Por Carlos Tórtora
Informador
Público, 7-2-24
La gira
internacional de Javier Milei se convirtió en un vía crucis, porque la prensa
internacional destaca ahora la enorme derrota sufrida por él. En un sentido
estricto, el presidente sólo cosechó lo que sembró: negoció de mala gana con
los gobernadores y los bloques opositores, los insultó y descalificó de todos
los modos posibles y ahora se muestra sorprendido porque muchos diputados que
habían pactado con el gobierno votaron en contra de artículos sustanciales de
la ley ómnibus, al punto que obligaron al oficialismo a dar marcha atrás y
enviar el proyecto a comisión nuevamente. O sea, un punto muerto del cual le
será difícil salir.
Los nuevos exabruptos
de Milei desde Tel Aviv indican que se dispone a dar batalla. Esto es, no
reconocer la enorme torpeza del oficialismo y refugiarse en su círculo de
incondicionales: Nicolás Posse, Luis Caputo y Patricia Bullrich, que con su
policía brava le hace creer al gobierno que tiene la situación bajo control.
La consulta
Anoche, la versión
más reiterada era que Milei se dispone a jugar su carta más fuerte. Esto es, su
poder electoral, convocando a una consulta popular. En este punto y como suele
ocurrirle, a Milei no lo ayudan las leyes. La 25432 reglamenta la consulta
popular establecida por la Constitución. Su artículo 2 dice que la ley para
convocar una consulta popular vinculante requiere la mayoría absoluta de los
miembros presentes de cada una de las cámaras. El voto es obligatorio y si el
proyecto obtiene mayoría se convierte automáticamente en ley. Pero para Milei
es imposible hoy obtener el voto de la mayoría absoluta de las cámaras.
Pasemos a la
consulta no vinculante. Esta también requiere para su convocatoria del voto de
la mayoría absoluta de las cámaras pero, en caso de obtener mayoría el
proyecto, sólo ocurre que el mismo deberá ser incorporado en la agenda
parlamentaria del año.
En síntesis, la
pretensión de Milei de plebiscitarse depende del Congreso y es inviable.
Con pocas opciones
Acorralado por su
derrota en el Congreso, la lógica de la política indicaría que el presidente
debería dar señales de que acepta la derrota y se prepara para negociar lo que
se pueda con la oposición para salvar algo de su ley ómnibus. Pero la lógica
del libertario es otra. Él debe ir contra las leyes de la política y jugar a
todo o nada. Siguiendo esta lógica, hay que esperar un aluvión de DNU. Jugaría
con fuego el gobierno porque, si el Congreso continúa reaccionando, podría
derogar el mega DNU y dejarlo en un KO técnico.
La pérdida de
poder que está sufriendo Milei es casi imposible de revertir, porque muchos de
sus seguidores lo apoyaban en la creencia de que iba a derrotar fácilmente a
una desprestigiada casta. Pero ocurre en realidad que la casta movió los
mecanismos institucionales y dejó sin oxígeno al libertario.
Más allá del
conspirativismo que suele aflorar en momentos como éste, lo cierto es que hoy
son válidas las especulaciones acerca de si Milei puede subsistir 4 años
rodeado por gobernadores, diputados y senadores que no controla y que le
impiden ejecutar una política económica de todo o nada. Poco puede esperar
además el presidente de la Corte Suprema, que difícilmente corra en auxilio de
la Casa Rosada declarando la constitucionalidad del DNU, si ve que el Congreso
está fuera de control del gobierno. La subsistencia del oficialismo depende de
una inestable mayoría que tiene en la opinión pública. Una vez perdida ésta,
sólo se sustentará en la legalidad formal, que suele servir de poca cosa.
Tal vez a su paso
por Roma el presidente obtenga algún consejo válido del Sumo Pontífice. Por el
camino que va, Milei se acerca peligrosamente al precipicio y sus posibilidades
de instaurar un régimen de partido único, como Nayib Bukele, son inexistentes.