por qué quieren imponer plurales forzados como
“infancias” o “niñeces”
Claudia Peiró
infobae, 20-8-23
Infancia no tiene
plural en castellano. Como no lo tienen niñez, adolescencia, adultez o vejez.
Pero eso no detiene a quienes castigan nuestros oídos con niñeces, infancias,
niñes, jóvenas y otras sandeces (sandez sí tiene plural).
¿Qué tal pobrezas?
Porque esa condición se viene multiplicando entre nuestros niños,
comprometiendo su futuro y el del país.
En estas fechas
también se suele librar un combate estratégico contra el color rosa para las
nenas y el celeste para el varón; o contra los juguetes “sexistas”, porque todo
es construcción, todo imposición, salvo el no binarismo que ellos preconizan.
La jerga inclusiva
suma adeptos entre quienes necesitan hacer de cuenta que hacen algo. Lo que no
se puede, no se quiere o no se sabe combatir en la realidad, se resuelve en el
discurso, en el relato.
“Argentinos, a las
palabras” es la consigna de muchos políticos y funcionarios. “InfanciaS” es el
vocablo mágico que va a resolver la pobreza, la malnutrición, la mendicidad, la
violencia, la degradación de la educación y otros “privilegios” de tantos niños
argentinos.
“El lenguaje
refuerza estereotipos y desigualdades”, se lee en el portal de la Defensoría de
niños (niñas y adolescentes, obvio) de una de nuestras provincias -el discurso
es más o menos el mismo en todas-, por lo que “se hace necesario ampliar la
mirada más allá de los binarismos (sic) para incluir a las infancias en sus
múltiples diversidades.”
Esta idea de que
hay que visibilizar lo oculto con plurales forzados es análoga a la de las
feministas respecto de la mujer: al parecer no existíamos hasta que llegaron
ellas con su cacofónico desdoblamiento.
El pasado
argentino desmiente rotundamente esto, porque los niños en nuestro país
tuvieron más derechos y privilegios en épocas pasadas que en la actualidad,
cuando sobran las palabras y faltan soluciones.
¿Necesitábamos a
estos aprendices de semiólogos para saber que la realidad que viven los niños
argentinos es diversa, que algunos tienen acceso a todo y otros nacen en el
desamparo? Es bien sabido que un niño que es explotado, maltratado y privado de
lo más elemental no tiene infancia. Y es obvio que ese niño parte con
desventaja en la vida. Ya lo sabemos, señoras (y señores). No perdamos el
tiempo.
Pero la diversidad
a la cual ellos aluden es otra, es la que pretenden imponer con el no
binarismo, la teoría queer y demás yerbas; no hablan de la brecha social porque
esa es real y para cerrarla hay que pensar soluciones e implementarlas; mejor
promover diversidades imaginarias.
Actualmente en
Argentina la pobreza afecta al 39,2% de la población, mientras que la pobreza
infantil, de 0 a 14 años, es del 54,2%. Es decir que hay cerca de 18,2 millones
de pobres, de los cuales 6 millones tienen entre 0 y 14 años.
“A esta hora
exactamente hay un niño en la calle”, recitaba Armando Tejada Gómez, hace 60
años… Nada más actual.
Más de la mitad de
los niños son pobres en la Argentina. ¿Qué representan para todos ellos los
extravíos semánticos de los funcionarios (y de las funcionarias)?
No tienen
garantizado el derecho a una buena alimentación, a una atención completa de su
salud, a vivir en una casa digna, a recibir una educación de calidad. Eso sí,
si quieren cambiar de sexo, pueden hacerlo a cualquier edad; si son menores,
con autorización de los padres, que a tal efecto son presionados con este
discurso eufemístico sobre las niñeces promovido por pseudo defensores de niños
(niñas y adolescentes) que son en realidad agentes de la deconstrucción de la
infancia.
La Asignación
Universal por Hijo fue, es, una política pro infancia, pero los mismos que la
instauraron dieron luego un giro antinatalista que poco difiere de la eugenesia
social que propuso un referente liberal el año pasado. Los progresistas,
oficialistas y opositores, que fingieron escandalizarse ante ese discurso “de
derecha” -que acusa a las mujeres pobres de embarazarse para cobrar planes-,
son los mismos que militaron el aborto en nombre de esas mujeres, porque ellos
también promueven esa “solución” a la pobreza.
En 1927, la
poetisa chilena Gabriela Mistral escribió: “La infancia servida abundante, y
hasta excesivamente por el Estado, debería ser la única forma de lujo —vale
decir, de derroche— que una colectividad honesta se diera, para su propia honra
y su propio goce. La infancia se merece cualquier privilegio”. No le hizo falta
deformar palabras y usó, sí, el mismo concepto que acuñaron los fundadores del
movimiento del que algunos se dicen herederos pero cuya doctrina deshonran:
“Los únicos privilegiados son los niños”.
Como cierre, va
una estrofa del poema interpelante de Tejada Gómez que, décadas antes de la neolengua,
nos recordaba a los argentinos que…
Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos y tesoros
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle.