martes, 31 de octubre de 2023

CARTA DEL P. JAVIER OLIVERA RAVASI

 

Buenos Aires, 28 de octubre de 2023

 

Querido Mario (Caponnetto):

 

Muchas gracias por tu correo, por tu caridad y tu prudencia en las palabras.

 

El texto que publiqué con fuentes viene a colación de un pequeño manual de ideologías que estoy escribiendo (algo así como “ideologías para bárbaros”) donde, entre otras, también estará presente, como debe ser, el liberalismo en sus diversos grados (lo más difícil, como te imaginarás, es resumir estos temas para la gente joven).

 

A partir de la coyuntura política de nuestro país (las elecciones de Noviembre de 2023, en la que se enfrenta el kirchnerismo y el liberalismo/libertario), efectivamente, me pareció conveniente y prudente publicarlo, sobre todo cuando comencé a leer que algunos hasta negaban su autenticidad (“no puede ser de San Pío X…”- decían).

 

Como bien sabes, sigo las nociones de filosofía práctica que me enseñaron mis padres (el mío hasta fue dirigente político y yo mismo llegué a ser candidato a diputado provincial en mi juventud), el querido Octavio Sequeiros, Díaz Araujo y, a partir de ellos las de Maurras, el Padre Julio Meinvielle y los hermanos Irazusta, entre otros. Vos, en cambio, con otros grandes y entrañables amigos, la que predicara el mártir Jordán Bruno Genta que ayer mismo recordábamos en un nuevo aniversario de su martirio (aún no reconocido por la jerarquía eclesiástica, lamentablemente).

 

Entiendo tus diferencias pero no las comparto. Y no las comparto porque, por un lado, creo que se trata de dos planos del saber distintos: el orden teórico, metafísico, apodíctico, necesario, que parte de los primeros  principios para alcanzar la Verdad, y el orden práctico, moral, que en la especie política, obra sobre lo contingente, lo irrepetible y lo que, desde la prudencia intenta buscar los medios para lograr el fin que no es otro que el Bien Común político.

 

Pero por el otro, tampoco las comparto por las probables consecuencias de esas acciones prudenciales. Me explico: creo que la prédica contra la democracia moderna de cierta parte del nacionalismo católico argentino (y subrayo “cierta parte”) ha logrado no sólo un abstencionismo partidocrático (totalmente lícito, por cierto) sino también, y sin buscarlo, un cierto “celo amargo” entre algunos jóvenes que creen que sólo resta esperar el martirio o la parusía, sin intentar hacer algo en pos de la cosa pública (para no decir “re-pública” y recordar a Anzoátegui). Y esto, aún cuando algunos tuvieran vocación y talento para ello.

 

Yo opino con Maurras que la cuestión política debe ser, cronológicamente y siempre, anterior no a los principios (claro está) sino al mismo desarrollo de la realidad (“politique d’abord”). De lo contrario, ¿de qué nos serviría una restauración católica en lo individual, una restauración de los primeros principios en nuestros estudiantes si el país continuara siendo vasallo de los imperios y sometido a las agendas globalistas? La primera de las libertades del hombre es la independencia de su Patria y, junto con ella, la restauración de los principios; no una cosa sin la otra. No aut… aut, sino et…et.

 

Respecto a la reiterada lucha contra la forma de gobierno democrática que algunos han tomado, sólo diré que yo participo de la visión irazustiana (y católica, creo) de la relatividad de esas formas, según la cual nacen de una empresa de gobierno bien lograda (situación que no ha ocurrido todavía entre nosotros, por cierto).

 

Son esas formas de gobierno relativas las que permitieron a lo largo de la historia que algunos cristianos fuesen consejeros de emperadores politeístas o que ciertos pueblos bárbaros fuesen conquistados para Cristo, aún en situaciones doctrinalmente desfavorables: San Remigio no buscó que Clodoveo fuera “primero” un católico ortodoxo y excelente en su doctrina para, recién luego, presentarle a Santa Clotilde, sino que hizo de Celestino entre un pagano que adoraba a las ranas y una princesa cristiana para que, con el tiempo, se formara el primer reino católico de occidente. Así, de la mano de la cosa pública, iría la restauración de la cultura greco-romana y la instauración de la única religión verdadera.

 

En cuanto a mí, al escribir intento ajustarme siempre a la virtud de la Veracidad, y al obrar u opinar en política, a la de la Prudencia; y en todo, con Caridad. Tratando de no disparar nunca “hacia la derecha” ni de criticar a quien intenta hacer algo si no hay necesidad. Sino al contrario: intentando hacer apostolado con quienes aún no son “propia tropa” pero que, con poco esfuerzo, paciencia y caridad, Dios termina obrando en ellos la conversión. Me sobran los ejemplos. Es claro que en estos temas, siempre se corren riesgos, pero son los propios de quien se mueve sin certezas en los resultados.

 

Porque es muy cierto que alguien tiene que decir la Verdad públicamente pero también alguien tiene que hacer Bien en el orden práctico según nos lo permita el Buen Dios y  conforme la vocación de cada cual.

 

En fin, se trata de ópticas diferentes que no tienen por qué empañar nuestra amistad. Lo cierto es que, hasta la actualidad, no creo haberme desviado aún de mi camino que, si bien no todos compartirán, creo que es el que debo seguir en conciencia.

 

En cuanto a mí, espero nunca vacilar en apoyar a todo aquel que haga algo en pos de la Patria y de la verdadera Fe o, en su defecto, a quienes -sin que se nos pida la claudicación en los principios ni acallar la voz ante las legítimas diferencias- intenten hacer mermar en algo el mal que por todos lados se cierne, hasta tanto llegue (o logremos formar) un caudillo católico para restaurar el orden social cristiano; y todo eso, aun a riesgo de equivocarme muchas veces, como es propio de los enemigos de “la inacción que es la cordura”, según decía el agnóstico Borges.

 

Un gran abrazo en Cristo y la Patria y sigamos manteniendo la sentencia escolástica que siempre te ha caracterizado: in dulcedine societatis quaerere veritatem (“en la dulzura de la amistad buscar la verdad”).

 

Un abrazo

 

P. Javier