, a la deriva.” “Somos por ahora una potencia intermedia con vocación de inviabilidad de autoaniquilación anárquica”.


En coincidencia con el brillante escritor y diplomático, consideramos necesario y urgente la participación efectiva en la vida pública de los ciudadanos que todavía sienten el fervor patriótico. Si, como afirma Aristóteles, es imposible que esté bien ordenada una ciudad que no esté gobernada por los mejores sino por los malos, resulta imprescindible que procuremos seleccionar a los más aptos y honestos para el desempeño de las funciones públicas.


(Publicado en el Informador Público, 16-2-23)

 

(1) La Prensa, 11-2-2023.

(2) El resurgir de la Argentina; ed. Docencia, Pedro Luis Barcia (coordinador), 2023.