nace anticatólica
Pawel Lisincki
Brújula
cotidinana, 15_12_2023
El 11 de diciembre
Donald Tusk ha sido elegido nuevo Primer Ministro polaco por el Parlamento y el
13 de diciembre el nuevo gobierno ha jurado ante el Presidente de la República,
Andrzej Duda. Hemos pedido al periodista Pawel Lisicki, director del semanario
"Do Rzeczy", un análisis de la situación polaca.
El nuevo Primer
Ministro polaco, Donald Tusk, ha prometido devolver a su país “al lugar que le
corresponde en Europa”. Según él, es hora de poner fin a un gélido
enfrentamiento de ocho años entre Varsovia y Bruselas. Suena bien, pero ¿qué
significa en la práctica?
Donald Tusk ha
presentado su visión de una Polonia nueva y progresista en el corazón de la UE,
al ganar su Gobierno un voto de confianza en el Parlamento. Pero no ha
explicado qué significa exactamente la “Polonia progresista”. En realidad,
existen muchas contradicciones e incoherencias en su discurso. Por un lado, ha
declarado ante el Parlamento polaco que “Polonia recuperará su posición de
liderazgo en la Unión Europea”; por otro, ha añadido que “cualquier intento de
cambiar los tratados que van en contra de nuestros intereses está fuera de
lugar... Nadie me superará en la Unión Europea”.
¿Cómo es eso
posible si el intento de limitar la posición polaca era el principal objetivo
de Bruselas? ¿Cómo puede Polonia “recuperar” algo que no ha perdido en
absoluto? Es Bruselas la que intenta cambiar los tratados, así que ¿cómo puede
decir Tusk que estará tanto en contra como a favor de una mejor cooperación con
la Comisión Europea? Tusk ha sido presidente del Consejo Europeo y líder del
Partido Popular Europeo, por lo que debería saber perfectamente cuál es el
verdadero objetivo de los cambios en los tratados europeos. Ha prometido
“devolver miles de millones de euros” de fondos de la UE a Polonia, congelados
debido a una disputa entre Bruselas y el gobierno saliente de Ley y Justicia
(PiS) por cuestiones de Estado de Derecho. Pero, ¿cómo va a lograrlo sin perder
la soberanía?
A finales de
noviembre de este año el Parlamento Europeo ha votado el informe de la Comisión
de Asuntos Constitucionales (AFCO) de la Eurocámara en el que se recomiendan
cambios en los Tratados de la UE. El documento prevé, entre otras cuestiones,
la transferencia de más competencias de los Estados miembros a la UE, lo que,
de hecho, reducirá aún más su soberanía. Los nuevos ámbitos en los que los
Estados miembros tendrían que ceder su autoridad y someterse a la competencia
exclusiva de la Unión son el clima y el medio ambiente.
Por lo tanto, es
predecible que Bruselas decida qué tipo de coches pueden conducir los polacos y
dónde pueden hacerlo, si tendrán que pagar derechos de CO2 por calentar sus
casas y muchos otros asuntos de importancia. Las decisiones sobre cuestiones
climáticas y medioambientales serán impuestas por la Comisión Europea, como
ocurre en otros ámbitos en los que la UE ya tiene competencia exclusiva, como
la política comercial común. Esta será la versión más radical de la política
verde, el llamado Green Deal. El proyecto de modificación de los Tratados
implica rebajar el umbral de votos en el Consejo del 55% de los países, que
representan el 65% de la población de la UE, al 50% de los países, que representan
el 50% de la población de la UE. De este modo, será más fácil aprobar las
propuestas de la Comisión y más difícil bloquearlas. Polonia perdería el poder
de veto de facto. El anterior gobierno PiS no lo aceptó, pero el nuevo no se va
a oponer.
Además, hay nuevas
competencias compartidas que en realidad pasan a ser competencias de la UE, ya
que el Tratado dice que la UE tiene prioridad para ejercerlas. Los países
miembros sólo pueden ejercerlas en la medida en que la Unión decida no hacerlo.
Entre las nuevas competencias compartidas están la sanidad pública y la
educación. En materia de sanidad, por ejemplo, se mencionan como nuevos ámbitos
de competencias compartidas los siguientes “los asuntos de salud pública y la
protección y mejora de la salud humana, especialmente las amenazas sanitarias
transfronterizas”.
Dado que el aborto
se disfraza en la UE bajo el nombre en clave de “salud reproductiva”, se
tratará como una parte de la política sanitaria y se tomarán decisiones
sabiendo que es una competencia compartida sobre la que la Unión tiene
prioridad. Lo mismo ocurre con las demás competencias compartidas mencionadas
en el proyecto de modificación del Tratado: silvicultura, infraestructuras
transfronterizas de transporte, política de fronteras exteriores, asuntos
exteriores, seguridad exterior, defensa, protección civil, industria y
educación. O bien Tusk se opone y así no “devolvería miles de millones de
euros” de fondos de la UE a Polonia o, lo que parece más probable, cede y
pierde la posición de soberanía. Llamarlo “recuperar la posición de liderazgo”
parece una broma de mal gusto.
