y la guerra al terrorismo marxista (II)
POR FERNANDO
ROMERO MORENO
La Prensa,
23.04.2023
En la parte I de
este artículo intentamos refutar la acusación de que fueron el Nacionalismo
Católico y el “integrismo” los principales responsables de la violencia en los
años ‘70. Es así que, partiendo de unas consideraciones certeras de Jean
Ousset, fundador de La Ciudad Católica, expusimos ideas favorables a la Guerra
contrarrevolucionaria pero contrarias a la represión ilegal de referentes
importantes del Nacionalismo Católico como Carlos A. Sacheri, Jordán B. Genta,
el P. Alberto Ezcurra, Edmundo Gelonch Villarino, así como también las revistas
Cabildo y Verbo. En esta segunda parte completamos el elenco de pensadores del
Nacionalismo Católico que criticaron la metodología criminal de combatir al
terrorismo marxista.
Acerca del golpe
de Estado de 1976, hubo nacionalistas que se opusieron mientras que otros lo
incentivaron, al igual que la mayoría de la dirigencia política, empresarial,
mediática, intelectual, etc. de la Argentina. Entre los primeros se encontraba
Francisco “Pancho” Bosch, quien había sido interventor en la Facultad de
Derecho de la UBA bajo la dirección de Alberto Ottalagano, siendo ministro de
Educación Oscar Ivanissevich.
Lo primero que
hizo como interventor fue exigir que desaparecieran de esa Facultad las bandas
parapoliciales. Luego, junto a otros juristas nacionalistas, propuso
reestablecer la Cámara Federal en lo Penal que había actuado con seriedad y
eficacia entre 1971 y 1973. Francisco M. Bosch le había expresado al ministro
de Justicia Ernesto Corvalán Nanclares que “el asesinato como resolución de un
tema político, no sólo es la peor de todas sino que envilece al que la
practica” [15]. El ministro le dijo que después de la disolución del “Camarón”,
del asesinato del Juez Quiroga y del exilio de sus otros miembros, no había
ningún magistrado dispuesto a firmar una sentencia contra los terroristas, dado
el riesgo que implicaba. Pasados unos días, “Pancho” Bosch entregó una lista
con 200 personas que sí aceptarían ese riesgo pero su propuesta fue rechazada.
ANTICIPO
Producido el golpe
de estado del 24 de marzo de 1976, el ex-interventor de la Facultad de Derecho
de la UBA publicó un libro titulado Indexación o soberanía (recomendado por la
revista Cabildo), en el cual criticaba la represión ilegal y anticipaba lo que
sucedería a las Fuerzas Armadas por tomar esa pésima decisión. “El heroísmo
segregado de un orden civilizado no es más que crueldad y en última instancia,
crueldad envilecedora de los mismos que a diario arriesgan su vida con las
mejores intenciones subjetivas (…) Éxito material logrado sin duda por las
Fuerzas Armadas, pero que paradójicamente no podrá ser capitalizado por éstas
porque indefectiblemente se les pasará factura en la que documentarán los
hechos ilícitos que acompañaron el aniquilamiento de la subversión. Ello
importará la catastrófica retirada de las Fuerzas Armadas (que no podrán
soportar el ‘estado de conciencia’ que los órganos de opinión, hoy llamados a
discreto silencio, implementarán en su momento) de la palestra política” [16].
Como dijo con ocasión de su muerte Luis María Bandieri, “bajo Videla [Francisco
M. Bosch] y asumiendo un riesgo personal que no dejaron sus oyentes militares
de recalcarle, a veces con registro de amenaza, criticó la infeliz decisión de
combatir el terrorismo por vías subrepticias y no a la luz de la ley. La
reversión histórica que se impone en nuestros días, según la cual los únicos
terroristas son hoy los que combatieron a los terroristas de ayer, le ha dado
póstuma y lamentablemente la razón” [17].
También se opuso a
la represión ilegal, antes del golpe militar, otro conocido militante
nacionalista, Enrique Graci Susini, por entonces jefe de la Policía de San Juan
(1973-1976). Y un reconocido jurista y pensador del Nacionalismo Católico como
lo es el Dr. Bernardino Montejano enseñó conceptos parecidos en una conferencia
dictada en Mendoza en 1979 en la que afirmó: “Antes que la victoria sin honra,
preferimos la derrota” [18], frase inspirada en los versos de Rafael Sánchez
Maza: “A la victoria que no sea clara, caballeresca y generosa, preferimos la
derrota”.
