pero hay que
cuidar a los bebés reborn
Guillermina
Leudesdorf
La Nación,12 de
agosto de 2023
Leticia Casco
tiene 26 años y es artista. Se dedica a un arte un poco particular y para un
nicho específico: mujeres que coleccionan bebés hiperrealistas.
“Reborn es
renacido, entonces cuando un artista hace que un kit cobre vida, se dice que
renace un bebé”, explicó la diseñadora de los famosos bebés “reborn” que tiene
su estudio en la Ciudad de Buenos Aires.
A ella siempre le
gustaron las muñecas, pero su interés por el mundo de los bebés hiperrealistas
comenzó cuando tenía 16 años. “Mirando una foto mía de recién nacida se me
ocurrió la idea de que existiera un muñeco que parezca un bebé real”, recordó.
Acto seguido,
buscando en internet encontró que esta idea se había materializado en los bebés
reborn. “Descubrí que era un arte que había nacido en Alemania y fue así como
empecé a coleccionarlos”, contó Leticia.
Años más tarde, en
2018, viajó a España con el fin de poder aprender la mejor técnica para crear
sus propias obras de arte y así ser una de las primeras vendedoras de bebes
reborn en la Argentina.
En 2020 comenzó
oficialmente a venderlos y desde entonces desde su estudio partieron
aproximadamente 500 bebés: el más barato cuesta $60.000 y el más caro $200.000.
No hay una clave
para que estos bebés tengan un aspecto tan realista y parezcan humanos sino que
es un conjunto de detalles lo que los vuelve tan atractivos para las personas
que los coleccionan. Sin embargo, la pintura es lo más importante ya que se
tratan con muchas capas translúcidas y entre capa y capa se secan en un horno.
Al finalizar el proceso, se termina viendo como piel humana.
Según contó la
experta, el cabello se le injerta en la cabeza, pero no en cualquier lugar sino
que se sigue un mapa. “El pelo se pone con una aguja uno por uno, al igual que
las pestañas”, detalló y amplió: “Vendo bebés peladitos, con pelo pintado o con
pelo injertado”.
“La escultura del
modelo tiene muchísimos detalles reales también. Estos bebés son esculpidos por
artistas del exterior, ellas se suelen basar en bebés reales”, explicó y
siguió: “Capaz están un año haciendo una escultura, cada detalle, hasta las
uñas de los pies son realistas. Después mandan a reproducir estas esculturas a
fábricas y así es como nos llegan a nosotras, las artistas Reborn, que les
damos ‘vida’ con la pintura. Porque cuando los recibimos son solo una cabeza y
unas extremidades blancas. Las pinto y las ensamblo para que se convierta en un
bebé”.
Leticia cuenta con
varios modelos en stock y las clientes seleccionan los que más les gustan, pero
si quieren otro pueden pedirlo por encargo. La pintura siempre es
personalizada: el color de piel, del pelo, de los ojos, manchas, marquitas,
rasguños, son todos detalles que pueden pedir quienes se van a llevar el bebé a
sus casas.
Existen cuatro
tamaños: los mini miden 25 centímetros, los prematuros de 38 a 40 centímetros,
los recién nacidos de 45 a 50 centímetros y los más grandes que simulan ser
bebés de cuatro meses miden entre 65 y 70 centímetros aproximadamente.
Eran las 17 en
Vicente Lopez cuando un grupo de coleccionistas se reunía en la redacción de LA
NACIÓN para compartir detalles de una singular pasión que comparten.
Susana Beatriz
Alos es docente jubilada y tiene entre 25 y 30 muñecos hiperrealistas. “Toda la
vida sentí pasión por los bebés, desde que tengo uso de razón que quería tener
seis hijos y Dios me bendijo con siete”, manifestó mientras sostenía a uno de
sus “bebés” en brazos.
La señora expresó
que hace 15 años cuando descubrió estos muñecos hiperrealistas sintió que su
pasión se veía colmada. “Conocí este mundo a través de la computadora, comencé
a tener muchas amigas coleccionistas, principalmente de Europa porque acá sólo
había una o dos que comenzaban a incursionar en este arte”, recordó.
Giovanna Jazmín
Riffel, es estudiante de Derecho. Ella tiene tres reborn y está a la espera del
cuarto. Al igual que todas las otras coleccionistas, siempre le gustaron las
muñecas y conoció este mundo hiperrealista a los 11 años de edad. Ella también
logró formar un grupo de 13 amigas que comparten el amor por estos muñecos y
cuando se reunen los llevan para apreciarlos.
“A los 14 tuve mi
primera bebé, que fue Charlotte, y después cuando conocí a Amelia, me enamoré,
es mi consentida”, contó la joven, mientras sostenía a un muñeco en sus brazos
y lo miraba con mucho cariño.
Mariela Laura
Fernández, secretaria en una escuela primaria, quien llegó al encuentro junto
con su hija Emma contó que compró su primer muñeco durante la pandemia de
coronavirus: el amor fue a primera vista y así comenzaron a adquirir más, hasta
compartir una colección de cinco.
Además, Mariela es
dueña de una marca de ropa para bebés y muchas veces los usa como modelos para
lucir sus productos. “Alva y Eva comparten la ropa rosa y los varones Dante,
Nano y Manuel comparten entre ellos. Muchos conocidos que saben que tengo
muñecos me regalaron ropa”, contó.
Aunque todas
concuerdan en que no hay un preferido, a lo largo de la charla se escucharon
algunos nombres que pertenecen a los bebés con los que tienen un cariño
especial.