El otro punto
mencionado por Tusk es la “vuelta a la democracia”. El nuevo primer ministro
polaco ha comenzado su discurso con una dura condena al legado de los años del
PiS, recordando un extraño tratado político escrito por Piotr Szczęsny, un
químico de 54 años que se roció con gasolina en Varsovia en 2017 y murió en el
hospital 10 días después a causa de las heridas provocadas por su
autoinmolación. Tusk dijo que el “manifiesto” que Szczęsny escribió antes de
morir, en el que atacaba el supuesto autoritarismo del Gobierno del PiS, podría
sustituir su discurso, y leyó un fragmento: “Protesto contra la xenofobia
introducida por las autoridades en el debate público... Protesto contra la
actitud hostil de las autoridades hacia los inmigrantes... Protesto contra la
incapacidad de la televisión pública”.
Pero como en el
caso de la política europea, existe una clara contradicción. Por un lado, Tusk
declara la abolición del autoritarismo del PiS, a pesar de que había ganado
unas elecciones perfectamente democráticas, algo impropio de gobiernos
autoritarios; por otro lado, mencionando el Manifiesto de un suicida, sugirió
la venganza contra el PiS. Una de las primeras decisiones tomadas por su
gobierno ha sido la creación de tres comisiones parlamentarias especiales de
investigación para probar las supuestas infracciones de la ley cometidas por
los ministros del PiS. Para complicar más la historia, o más bien ironizarla,
es el mismo Tusk quien declara la política de reconciliación nacional.
Tras condenar al
Gobierno saliente, Tusk ha esbozado su propio programa: “Ha llegado el momento
de que Polonia sea feliz”. Cabe sospechar que es otra forma de sugerir la
implantación de la revolución de género en Polonia. En sus apariciones en
campaña, Tusk prometió introducir más derechos para las personas LGBTQ+,
signifique lo que signifique, y hacer retroceder la legislación sobre el aborto
introducida bajo el gobierno del PiS. Tusk ha criticado duramente la ley polaca
provida, calificándola de represiva y cruel. Sin embargo, no está claro hasta
qué punto el nuevo gobierno podrá cambiar la legislación sobre el aborto, dado
que algunos miembros de su propia coalición no apoyan una liberalización
significativa. El Presidente Duda, que tiene poder de veto sobre el gobierno,
permanecerá en el cargo hasta 2025. Es muy probable que Duda, católico
declarado, utilice este poder para proteger a los niños no nacidos.
En su discurso
ante el Parlamento, Tusk anunció que se percibiría de inmediato un clima
diferente para las mujeres polacas. “Hemos desarrollado un programa para que
todas las mujeres polacas perciban que existe un cambio en el tratamiento de la
maternidad, la protección de las madres y el acceso al aborto legal”. Estas
palabras son el colmo de la hipocresía. En la mente de Tusk la “protección de
las madres y el apoyo a la maternidad” es lo mismo que el “acceso al aborto
legal”. Apoyar la vida significa tener derecho a destruirla.
Hay muchas otras
señales que demuestran que el nuevo gobierno está ansioso por comenzar la nueva
guerra religiosa contra la debilitada Iglesia Católica polaca. La ministra de
educación ha pasado a ser Barbara Nowacka, una política de izquierdas y
reconocida feminista polaca. Ha mostrado públicamente su apoyo a la ideología
de género y le gustaría implantarla en las escuelas. Otra política radical en
el gobierno de Tusk es Agnieszka Dziemianowicz-Bąk, que se ha convertido en
ministra de Familia, Trabajo y Política Social. Es una activista radical del
movimiento LGBT. Hace unos años escribió su tesis doctoral
“Reproducción-resistencia-potenciación. Crítica radical de la educación en el
pensamiento occidental contemporáneo”.
Es una ferviente
partidaria del aborto libre y de la ideología de género. Tusk ha creado un
nuevo ministerio para la igualdad y ha nombrado como jefa a otra feminista,
Katarzyna Kotula, una de las líderes de las manifestaciones a favor del aborto.
También es responsable de introducir en el código penal polaco una nueva
categoría de disposiciones legales que castigarían los llamados delitos de
incitación al odio. Otro responsable de ello es Adam Bodnar, el nuevo ministro
de Justicia, ex comisario de Derechos Humanos de Polonia, que ha luchado por
los derechos de las mujeres y los derechos LGBT.
No sólo hay
anuncios vacíos, sino planes reales para cambiar la identidad cultural polaca.
La primera decisión que ha tomado la nueva mayoría liberal-izquierdista ha sido
la de introducir una nueva ley que permita financiar la fecundación in vitro
con dinero público. El propósito de Tusk está claro: la nueva Polonia, alegre y
europea, no debe tener nada que ver con la vieja, católica y tradicional.