Por Joseph S. Nye
EX SUBSECRETARIO DE DEFENSA DE LOS EE.UU.
PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE HARVARD
Hace dos años, un
fragmento de código informático defectuoso infectó el programa nuclear de Irán
y destruyó muchas de las centrífugas utilizadas para enriquecer uranio. Algunos
observadores declararon este aparente sabotaje como el presagio de una nueva
forma de guerra, y el secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta,
advirtió a los norteamericanos sobre el peligro de un “Pearl Harbor
cibernético” contra Estados Unidos. Ahora bien, ¿qué sabemos realmente sobre un
ciberconflicto? El dominio cibernético de las computadoras y las actividades
electrónicas relacionadas es un entorno complejo diseñado por el hombre, y los
adversarios humanos son resueltos e inteligentes. Las montañas y los océanos
son difíciles de mover, pero se pueden encender y apagar porciones del
ciberespacio con sólo accionar un interruptor.
Es mucho más
económico y más rápido desplazar electrones por el mundo que mover barcos
grandes en largas distancias. Los costos de desarrollar estas embarcaciones
-fuerzas de operaciones de múltiples portadores y flotas submarinas- crean
enormes barreras de entrada, lo que permite el dominio naval de Estados Unidos.
Pero las barreras para ingresar en el dominio cibernético son tan bajas que
actores no estatales y pequeños estados pueden desempeñar un papel importante a
un costo bajo.
En mi libro The
Future of Power (El futuro del poder), sostengo que la desviación del poder de
los gobiernos es uno de los grandes giros políticos de este siglo. El
ciberespacio es un ejemplo perfecto. Países grandes como Estados Unidos, Rusia,
Gran Bretaña, Francia y China tienen una capacidad mayor que otros estados y
actores no estatales para controlar el mar, el aire o el espacio, pero casi no
tiene sentido hablar de predominio en el ciberespacio. En todo caso, la
dependencia de sistemas cibernéticos complejos para el respaldo de actividades
militares y económicas crea nuevas vulnerabilidades en los estados grandes que
pueden ser explotadas por actores no estatales. Hace cuatro décadas, el
Departamento de Defensa de Estados Unidos creó Internet; hoy, por lo que se
dice en general, Estados Unidos sigue siendo el país que está a la cabeza en
términos de su utilización militar y social. Pero una mayor dependencia de las
computadoras y de la comunicación en red hace que Estados Unidos sea más
vulnerable a un ataque que muchos otros países, y el ciberespacio se ha
convertido en una fuente importante de inseguridad porque, en esta instancia
del desarrollo tecnológico, allí la ofensiva prevalece por sobre la defensa.
El término
“ciberataque” abarca una amplia variedad de acciones, que van desde simples
exploraciones hasta la desconfiguración de sitios web, la interrupción del
servicio, el espionaje y la destrucción. La ciberguerra, aunque sólo incipiente
en esta etapa, es la más dramática de las potenciales amenazas. Los estados
tienen las mayores capacidades, pero es más probable que sean los actores no
estatales quienes inicien un ataque catastrófico. Un “11 de septiembre
cibernético” puede ser más probable que el muchas veces mencionado “Pearl
Harbor cibernético”. Es hora de que los estados se sienten a discutir la manera
de limitar esta amenaza a la paz mundial.
Clarín, 23-4-12