martes, 24 de abril de 2012

UNA NUEVA GEOPOLÍTICA DEL CIBERCONFLICTO




Por Joseph S. Nye
 EX SUBSECRETARIO DE DEFENSA DE LOS EE.UU. PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE HARVARD

Hace dos años, un fragmento de código informático defectuoso infectó el programa nuclear de Irán y destruyó muchas de las centrífugas utilizadas para enriquecer uranio. Algunos observadores declararon este aparente sabotaje como el presagio de una nueva forma de guerra, y el secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, advirtió a los norteamericanos sobre el peligro de un “Pearl Harbor cibernético” contra Estados Unidos. Ahora bien, ¿qué sabemos realmente sobre un ciberconflicto? El dominio cibernético de las computadoras y las actividades electrónicas relacionadas es un entorno complejo diseñado por el hombre, y los adversarios humanos son resueltos e inteligentes. Las montañas y los océanos son difíciles de mover, pero se pueden encender y apagar porciones del ciberespacio con sólo accionar un interruptor.

Es mucho más económico y más rápido desplazar electrones por el mundo que mover barcos grandes en largas distancias. Los costos de desarrollar estas embarcaciones -fuerzas de operaciones de múltiples portadores y flotas submarinas- crean enormes barreras de entrada, lo que permite el dominio naval de Estados Unidos. Pero las barreras para ingresar en el dominio cibernético son tan bajas que actores no estatales y pequeños estados pueden desempeñar un papel importante a un costo bajo.

En mi libro The Future of Power (El futuro del poder), sostengo que la desviación del poder de los gobiernos es uno de los grandes giros políticos de este siglo. El ciberespacio es un ejemplo perfecto. Países grandes como Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China tienen una capacidad mayor que otros estados y actores no estatales para controlar el mar, el aire o el espacio, pero casi no tiene sentido hablar de predominio en el ciberespacio. En todo caso, la dependencia de sistemas cibernéticos complejos para el respaldo de actividades militares y económicas crea nuevas vulnerabilidades en los estados grandes que pueden ser explotadas por actores no estatales. Hace cuatro décadas, el Departamento de Defensa de Estados Unidos creó Internet; hoy, por lo que se dice en general, Estados Unidos sigue siendo el país que está a la cabeza en términos de su utilización militar y social. Pero una mayor dependencia de las computadoras y de la comunicación en red hace que Estados Unidos sea más vulnerable a un ataque que muchos otros países, y el ciberespacio se ha convertido en una fuente importante de inseguridad porque, en esta instancia del desarrollo tecnológico, allí la ofensiva prevalece por sobre la defensa.

El término “ciberataque” abarca una amplia variedad de acciones, que van desde simples exploraciones hasta la desconfiguración de sitios web, la interrupción del servicio, el espionaje y la destrucción. La ciberguerra, aunque sólo incipiente en esta etapa, es la más dramática de las potenciales amenazas. Los estados tienen las mayores capacidades, pero es más probable que sean los actores no estatales quienes inicien un ataque catastrófico. Un “11 de septiembre cibernético” puede ser más probable que el muchas veces mencionado “Pearl Harbor cibernético”. Es hora de que los estados se sienten a discutir la manera de limitar esta amenaza a la paz mundial.

Clarín, 23-4-12