Por Bram Posthumus
La alarma sonó el 22 de diciembre cuando los militares se hicieron con el poder en Guinea, en África occidental. La inmediata respuesta internacional fue hacer un llamamiento pidiendo elecciones libres. Sin embargo, paulatinamente surge la duda de si Guinea se encuentra en el momento oportuno para instaurar la democracia. El golpe de estado perpetrado por el capitán Moussa Dadis Camara, hace tres semanas, se parecía como dos gotas de agua al golpe de su fallecido antecesor, Lansana Conté.
Viejos clanes
Este es el escenario. Lugar: Diversos lugares en la capital del país, Conakry, el palacio presidencial, el Parlamento, y una serie de campamentos militares ubicados por la ciudad. Los actores principales: un presidente prácticamente muerto, algunos clanes familiares liderados por sus viudas, destacados políticos y un grupo de jóvenes militares de bajo rango.
La acción se desarrolla de la siguiente manera. Mucho antes de que el presidente expirara se produce un tira y afloja entre los clanes acerca de la herencia del todavía presidente. Las mujeres del mandatario dirigen esos clanes; ellas se encuentran al frente de esas redes en las que están involucrados altos militares, influyentes empresarios nacionales y extranjeros y destacados políticos. Tras la muerte del presidente la cuestión que se presenta es cuál de esos clanes se va a hacer con el poder.
Constitución
La Constitución determina que la Asamblea Nacional-el Parlamento de Guinea- tiene temporalmente el poder presidencial y durante ese periodo debe convocar elecciones. Pero nadie en la red de clanes tiene la intención de acatar las normas constitucionales. Finalmente un grupo de jóvenes militares aprovecha la situación. Desde sus cuarteles toman lugares estratégicos en la ciudad y de un plumazo retiran a la vieja guardia corrupta. Así ocurrió en 1984 y así ha ocurrido ahora. El capitán Camara ha tomado el poder y su grupo de gobierno se llama Comité Nacional para la Democracia y Desarrollo.
La guerra fría
A nivel nacional todo parece igual pero en el exterior no. En 1984 todavía existía la Guerra Fría. El primer presidente guineano, Sékou Touré había puesto su país en manos del campo soviético y el militar que le su sucedió acabo rápidamente con esa herencia. La "comunidad internacional" dejó el camino libre a los soldados, porque pensó "otro país que hemos ganado para el Occidente libre".
Ahora la situación es diferente y en breve deberán ser convocadas elecciones libres. La Unión Económica de Estados de Africana Oriental hizo saber que se sentía conmocionada por el golpe de estado. El secretario general de las NN.UU., Ban ki-moon, ordenó que se realizara un traspaso de poder de acuerdo con la Constitución. La Unión Africana ha suspendido a Guinea como miembro de la Organización y desde los EE.UU. y la Unión Europea se hace un llamamiento para que lo antes posible se restablezca la democracia.
El único que no apoya estos llamamientos es el presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, que afirma haber hablado con los golpistas y que en el plazo de 8 meses se celebrarán elecciones. Camara, sin embargo, afirmó en su primer discurso que los comicios se celebraría en el plazo de 24 meses.
Guinea debería haber celebrado elecciones parlamentarias en el 2007 pero han sido suspendidas en numerosas ocasiones. Uno de los grandes problemas es que Guinea está en bancarrota y para los comicios se necesitan unos 35 millones de dólares. Los ingresos del Estado desaparecen en las redes que Camara y sus seguidores intentan cuidadosamente desmantelar.
Servicios básicos
Ahora la cuestión se centra en si Guinea está en condiciones de convocar elecciones. El presidente senegalés aboga porque se conceda tiempo a los jóvenes militar para poner orden. Y también hay que restablecer los servicios básicos eliminados durante la época de Conté: electricidad, agua potable, recogida de basuras, sanidad y enseñanza.
Riesgos
Ahora existe el temor de que las viejas élites que se encargaron de hundir a Guinea vuelvan con las elecciones. El mismo riesgo existe si se perpetra un contragolpe. Y por si estos fueran pocos aún hay más riesgos: estos nuevos militares pueden caer en viejos patrones de corrupción y así perder el apoyo de la población. Ya se han constatado varios indicios al respecto: allanamientos policiales ilegales y saqueos de empresarios por parte de los soldados. Lo mejor que podría hacer la comunidad internacional es evitar que se llegue a ese extremo. Bajo la actual situación es preferible retrasar la celebración de comicios en Guinea.
NuevoEncuentro 10/01/09