Similar actitud
tuvieron destacados militares nacionalistas. Comencemos por la postura del entonces
Mayor Mohamed Alí Seineldín. Por de pronto estuvo en contra del golpe del 24 de
marzo de 1976, a diferencia de otros referentes del Nacionalismo Católico. Pero
ante el hecho consumado, se propuso “moralizar la fuerza”, como lo explica
minuciosamente su biógrafo el Prof. Sebastián Miranda. El 23 de febrero de 1976
había sido enviado en comisión para entrenar a la Policía Federal Argentina
(PFA) en técnicas militares contrarrevolucionarias y anti-subversivas. Cuando
el 31 de marzo del mismo año el General de Brigada Cesáreo Ángel Cardozo
(asesinado vilmente poco después por el terrorismo marxista) fue nombrado jefe
de la PFA, uno de sus objetivos fue terminar con la “guerra sucia” y encarar la
represión de manera integral, es decir, desde lo moral, lo doctrinal, lo
militar y lo psicológico. Para eso eligió a Seineldín quien escribió entonces
un Manual de temas ético espiritual-moral, cuyo punto 12 decía que “La lucha
contra la subversión requiere la adhesión de una concepción cristiana del
hombre y de la sociedad”.
LIBERALES Y
MASONES
Sebastián Miranda
explica que “la fundamentación filosófica, religiosa y política era
esencialmente católica, antimarxista y antiliberal, lo que le valió la
oposición” de “importantes sectores dentro de las propias FF.AA que respondían
a la ideología liberal y a la masonería” (basta recordar que militares del
“Proceso” como Massera, Suárez Mason, Corti y Barttfeld eran masones de la
logia P2 y otros tenían estrechos vínculos con los fundadores de la globalista
Comisión Trilateral, como era el caso de José Alfredo Martínez de Hoz, amigo de
David Rockefeller). El libro de Seineldín era una síntesis de las enseñanzas de
Chateau Jobert (militar francés católico y nacionalista), Jordán B. Genta y
Carlos A. Sacheri.
En la misma época
Seineldín escribió un Manual Práctico para el personal subalterno, en cuyas
páginas pueden leerse textos como el siguiente: “Concretada una detención, no
deberá adoptar más medidas de seguridad que las necesarias para evitar la fuga.
No deberá mortificar al detenido sin necesidad, ni usará con él un lenguaje que
pueda irritarle o humillarle, porque una conducta semejante provocará a no
dudar la resistencia del detenido y creará antipatías o sentimientos hostiles.
Un policía debe caracterizarse por sus buenos sentimientos. Cualquier actitud
agresiva que adopte contra un detenido revelará una prepotencia cobarde y
deshonrará a quien, olvidando elementales deberes de cultura y temperancia, se
coloque en una situación desfavorable entre la opinión de los demás” [19].
Así comenta esta
visión de la guerra antisubversiva un militar que estuvo en relación con
Seineldín en aquellos años y también después: “Éramos capitanes por entonces y
estábamos entrando en la Escuela Superior de Guerra. Convivimos durante tres años.
El coronel Mohamed Alí Seineldín nos llevó a un grupo con él, en la Policía
Federal. El general Cardozo le pidió que fuéramos a la policía porque había
excesos, falta de honestidad. Nos llevó a varios de nosotros a hacer un curso
de formación contrarrevolucionaria. Después se diseñó un cursillo de 7 días,
con aislamiento, con alto contenido técnico y formativo especializado para
actuar en cuestiones contra la subversión. Eso se sistematiza en la Policía
Federal” con “varios cursos. De allí surgió una escuela especial que primero se
llamó Centro de Instrucción Contrarrevolucionaria y luego CAEP (algo así como
Centro de Actividades Especiales Policiales). Ahí se fue formando una corriente
con un alto contenido ideológico antimarxista, pero también con fundamentación
política (…). Después empezamos a ver cómo el Proceso se corrompía, y sobre
todo, lo de la represión ilegal”. La reacción fue “procurar que la gente no se
contaminara o se contaminara lo menos posible. Tratar de resistir. Éramos
prácticamente el único grupo que trataba de moralizar la guerra con un éxito
relativo, porque terminamos convirtiéndonos en elementos molestos. En donde se
pudo, se hizo algo, y eso dio oportunidad a que, dado el ambiente en que se
desarrollaron los hechos, se produjeran muchas adhesiones. Un ejemplo: ‘los
muertos no aparecían porque si no, no iban a venir los préstamos’, según
decían...y otras cosas raras. Nosotros creíamos que las cosas no iban a ser
así, y fue cuando comenzamos a sentir la hostilidad de la cúpula militar hacia
el sector nacionalista” [20].
