Lic. Elsa Lerda
He leído el editorial
del viernes 8 de febrero que sostiene que el debate es preferible a los
escraches. No estoy del todo de acuerdo, aunque me gustaría estarlo. La
realidad me lleva a preguntarme: los que no adherimos al populismo intrínseco
que hoy invade a todos los partidos políticos, ¿dónde debatimos? No somos
políticamente correctos, ni siquiera para la prensa no oficialista o
independiente.
Para no ser
destratados, hay que estar de acuerdo con la hipertrofia de las libertades individuales
e ignorar (o por lo menos callar), el daño que ese tipo de libertades infinitas
hace al tejido social y a los vínculos interpersonales.
A esto hay que
agregarle la adhesión a la idea fantasmagórica de un Estado teológico. Es
decir, como un Dios omnipotente que se encargará de resolver todos los
problemas de sus ciudadanos, siempre y cuando se aporten muchos impuestos. Con
una corporación estatal de medios de comunicación, más los paraoficiales, que
se autocensuran por las dudas, y el resto que no halla la forma de ser
económicamente rentable y al mismo tiempo reflejar la realidad con objetividad
y ética ¿sólo queda la resignación? Muchas veces, el escrache, o el cacerolazo,
son la única forma de reaccionar frente a un gobierno que usa al Estado para
agredir al pueblo en múltiples formas y cotidianamente. Es muy loable promover
el debate, pero es más necesario reflejar la realidad.
Por Elsa Lerda