homo argentus
Por Luis Américo
Illuminati
Informador
Público, 27-10-23
José Ingenieros
describió genialmente en “El hombre mediocre” la situación que hoy se vive en
la Argentina desgraciadamente. “En ciertos períodos oscuros la Nación vegeta;
el espíritu se amodorra. Los apetitos acosan a los ideales, tornándose
dominadores y agresivos. No hay astros en el horizonte ni oriflamas en los
campanarios. Ningún clamor de pueblo se percibe; no resuena el eco de grandes
voces animadoras. Todos se apiñan en torno de los manteles oficiales para
alcanzar alguna migaja de la merienda. Es el clima de la mediocridad. Los
Estados tórnanse mediocracias, que algunos filólogos denominan mesocracias”.
¿No es acaso la
enfermedad que hoy padece la sociedad argentina, una sociedad agotada, enferma,
que gira en el mismo círculo todo el tiempo y no se da cuenta? Probablemente
Dilthey, Freud y Jung, dirían que no está en sus cabales.
Para agregar a las
páginas de “Las Canciones de Militis”, de Leonardo Castellani, S.J.
Embrutecidos en
sus pequeñas miserias, sin ver más allá. Sin desear la aurora de las ideas que
les liberen… Ajenos a cuanto no sea comer, beber, reñir, dormir y procrear
pillos, vagos y delincuentes que son miembros de un clientelismo miserable. Un
país así cuyos males se prolongan en el tiempo en base a un sistema perverso,
consistente en un círculo cerrado o simbiosis entre un gobierno inmoral y
corrupto y sus votantes -zánganos subsidiados- no tiene salvación posible. Los
pueblos que no tienen salvación son aquellos en que la corrupción es gobierno
continuado y la justicia lo respalda, entonces inexorablemente están destinados
a desaparecer lo mismo que una estrella cuando colapsa en el espacio infinito.
Si hoy viviera el santo Cura Brochero, diría: Señor este pueblo que se dice
cristiano se ha soltado de tu mano, te ha desterrado en sus corazones. Te ha
reemplazado por cosas materiales; ha dejado que el impío profane su casa y
corrompa a sus hijos. El aborto es ley aprobada, ya no es un crimen. La
cultura, la escuela y las costumbres son pura basura. Los mercaderes del templo
que Jesús corrió a latigazos son de la misma calaña que los han demolido los
muros de la decencia en la Argentina y han abierto las puertas a todos los
vicios. La virtud es mala palabra y motivo de burla. La hipocresía es la reina
en todos lados y, la corrupción ha convertido la democracia en una desgracia.
Se diría que en la
Argentina hoy día se practica una religión cuasi pagana, herencia de un
catolicismo “mistongo” como le llamaba el Padre Leonardo Castellani (1899-1981)
a la religión adulterada que él denunció y por lo cual fue denostado y
perseguido por la jerarquía eclesiástica de su época. Basta leer las cartas que
les remitió- sin haber recibido ninguna respuesta- al Nuncio Apostólico y al
Arzobispo de Buenos Aires (cfr. “Las Canciones de Militis”, Ediciones Dictio,
1973, págs.334/359). Y las consecuencias espirituales de este fenómeno están
resumidas en cierta forma en aquella frase de Nietzsche: “Dios ha muerto” cuyo
sentido semántico no fue comprendido cabalmente, ya que esta frase dentro del
contexto general tiene interpretaciones variopintas que la toman al pie de la
letra, olvidando que Nietzsche si bien fue un filósofo, fundamentalmente fue un
poeta, y también un profeta, ya que anticipó mejor que nadie el nihilismo que
sobrevendría en el siglo siguiente, una atmósfera que hoy está más vigente que
nunca.
La Muerte de Dios
Hay que aclarar
que una corriente exegética postula que “Dios ha muerto” es una frase que configura
ex profeso una petición de principio, es decir, lo que se ha establecido al
principio como proposición que hay que demostrar. Lo que Nietzsche quiso decir
realmente es que el hombre había matado a Dios en su corazón. Lo había
desterrado, expulsado de su alma. Decir que un ser infinito ha muerto implica
reconocer que antes estuvo vivo. Ergo, Dios no muere porque es el Ser Supremo,
siempre existió y es quien ha creado el universo entero y las criaturas
vivientes que son la obra de sus manos. Y si es el Creador, por tanto, es
inmortal, sempiterno, infinitamente justo y bondadoso. De acuerdo con este
fundamento cabe inferir que un “argento” (“el hombre mediocre” que definió José
Ingenieros) puede creer en Dios de la misma manera que cree en los platos voladores
y seres extraterrestres y fantasmas, es decir, no está muy convencido de que
existan, sospecha algo y entonces se ha vuelto escéptico, ha perdido la fe.
Para que de verdad
crea, debería ser abducido por los extraterrestres. De modo que al haber matado
a Dios en su conciencia ya no tiene ninguna fe, entonces oye y hace caso a los
engañosos cantos de sirena del New Age, un mundo que proclama la globalización
de la demencia empaquetada en papel de regalo. Los que tiene fe y creen en el
Dios Vivo y en Jesucristo, su Unigénito Hijo, que vino al mundo para salvar a
los hombres del pecado, dicen ante el desolador espectáculo del mundo: Kyrie
Eléison. ¡Señor ten piedad! Esta es la única forma de que tenga algún sentido
la existencia que llevamos en esta Argentina en naufragio.