GENERALES
En el Ejército los
generales nacionalistas Juan Antonio Buasso y Rodolfo Clodomiro Mujica,
contrarios a la represión ilegal, se ofrecieron para integrar tribunales
militares que juzgaran a los detenidos y, de ser necesario, dictar sentencia
condenatoria, haciendo que se aplicara públicamente la pena de muerte a los
terroristas. Videla lo recuerda en el libro-reportaje que le hiciera Ceferino
Reato [21]. La propuesta fue rechazada y ambos militares pasaron a retiro.
Otros nacionalistas vinculados a las Fuerzas Armadas intentaron influir de
manera privada (por considerar que era peligroso hacer denuncias públicas que
podrían ser utilizadas por la izquierda que ya dirigía una campaña
anti-argentina desde el exterior), recordando todos estos criterios morales a
las autoridades correspondientes.
En relación a la
escasa mención que el Nacionalismo Católico hizo de crímenes concretos
cometidos en el marco de la represión ilegal, hay que entender que era una
cuestión prudencial. Por un lado, se trataba de la corriente política que con
mayor profundidad se había ocupado del fenómeno del terrorismo castro-comunista
en la Argentina, algunas de cuyas características (como la aparición y el
peligro de un “nacionalismo marxista”) ya habían sido denunciada con muchos
años de anticipación por el padre Julio Meinvielle y, más cerca de los ’70 por
Jordán B. Genta. Además, fue obra de Carlos A. Sacheri haber estudiado la
infiltración marxista dentro de la estructura temporal de la Iglesia Católica
en la Argentina, fruto de lo cual fue la publicación de su libro La Iglesia
clandestina. Por el otro había un obstáculo no menor: con la hipocresía que los
caracteriza y con la excusa de los DD.HH, el progresismo mundial había
organizado una campaña global contra nuestra patria mediante la presión de la
Administración Carter en EE.UU, organismos como la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), instituciones como Amnesty International, el Consejo
Mundial de Iglesias, la socialdemocracia, ciertos sectores del Estado Vaticano,
el Comité Noruego del Premio Nobel, los teólogos de la liberación, etc. Al no
tratarse de instituciones imparciales sino otros tantos engranajes de la
progresía global, era lógico que el Nacionalismo Católico no quisiera hacer
críticas públicas permanentes que podían ser utilizadas no para defender la
verdadera dignidad humana y los derechos naturales de la persona, sino para
desprestigiar a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, alentando a su vez a
quienes seguían con la lucha armada y los que, con más perspicacia, habían
optado ya por la Revolución Cultural, siguiendo a Gramsci y a la Escuela de
Frankfurt.
El Nacionalismo Católico
hizo lo que se podía y se debía hacer en ese momento, mal que les pese a los
que no tienen enemigos a la izquierda, sobre todo mediante la ayuda, el consejo
y el asesoramiento realizados de manera privada. Hoy es difícil juzgar esas
acciones (“podrían haber hecho más”, “no fue suficiente”, etc.), porque
desconocemos todas las circunstancias conforme a las cuales decidieron actuar
del modo en el que lo hicieron. De todas maneras recordemos, por poner sólo un
ejemplo, que mientras en el juzgado en el que era secretario Ricardo S.
Curutchet (hijo del director de Cabildo y nacionalista como su padre) se
tramitaban hábeas corpus presentados por familiares de detenidos/desaparecidos,
el ahora “campeón de los DD.HH” (con película y todo) Dr. Julio C. Strassera
(que había jurado por los “Estatutos” del Proceso) pidió infinidad de veces su
rechazo, sin haber realizado investigación alguna, en contra del criterio que
tenía el Juzgado donde trabajaba Curutchet. Ironías de la historia.
MONSEÑOR TORTOLO
En cuanto a la
persona de Mons. Adolfo Tortolo, por entonces Arzobispo de Paraná y Vicario
castrense, muy querido y apreciado en los ambientes del Nacionalismo Católico,
llevaba un fichero con todas las denuncias que le llegaban acerca de personas
desaparecidas, a fin de interceder por ellas ante las autoridades militares.
Nos consta que en una ocasión consultó por el paradero de una mujer
desaparecida y por ser quien era Mons. Tortolo, los militares que la habían
secuestrado, la dejaron en libertad. Algunos meses después esa misma mujer fue
partícipe de un operativo terrorista, en el cual murió. Los militares en
cuestión le dijeron entonces a Mons. Tortolo: “A usted lo respetamos mucho,
pero por favor no interceda más por nadie”. Eso, en cierto modo, “ató las manos”
del Vicario Castrense, para quien fue más complicado, a partir de ese momento,
ayudar a los familiares de los desaparecidos. Descontamos su recta intención y
buena fe. Acerca de lo que hizo y lo que dejó de hacer, no podemos hacer un
juicio de valor concluyente, pues únicamente él –y tal vez sus colaboradores
más cercanos– podían justipreciar el mayor o menor condicionamiento que las
circunstancias le habían impuesto. Sólo Dios, ante cuyo Tribunal ya compareció
hace 37 años, sabe qué hizo bien, qué hizo mal y qué podría haber hecho mejor.
Al finalizar este
breve recorrido sobre la acción del Nacionalismo Católico frente a la
subversión marxista y la represión ilegal, no podemos olvidar la noble gestión
que hiciera el padre Leonardo Castellani en favor del escritor (políticamente
de izquierda) Haroldo Conti, en la reunión que tuvieron Videla y Villarreal con
algunos referentes del mundo de la cultura como Jorge Luis Borges, Ernesto
Sábato, Esteban Ratti y el propio Castellani. La historia es conocida y no la
vamos a repetir en detalle aquí. Pero lo cierto es que Castellani entregó una
carta a Videla pidiendo por Conti y tiempo después pudo verlo y administrarle
el sacramento de la Unción de los Enfermos [22].
Todo lo dicho
parece indicar que bajo ningún aspecto puede culparse al Nacionalismo Católico
de la metodología criminal que de hecho se adoptó en el marco de la guerra
antisubversiva, sea con anterioridad o con posterioridad al 24 de Marzo de
1976. La mayor o menor culpabilidad corresponde a las máximas autoridades
políticas y militares que rigieron los destinos de la Argentina en aquellos
años, ninguna de las cuales perteneció a esta corriente política. Los delitos
que eventualmente puedan haber cometido algunos nacionalistas individualmente,
sea por propia iniciativa o por obediencia debida, es responsabilidad suya y no
del Nacionalismo Católico.
Hubiera sido mejor
que la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina (UCA)
estudiara si no hubo más culpabilidad en el Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo (MSTM), en las organizaciones terroristas del peronismo (de
izquierda u ortodoxas), en la logia masónica P2, en varios de los partidos
políticos que actuaron entre 1973-1976 y/o en los que tomaron decisiones de
fondo durante el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), cuya filiación
política fue, según los casos, liberal, radical, desarrollista, filo-peronista,
demócrata progresista o socialista, más no nacionalista y católica. Los pocos
referentes de esta corriente que colaboraron con el Proceso y no sin beneficio
de inventario, lo hicieron en puestos subalternos y de nula influencia respecto
de la Guerra contra la subversión marxista.
Notas
[15] Miranda,
Sebastián, Mohamed Alí Seineldín, Grupo Argentinidad, CABA, 2018, pág. 138.
[16] Bosch,
Francisco M., Indexación o Soberanía, Buenos Aires, Ediciones Leonardo Buschi,
1981, pág.10. El autor había expresado conceptos similares en la publicación El
Derecho (UCA) en 1977.
[17] Bandieri,
Luis María, “Francisco Miguel Bosch en el recuerdo”, en La Nueva (edición
digital), Bahía Blanca, 01/06/2006.
[18] Montejano,
Bernardino, “Antes que la victoria sin honra, preferimos la derrota”, Ciclo de
Conferencias organizada por la Corte Suprema de Justicia de Mendoza, 1979.
[19] Miranda,
Sebastián, Mohamed Alí Seineldín, Grupo Argentinidad, CABA, 2018, pág. 138.
[20] Simeoni,
Héctor - Allegri, Eduardo, Línea de fuego. Historia oculta de una frustración,
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1991, págs. 41-42.
[21] Reato, Ceferino,
Disposición final. La confesión de Videla sobre los desaparecidos, Editorial
Sudamericana, Buenos Aires, 2012, pág.40.
[22] Beraza, Luis
Fernando, Nacionalistas. La trayectoria política de un grupo polémico
(1927-1983), Cántaro Ensayos, Bs. As., 2005, págs. 350-352 y 376.