y fascismo político
Julio Bárbaro
Infobae, 03 Mar,
2024
El discurso de
Milei podría resumirse en esta definición: liberalismo económico y fascismo
político. Está muy claro que mientras la palabra “libertad” se repite hasta el
infinito, el término “justicia” fue desterrado de su diccionario.
Se advierte una
revisión del Estado kirchnerista lógica, coherente, válida, hasta le da sostén
al discurso en la medida en que el kirchnerismo convirtió al Estado en una
burocracia ilimitada, con lo cual la corrupción quedaba expuesta. Al asentarse
sobre esos errores, los de la multiplicación de los espacios para acomodar a
parientes y conocidos, por ejemplo, el discurso acierta. Así, por momentos,
pareciera que logra hacer pie en una crítica a la política. Sin embargo, la
hace es desde los negocios de la economía, y por ende, no enjuicia a la mala
política, está criticando a la política como diálogo.
Cuando Milei
describe los errores, es coherente. En cambio, cuando apela a los reiterados y
vacíos “cien años”, es absolutamente irracional. Decir “cien años” es una farsa
insostenible, tanto suya como de Caputo, Benegas Lynch y demás seguidores, que
imaginan a la Argentina solo como un espacio de negocios.
Naturalmente,
aborda también aspectos indiscutibles. Que los sindicatos tengan elecciones,
que los mandatos duren cuatro años sin posibilidad de reelección, podrá darnos
un sindicalismo más vital.
Además de la
crítica a las equivocaciones reales del kirchnerismo, el discurso contiene una
reivindicación del menemismo que lo deja sin sostén con los tiempos. A veces
habla de los 90, otras, de la década infame, por momentos vuelve con
obstinación sobre “los cien años”. Yo creo que no asumir que la Argentina de
Lanusse -digamos, por poner un ejemplo extremo- sin deuda externa ni subsidiado
alguno, sin inseguridad y con trenes que funcionaban, es clave para advertir el
desconocimiento de la historia por parte del presidente.
En el fondo,
Alfonsín con su voluntad democrática, perdió la batalla contra los empresarios
y los sindicalistas unidos. No logró separar esos dos espacios, esos dos
mundos, y al unirlos, desde esa concepción añeja del radicalismo -el temor a
las corporaciones-, Alfonsín perdió su espacio político. Ahora bien, reivindicar
a Menem es reivindicar a quien destruyó el ferrocarril y a quien, al privatizar
luz, gas, agua, telefonía, entregó aquello que era de todos. La alabanza de
Menem equivale al elogio de lo que era la Argentina hace cien años, cuando no
había ni democracia ni industria. Porque lo que le molesta al liberalismo,
desde su concepción absolutamente colonial, es la democracia y la industria.
Convocar al Pacto
del 25 de mayo es expresar con nitidez la idea fascista del poder del Estado
que tiene Milei y que evidencia al insistir en que si no tiene el apoyo
político, tomará las medidas que sea por decreto, gobernará por decreto. Él es
el poseedor único de la verdad y el resto somos enemigos. Una visión del mundo
absolutamente antiliberal. Porque si el liberalismo se aísla en lo económico,
es fascismo siempre. La libertad implica el respeto al pensamiento del otro, y
lo que nos está pidiendo Milei para ese pacto del 25 de mayo es la adhesión a
sus principios, a su mirada, acertada en su crítica a errores del pasado y completamente
irracional en sus objetivos.
Hablar en el mundo
actual de libertad de mercado no se sostiene, es inimaginable porque conlleva
la destrucción de lo poco de industria que nos queda y nos reduce a productores
de materias primas y minería. Digamos, a una colonia proveedora de bienes
primarios con muchos sectores enriquecidos y millones de pobres en la peor
miseria.
El Estado de
Milei, ese de hace cien años que reivindica y pretende traer de regreso, es un
Estado donde los pobres y la justicia no tienen siquiera vigencia. La política
es el único espacio desde el cual se puede articular la coincidencia de las
sociedades. En la Argentina de Milei, el humanismo está ausente. Acaba de
decirnos que el mercado se impone a la sociedad, en rigor, que la ganancia es
más importante que el ser humano.
No podemos dejar
de subrayar la ordenada estructura de aplaudidores. Se critica al populismo,
pero el Congreso estaba repleto de adherentes y obsecuentes de toda especie
para que el aplauso y el griterío fueran a su favor en su totalidad. La
escenografía y hasta el abrazo con la vice y demás asistentes estuvieron muy
bien armados. Pero insisto y cierro, una vez más, estamos ante un liberalismo
económico con fascismo político.
Podemos agregar
que fue relativamente suave la crítica a la oposición, retrocedió bastante,
trató de no incitar a las fieras, globalizó a la clase política, la generalizó.
Entre tanto, la clase económica fue presentada como la salvadora de la patria.
Porque, en el fondo, la premisa del discurso de Milei es que los ricos son
mejores que los políticos. Admitamos que en algunos casos, el kirchnerismo lo
ayudó a sostener esta concepción.
Por lo demás, en
ningún momento reivindicó el derecho a integrar el pensamiento ajeno o a
incorporar la duda a sus ideas. Nos tiró un dogma por la cabeza, como si fuera
el de los viejos marxistas, y terminó siendo la expresión más clara de lo que
podríamos llamar un marxismo de ricos. Un librito por el cual, si se les
permite a los poderosos recuperar su prestigio y llevar al infinito su poder,
la Argentina va a tener pobres que serán beneficiados por la limosna de una
sociedad injusta, es decir, una colonia productora de materias primas.
En síntesis,
estamos antes la reivindicación del menemismo, pero ahora sin libertad
política, ante la degradación de la Argentina a colonia, ante el fin de la
concepción patriótica. Solo la libertad de mercado sin justicia para la
sociedad. Si las naftas pudieron subir varias veces y los salarios y las
jubilaciones nunca, el modelo está claramente definido para siempre.
En cuanto a
política internacional, Milei no dijo ni una palabra , no abordó temas en los
cuales cometió errores desde el inicio de su mandato y en los que venía
incurriendo aun desde antes. Tampoco mencionó la capacidad industrial de la
Argentina, solo se refirió a los cien años en que todo era gloria y esplendor,
porque, como dijimos, hace cien años generábamos únicamente materias primas y
no había ni democracia ni industria. No son detalles.
En este retroceso
donde se elimina la política, Milei incita a que coincidan con él, no a buscar
un gran acuerdo nacional. Menen fue más lejos, hizo una reforma constitucional
que, con el tiempo, mostró la profundidad del daño que le generó a nuestra
sociedad. La casta es hija de esa reforma. Ahora, Milei nos plantea un pacto en
el cual todos debemos apoyar su proyecto de país. Y que no se nos ocurra pensar
distinto.
El discurso de
Milei fue eficiente para enterrar al kirchnerismo. Pero, ¿es útil para impulsar
la absurda propuesta de La Libertad Avanza? No lo creo. No es lo mismo enterrar
el pasado que ingresar en el futuro.