sábado, 15 de noviembre de 2025

EL PERONISMO

 

 va hacia una cuarta etapa en su relación con la izquierda

 

Por Miguel Ángel Iribarne

La Prensa, 15.11.2025

 

El   estudio de las cambiantes relaciones entre la Izquierda y el Peronismo constituye uno de los campos más fértiles para interpretar la historia política de la Argentina en los últimos ochenta años, evitando atajos y senderos que no llevan a ninguna parte. Y para no empantanarnos en la semántica aclaremos desde ya que por “izquierda”   entendemos todas las tendencias políticas y político-culturales que propician la colectivización de los medios de producción, la   reducción o anulación de los mercados competitivos y la estatización de los recursos culturales y educativos. En términos historicos concretos estamos aludiendo al PC, al PS, a los grupos trostkistas de distintas   observancias y al elenco variopinto de intelectuales progresistas que aquellos llaman “compañeros de ruta” y sus enemigos “ïdiotas útiles”.

 

En otra ocasión explicamos por qué el putsch de 1943 había resultado, más allá de la conciencia de algunos de sus actores, no otra cosa que la exitosa anticipación estratégica del Ejército Argentino a la agenda del Frente Popular, insinuada por el PC en la década previa y que desembocaría en 1945-46 en la Unión Democrática.   El encauzamiento de la dinámica revolucionaria a partir de octubre del ´45 por las vías electivas y bajo el liderazgo de Perón, genera en la Izquierda una actitud de incuestionable enemistad, en la cual las nuevas corrientes políticas serán enfrentadas por el PC, PS, etc., denunciándoselas como el ¨naziperonismo¨.

 

No obstante algunas disidencias personales respetables pero históricamente irrelevantes, esa será la posición prevalente en la Izquierda durante una década entera. Por ello el derrocamiento de Perón será saludado con alborozo por todas las fracciones del marxismo criollo, tanto las más extremas cuanto las moderadas. Unas y otras, por lo demás, se beneficiarán, de un modo u otro, por las puertas que la candidez del gobierno militar les abrirán en sindicatos, medios de información y universidades a expensas de actores que en ese momento o en instancias previas habían mostrado algún grado de afinidad con el régimen caído.

 

Pero cosas pasaron… La Argentina antiperonista no logró la estabilidad política ni, consecuentemente, la económica.   La frustración de los sectores sociales bajos y mediobajos   creció ininterrumpidamente y el peronismo fue recuperando algo que un escritor político de la época llamó "popularidad por contraste".   La Izquierda comenzó a observar el divorcio existente entre sus pretendidas bases sociológicas y la realidad.   Y la reflexión llegó inevitablemente: "Si los trabajadores no vienen a nosotros, nosotros iremos donde están los trabajadores¨.   Avanzada la década del ´60 a la etapa de la enemistad sucedió la del entrismo, en la que decenas de miles de militantes del marxismo se descubrieron, de pronto, peronistas, y más auténticos que los que habían levantado ininterrumpidamente esa bandera.

 

Los resultados de esta operación de travestismo político, al confluir con las circunstancias de la Guerra Fría y la crisis ideológica en la Iglesia -entre otros factores- desembocaron en la cruel guerra interna de los ´70.   Al emerger de ella y restablecerse la democracia, el entrismo había tenido el éxito suficiente como para poder pasar a una nueva fase: la cooptación.   Una sola figura obstaculizaba el camino hacia ella, la de Menem, que al menos la demoró una década. Después de 2003, ni aún aquellos que querían diferenciarse de los Kirchner disponían de una exégesis histórica distinta del peronismo desde sus orígenes hasta su estallido electoral de entonces.

 

La cooptación se manifestó, pues, en una aceptación crítica de la interpretación montonera de la historia nacional, aunque a veces se evitasen las incómodas conclusiones prácticas de la misma. Como hemos apuntado en otra oportunidad, los peronistas comenzaron a identificar a sus adversarios como la Derecha, algo inimaginable en el lenguaje genuino del Movimiento. Y la guerra revolucionaria de los ´70, en el peor de los casos fue anotada como un eventual error táctico, militarista, y no como lo que realmente fue: la manifestación en el teatro de operaciones argentino de la guerra revolucionaria global.

 

El peronismo, a pesar de los reiterados fracasos electorales y gubernativos, no se ha librado de esta cooptación de más de dos décadas. Y, en la medida en que la situación económica de la mayoría no mejore sensiblemente, estará fuertemente tentado a repetir eslogans y fórmulas inconducentes.   Resta por saber si se mantendrá aún en condiciones de controlar la insatisfacción social que puede irse generando. Porque dos constataciones se imponen a quien observa el escenario nacional y su posible evolución en el corto y mediano plazo: que los no peronistas son más que los peronistas pero que los pobres, lato sensu, son cada vez más que los ricos. De allí que surja la perspectiva de que la cuarta etapa de su relación con la Izquierda consiste en su total dilución en un Frente Amplio conducido por aquella.   Y quizás en la aparición de nuestro propio Mamdani.

 

Miguel Ángel Iribarne

* Profesor emérito, Universidad Católica Argentina. Fue decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Católica de La Plata.