Nuestro modo habitual de convivir con las dificultades consiste en apelar a la aplicación de “parches” o engaños pasajeros que sólo disimulan los problemas o las adversidades en sus efectos más obvios o en su faz más superficial y aguda. Nunca, o casi nunca, asumimos la decisión de buscarle una solución estructural y de fondo al mal que nos acosa.
La forma en que se deciden las obras públicas, cuando no roza la corrupción y los favores a empresarios amigos del poder político, también exhibe una llamativa improvisación, alejada de cualquier plan estratégico sustentado en un proyecto de nación. En este último sentido, la millonaria adjudicación del Tren de Alta Velocidad (TAVE), que unirá Buenos Aires con Rosario y Córdoba, y la apertura de ofertas para otro servicio similar a Mar del Plata obligan a cuestionar las prioridades establecidas para las inversiones públicas. Estos proyectos faraónicos contrastan con la falta de respuesta a problemas cotidianos más elementales, como los sufrimientos que padecen los usuarios de las líneas ferroviarias del conurbano bonaerense.
La falta total de proyectos estratégicos y políticas de Estado concebidos con una visión de largo plazo -y compartidos, en lo posible, por los diferentes sectores del espectro político- es uno de los grandes puntos débiles de la vida institucional argentina.
En la medida en que un país cuenta con un programa económico integral, fundado en la consecución de los grandes objetivos estratégicos y de largo plazo de su comunidad nacional, se establecen los caminos y criterios que corresponde seguir para hacer frente a las crisis y a las situaciones de extrema adversidad que pueden llegar a suscitarse en algunos campos críticos de la actividad productiva o en orden al normal suministro de determinados bienes y servicios.
(La Nación, editorial, 9-3-08)
La forma en que se deciden las obras públicas, cuando no roza la corrupción y los favores a empresarios amigos del poder político, también exhibe una llamativa improvisación, alejada de cualquier plan estratégico sustentado en un proyecto de nación. En este último sentido, la millonaria adjudicación del Tren de Alta Velocidad (TAVE), que unirá Buenos Aires con Rosario y Córdoba, y la apertura de ofertas para otro servicio similar a Mar del Plata obligan a cuestionar las prioridades establecidas para las inversiones públicas. Estos proyectos faraónicos contrastan con la falta de respuesta a problemas cotidianos más elementales, como los sufrimientos que padecen los usuarios de las líneas ferroviarias del conurbano bonaerense.
La falta total de proyectos estratégicos y políticas de Estado concebidos con una visión de largo plazo -y compartidos, en lo posible, por los diferentes sectores del espectro político- es uno de los grandes puntos débiles de la vida institucional argentina.
En la medida en que un país cuenta con un programa económico integral, fundado en la consecución de los grandes objetivos estratégicos y de largo plazo de su comunidad nacional, se establecen los caminos y criterios que corresponde seguir para hacer frente a las crisis y a las situaciones de extrema adversidad que pueden llegar a suscitarse en algunos campos críticos de la actividad productiva o en orden al normal suministro de determinados bienes y servicios.
(La Nación, editorial, 9-3-08)