sábado, 28 de marzo de 2009

Comienzo de la guerra de Malvinas

MALVINAS: EL INCIDENTE DE LAS ISLAS GEORGIAS[1]

Mario Meneghini

Con motivo de celebrar este año el vigésimo séptimo aniversario de la gesta de Malvinas, conviene reiterar la difusión de aspectos poco conocidos de la guerra y no dejar pasar afirmaciones que inducen a la confusión o a la duda. Los errores y debilidades propias deben ser reconocidos, pero no deben tolerarse las mentiras ni las especulaciones sin fundamento sobre las reales motivaciones de un conflicto bélico que la Argentina no provocó imprudentemente y que una vez desatada supo afrontar con hidalguía. En este caso, nos interesa abordar el incidente diplomático que originó la guerra de 1982.

1. Casi simultáneamente con la asunción del General Galtieri, como Presidente de la República Argentina, el embajador británico autorizó el viaje a las Georgias de Sur del empresario argentino Davidoff, que contrató con la Compañía escocesa Salvensen para desguazar una estación ballenera en esas islas.
El contrato molestó al gobernador Hunt, vinculado al Comité de las Islas Malvinas (lobby), pues:
-en junio 82 la Oficina Investigaciones Antárticas británica abandonaría las Georgias (Gritviken)
-el único buque de la marina, rompehielos Endurance, dejaría el área en mayo l982
-los obreros argentinos con contrato hasta el 84 serían la única presencia en las islas.

2. Davidoff, habiendo notificado a la embajada británica, salió el 16-12-81 en el rompehielos Almirante Irizar para inspeccionar el lugar que debía desmantelar, llegando a puerto Leith -en la isla San Pedro, del grupo de las Georgias- el 20-12 (Informe Franks, 161/259); allí inspeccionó las estaciones balleneras, un dique seco abandonado, tanques, calderas, tuberías, todo eso material recuperable para ser vendido como chatarra.
El negocio era apetecible; se estimaba que existían alrededor de 35.000 toneladas de hierro y acero que podían arrojar un ingreso de 7 millones de libras, correspondiéndole a Salvenson 115.000 como compensación. Es poco razonable pensar que un comerciante como Davidoff arriesgaría la oportunidad de su vida, por cometer un acto de provocación.

3. El 31 Hunt recomendó iniciar un procedimiento contra Davidoff; la cancillería (Foreing Office) respondió que no iniciara un procedimiento y si Davidoff solicitaba autorización se le debía conceder.
El 9-3 Davidoff informó a la embajada que 41 trabajadores viajarían (11-3) en el Bahía Buen Suceso, que era un transporte de la Marina, dedicado a operaciones comerciales, y en el que no había personal militar ni armas de guerra (llegaron el 19-3).

4. La segunda cuestión a dilucidar es quién provocó el incidente que originó la guerra; se ha afirmado que fue la Marina argentina quien lo preparó “desde mucho antes, como Operativo Alfa”
[2].
Existió, efectivamente, una Operación Alfa, generada en mayo de 1981 por iniciativa del Alte. Lombardo, Comandante de la Flota de Mar, con conocimiento de la Cancillería. El objetivo consistía en instalar una estación científica en las Islas Georgias del Sur, similar a la que existía desde 1976 en la Isla Thule del Sur, del grupo de las Sandwich del Sur, y con el mismo propósito de mantener una presencia en la zona en litigio. A tal efecto, se formó un grupo de 15/16 hombres, al mando del Tte. Astiz, que fue adiestrado en la zona de San Fernando, y se embarcó en el buque Bahía Paraíso, en el mes de enero, en el marco de la campaña antártica.
Se preveía concretar esa operación en los meses de mayo o junio, cuando las unidades británicas que realizaban tareas de apoyo antártico se hubieran alejado definitivamente de la zona. La Junta Militar, en reunión del 2/2/1982, resolvió suspender la operación, para “evitar un hecho que fuera negativo para el desarrollo de las futuras negociaciones”
[3].
El incidente de las Georgias, que comienza el 19-3-82, no tuvo nada que ver con la Operación Alfa, que nunca fue ejecutada.

5. El gobernador de las Malvinas aseguró que los ingleses de la base científica se enteraron de la presencia argentina al escuchar disparos de armas de fuego, utilizadas para cazar renos, y que habían izado una bandera argentina. Si esto fuera cierto, no cabría duda de que la provocación fue argentina. Sin embargo, los obreros atestiguaron que cuando desembarcaron, ya ondeaba la bandera en el lugar. Otra bandera que llevaban ellos, aún se encontraba a bordo del buque. Pero ocurre que, según el diario de la agencia antártica británica, capturado el 3-4 en Grytviken, fueron el día 18 de marzo a “buscar argentinos a Leith”, lo que coincide con el hecho de haber encontrado el Bahía Buen Suceso a tres ingleses, al arribar el buque. Es evidente entonces, que la bandera fue colocada por ellos.

6. En el mismo diario citado (17-3-82), figura esta frase:
“Al fin se va el Isatis (yate francés) que volvió ayer puesto que los helicópteros del Endurance lo sobrevolaron para chequearlo. Los otros franceses se están convirtiendo en una peste, ya están disparando sus rifles en Grytviken y matando ciervos. Estamos disgustados y no podemos expresar la animadversión general que provocan sin recurrir a malas palabras. Digamos que no están actuando con propiedad”
[4].
Fueron, por lo tanto, dichos franceses los que dispararon y no los argentinos, y no existió por parte de las autoridades nacionales intención de comenzar la guerra.

