Roberto García
Perfil, 13-10-24
Tal vez el Papa,
en estos últimos dos meses, recibió a más argentinos que en cualquier otro
período de su gestión en once años. Algunos le atribuyen esta repentina convocatoria
a la prometida visita al país, al semblanteo de una situación que puede
convertirlo en protagonista de la paz interna o en responsable de una
manifiesta divisoria de aguas. Cauteloso el hombre, pregunta. A todos los
sectores políticos y hasta judiciales (estuvo más de una vez en estos días con
la jueza María Servini). Otros, en cambio, la concurrencia a Roma la observan
como una acción política adversa al Gobierno, a pesar de que también atiende a
varios de sus mensajeros (caso del responsable de Culto en Relaciones
Exteriores, el bonaerense Nahuel Sotelo, hombre del Opus Dei, grupo enemistado
con la Compañía de Jesús de la que es miembro Bergoglio).
Procede Francisco
como su numen en la Tierra, Juan Perón, cuando ejercía esa táctica desde Puerta
de Hierro con el “avión negro” que estaba por llegar. Misterios de la Iglesia.
O de la política vaticana, ahora jesuítica. Para seguir en su inviolable
propósito final, el Papa esta semana le abre las puertas a la vicepresidenta
Victoria Villarruel, nadie sabe si la dama asiste como correveidile de la Casa
Rosada. Altamente improbable. O como máxima rentista de un eventual desenlace
institucional, impulsado por variopintos opositores, en el caso de que Milei se
vaya a desmoronar por la fronda de los dos tercios con amenaza de juicio
político. También altamente improbable.
La pasional y
atrasada inclinación de Francisco por las cuestiones de su país se supone que
implica más de una definición. Por ejemplo, la ministra Sandra Pettovello le
acercó un informe sobre la situación social que, entre otras consideraciones,
debió incluir anomalías de los grupos piqueteros subsidiados por el Estado, en
buena parte relacionados con el niño mimado y adoptado Juan Grabois. En la
lista, se presume que también debe aparecer Emilio Pérsico, una coincidencia
ideológica con Grabois, quien habita la casa que fuera de Mario Firmenich. Todo
por los pobres. Techo, tierra, trabajo, como rezaban los carteles en la
peregrinación a Luján, preocupada por la marchista Pampita, ex de García
Moritán, uno que cruzó la línea y lo castigaron
El Papa nada dijo sobre las irregularidades o
delitos, hasta ahora, parece que esos papeles terminaron en el arte del
origami, avioncitos o barquitos de papel lanzados al aire o al Tíber. Claro,
con algo se tiene que entretener el Sumo Pontìfice. Al revés de cuando expuso
el intento de un funcionario actual que pidió “la mía” para conceder una
licitación. Logró su renuncia, jugada de Pettovello. Obvio que frente a estas
cuestiones no se le puede pedir al vicario de Cristo la misma ecuanimidad
judicial de Salomón, el Rey de Reyes. Aunque la Argentina y Chile abordaron al
cardenal Samore para resolver el conflicto por el Beagle.
Con tantas
entrevistas del Papa se generan confusiones. Cuando la Pettovello se hincaba
religiosamente, al mismo tiempo Grabois triscaba por el Vaticano debido a su
condición de empleado preferido. Se suele plantear que la debilidad de
Francisco por el revulsivo jefe social obedece a una vieja relación con el
padre, Roberto “Pajarito” Grabois. Sin embargo, el verdadero vínculo protector
se ampara en el cariño papal por la madre de quien propone no pagar la deuda y
nacionalizar el litio. Complejo ese
mundo amistoso, nacido en tiempos de Guardia de Hierro, agrupación a la cual
Pajarito se trasladó del izquierdista FEN (Frente Estudiantil Nacional) como
forma de pasaje al peronismo y también al movimiento obrero. Entrismo a la gran
liga.
Siguen las
curiosidades y sorpresas: cuando Grabois padre y Julio Bárbaro, entre otros,
limpiaron la Universidad Católica del dominio de Montoneros y a favor del
entonces administrador Jorge Bergoglio, hicieron la purga bajo la tutela del
ideólogo de Guardia de Hierro, Alejandro Álvarez. Duró poco el agradecimiento a
esa muchachada sanitaria, radicalizada a medias y poco afecta a la violencia
armada. Entonces, el ahora Papa tomó distancia del “gallego” Álvarez creyendo
que le quería imponer otra hegemonía en el profesorado y centros de
estudiantes, insoportable objetivo para un jesuita.
Álvarez se alejó,
se desvió luego en distintos emprendimientos políticos, hasta se volvió un
iluminado de la Iglesia del centro porteño, a la cual accedía con frecuencia
Elisa Carrió, con varios crucifijos y antes de convertirse en “by Lilita”, su
línea de moda. En cambio, Roberto Grabois y Bárbaro –padrino de Juan–
mantuvieron aquel enlace con el cura, si hasta fueron funcionarios de Carlos
Menem en áreas diferentes luego de haber sido, durante el exilio de Perón, custodios
por un tiempo de la casa del General en Puerta de Hierro.
Resulta singular
que hoy aparezcan en organizaciones diferentes y opuestas el hijo de Pajarito y
el hijo de Álvarez, hoy convertido en figura por su debate televisivo de la
cuestión universitaria contra el radical Emiliano Yacobitti, quien se suponía
un avezado orador por estar casado con una nieta de Raúl Alfonsín (se desarmó
en el duelo cuando no pudo responder sobre la presentación de facturas por los
gastos en la Universidad).
Álvarez Jr no era
conocido por su cargo en la Subsecretaría de Políticas Universitarias, alcanzó
el estrellato gracias a la televisión y al traspié de Yacobitti. También
despertó interés en Milei, a quien casi no conocía. Habla un militante de la
época sobre el disloque de este rompecabezas:
“De tanto escuchar
guitarristas, de José Luis Manzano al Chueco Mazzón, de gobernadores (Vicente
Joga), de José Manuel de la Sota a Matilde Menéndez (madrastra de Juan Grabois,
para agitar la confusión e intereses), el hijo del Gallego Álvarez tenía que
saber al menos tocar el instrumento”. Otra peculiaridad del casi ministro es
que uno de sus antecedentes políticos pasa por el cristinismo, estuvo junto al
fanático exintendente de esa fracción en San Antonio de Areco, Paco Durañona. A
su vez, hijo de uno los más brillantes y memoriosos liberales, Francisco
Durañona y Vedia, exdiputado nacional y cercano a Álvaro Alsogaray. También a
la Iglesia, cuyo rol quizás merezca un examen, lo que dudosamente ocurra en la
cita de esta semana entre Francisco y Vicky Villarruel.