“No hay
preferidos, pero como ella fue la primera se va conmigo a la tumba”, expresó
Cynthia Karina Paz, vendedora, quien sostenía con sumo cuidado a dos reborn,
uno en cada brazo.
¿Conexión especial
o coleccionismo?
“Es un pasatiempo
que me llena, me hace sentir bien tenerlos”, expresó Cynthia, mientras que
Susana describió: “Con los bebés no juego, simplemente los tengo, los cambio de
ropa dependiendo la estación, sobre todo en verano o invierno”. Y agregó: “Para
mí son objetos de colección con bellas caritas, que me llenan de alegría”.
“Para mí
simplemente es el gusto en los muñecos, en coleccionar, pero en cierta forma se
podría decir que despierta el instinto maternal porque al ser tan realistas al
tener peso es como que te sale sostenerlos con cuidado, agarrarles la
cabecita”, aportó Giovanna.
“No voy a decir
que los amo como a un hijo porque no es comparable, pero me duele cuando me
tengo que desprender de ellos”, dijo Cynthia. Emma, de ocho años, interrumpió
la conversación para contar que a ella sostener a su bebés la relaja.
“Emma los sostiene
mientras mira películas o series con ellos y se queda tranquila. Creo que
pueden llegar a ser muy terapéuticos porque mi hijo más chico, si bien no es
que tiene la misma locura que Emma, él tiene impulsividad motora y cada tanto
juega con los muñecos. Los agarra en los brazos con mucha atención porque como
pesan y se les mueve la cabecita para atrás los tiene que tratar con cuidado y
lo relaja tenerlos a upa”, explicó Mariela.
“No lo uso para
terapia, pero pueden llegar a tener un uso terapéutico para personas mayores o
pueden llegar a ser objetos de compañía”, opinó y agregó: “Quizás para una
abuela, que esté sola, tener un muñeco y cambiarlo de ropa y tenerlos a upa
para ver una película pueden tener un uso terapéutico”.
“Nuesra cultura no
facilita los duelos”
Elsa Wolfberg,
miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), coautora y
co-compiladora con Mario Marrone del libro Parentalidad y Teoría del Apego,
destacó: “jugar con muñecas hace bien, es saludable y creativo en tanto se sabe
que se juega”.
“Lo que no hace
bien, porque tapona procesos de duelo, que son saludables para hacer frente a
una pérdida, es reemplazar una realidad por una ficción. Si eso ocurre con una
muñeca que reemplaza un ser vivo perdido o no factible de tener, entonces esta
cumple el papel de una prótesis, y confundir una prótesis con un ser viviente y
animado es sumirse en habitar otra realidad paralela, inquietante, cosificada y
frágil”, explicó la profesional.
“Nuestra cultura
no facilita los duelos, que tienen sus etapas, son dolorosos, pero una vez
procesados dan la fortaleza de dejar nuevos espacios y motivaciones para
ampliar la vida”, expresó Wolfberg.
“Reemplazar un
duelo por un objeto imaginariamente animado, clausura esa posibilidad vital con
otro ser. No veo que tenga posibilidades terapéuticas más allá de lo grato que
puede ser jugar y ensayar cuidados. Hay parejas que se preparan para la
parentalidad teniendo primero una mascota, pero las respuestas del animal
orientan a los que lo cuidan en cuán adecuado es su modo de cuidarlo, es
relacional, no solo una fantasía individual”, sostuvo.
En tres
oportunidades, mujeres que querían quedar embarazadas y no podían llegaron al
taller de Leticia para comprar bebés reborn. Al tiempo quedaron embarazadas.
Una de las clientes llegó a ponerle el nombre del muñeco a su hijo de carne y
hueso porque sintió que fue un antes y un después en su camino de maternidad.
“El vínculo que
tenemos es el mismo que tiene un coleccionista de arte con sus obras. Con la
diferencia de que nosotras los vestimos y les sacamos fotos”, contó Susana y
agregó: “A veces miro una película con el bebé a upa, pero no todos los días”.
“Capaz que les digo: ‘Hola, que lindos que son y me voy contenta’, sumó
Cynthia.
Los prejuicios
alrededor del coleccionismo
“Al principio
cuando entré a la secundaria me criticaban un poco porque se veía raro”, contó
Giovanna, quien también recordó la tierna reacción de una mujer que la vió
sostener a su reborn en el colectivo: “Se me acercó y me preguntó: ‘¿Ay, ya te
animas a sacarla, tan chiquita?’”.
Pero los comentarios
negativos nunca faltan. “Nos dicen que estamos locas, que parecen bebés
muertos. A lo que yo les respondo: ‘¿por qué un bebé muerto y no un bebé
dormido?’ Es exactamente lo mismo, está con los ojos cerrados porque está
dormido, no muerto”, dijo Susana, indignada y aclaró: “Si los saco para
mostrarselos a alguien los llevó tapados en una mantita sino en un bolso,
porque mucha gente piensa que estamos locas y yo a esta altura del partido con
74 años, no quiero pasar por ningún mal momento”.
“Me critican, por
eso no lo cuento libremente a cualquier persona. Muchos opinan que quiero otro
hijo, que me quedé con ganas”, dijo Mariela y entre risas distinguió: “Un
reborn no se parece ni un poco a la maternidad, ojalá fuera tan fácil”.
“A las personas
que me critican les digo que es un coleccionismo como cualquier otro”,
sentenció Susana.