7. Mientras tanto, el 21 zarpó el Endurance, embarcando 21 infantes de marina, y el comandante de la base británica informó a los trabajadores que su presencia era ilegal, pues no habían sellado las tarjetas blancas (Acuerdo de Comunicaciones/71). Desde el día 23 el Endurance estaba anclado en Grytviken, a las espera de órdenes.
El Canciller argentino, Dr. Costa Méndez, pidió que la expulsión se revocara si Davidoff ordenaba a sus empleados completar la formalidad de ir hasta Gritviken y hacer sellar las tarjetas. El embajador estuvo de acuerdo, pero Hunt sostuvo que las Georgias no estaban incluidas en el acuerdo de 1971 y que debían sellarse los pasaportes. Costa Méndez respondió al embajador, el 28, que los trabajadores deben permanecer en Georgias pues se les ha otorgado la documentación idónea. También insistió en que las Georgias estaban explícitamente comprendidas en el Acuerdo de 1971, cosa que los británicos habían reconocido en la reunión de Nueva York celebrada un mes atrás.
Cabe destacar que la presencia de estos argentinos no representaba ninguna amenaza: primero, porque no eran militares, y la segunda porque en Georgias no había población, sólo estaba el personal de investigaciones antárticas, y en otra zona. Fueron los propios británicos quienes convirtieron el asunto de las Georgias en un incidente.

8. Tengamos en cuenta que el 30 de marzo, el encargado de negocios argentino en Londres, informó que la televisión inglesa dio la noticia del envío de 2 submarinos nucleares clase Hunter Killer; uno de ellos había zarpado el 25 desde Gibraltar (noticia confirmada por el New York Times), y que interpretaba que el gobierno había optado por un endurecimiento frente al caso Georgias. A su vez, en el informe Franks (230), se incluye una evaluación al 30 de marzo, estimando que el desembarco en Georgias no había sido planificado por el Gobierno argentino. No cabe dudas entonces que la decisión de llegar al enfrentamiento bélico surge de la actitud británica, artificialmente intransigente.

9. En efecto, el día 29, la primera ministra Margaret Thatcher decidió el envío de un submarino nuclear a la zona de conflicto. El 30 la situación comienza a descontrolarse; en Londres el ministerio de Defensa decide duplicar el numero de infantes de marina de la guarnición de Malvinas, y confirma la orden de enviar un segundo submarino nuclear. Ese mismo día el embajador recibió un mensaje para el Canciller que procuraba solucionar el conflicto, pero el embajador sugirió que se retuviera el mensaje un par de días esperando la reacción de Estados Unidos, y fue entregado recién a la tarde del 31, esas 24 horas fueron decisivas pues esa misma noche un informe de inteligencia indicaba al gobierno inglés que se había fijado el 2 de abril para iniciar operaciones bélicas. Ante tanta precisión en la información, puede deducirse que ya contaban con los datos satelitales norteamericanos.

10. El gobierno argentino no podía aceptar las exigencias de desalojar a los obreros de Davidoff que estaban cumpliendo un contrato legalmente formulado, ni obligarlos a presentar sus pasaportes, pues:
-estaban en un territorio en disputa;
-se habían cumplido todas las formalidades establecidas;
-admitir el uso de pasaportes era aceptar la pretensión británica de soberanía sobre las islas Georgias.
Recién cuando se produce el ultimatum inglés de desalojar por la fuerza a los argentinos, mediante el envío del Endurance, se ordena al Bahía Paraíso, que estaba en las Islas Orcadas, que se dirija a las Georgias para rescatar a los obreros.

11. Si nuestro país hubiera tolerado el desalojo por la fuerza, o hubiera accedido a evacuar a los obreros bajo amenaza, o hubiera aceptado el visado de pasaportes, ello habría significado una verdadera abdicación del derecho de soberanía sobre el Atlántico sur, por aplicación de la doctrina conocida como “stopell” (reconocimiento tácito de derechos). Entonces, ya no había alternativa válida para la Argentina.

12. Como sostuvo quien comandara la Marina en esa circunstancia: “Acaso la soberbia británica especulaba con el mantenimiento de la conducta de sumisión y complacencia con que nuestros gobiernos -salvo honrosas excepciones- habían aceptado los dictados humillantes del Reino Unido. Pero esta vez la despectiva arrogancia inglesa se equivocó.(...) Felizmente, no prevalecieron mezquindades ni especulaciones. Por el contrario, siguiendo la línea de los grandes hechos fundacionales, al adoptar la resolución de resistir al usurpador, la Argentina se ponía de pie y mostraba al resto del mundo que, aún frente a la arrogancia de los poderosos, conservaba su vocación de nación independiente”
[5].

Córdoba, 30-3-09
[1] Este artículo actualiza lo publicado en el Boletín Acción Nº 90.
[2] Chumbita, Hugo. “¿Quiénes y cuándo decidieron ocupar las Malvinas?”; NAC & POP, 2-4-02.
[3] de Vita, Alberto. “Malvinas/82”; Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1994, págs. 43/48, 97/94.
[4] Gamba, Virginia. “El peón de la Reina”; Buenos Aires, Sudamericana, 1984, págs. 124/133.
[5] Anaya, Jorge. “Malvinas: La guerra injusta”; Buenos Aires, Boletín del Centro Naval, Nº 766, abril, mayo y junio de 1992, pág. 39.