Cosas chicas, cosas
grandes
POR HÉCTOR A. HUERGO
Mientras una poderosa
delegación argentina desembarcaba esta semana en Durban, para liderar el noveno
Congreso Mundial de Soja, en estas pampas los productores debatían cómo frenar
el embate de un gobierno que “viene por todo”. Las huestes ruralistas piensan
en un paro comercial en cuanto llegue la cosecha. El ministro de Agricultura
respondió repitiendo una chicana: invitar a las cuatro entidades, con fecha y
hora, pero por separado. Juego chico.
Contrastes. La semana
pasada hablamos del contraste, relatando el apoyo de la presidenta de Brasil al
sector agrícola. Ahora, en Río de Janeiro termina el Carnaval coronando a la
escuela de samba Vila Isabel como la campeona. Con 3.800 integrantes y siete
enormes carrozas, entre girasoles gigantes, langostas y espantapájaros
alegóricos, desfilaron bajo el lema “Brasil, granero del mundo”.
“El agricultor
merecía ese homenaje. Veníamos con una misión muy fuerte de hablar sobre el
agricultor brasileño. Somos referencia agrícola en el mundo y necesitábamos de
esto, estoy muy orgulloso de mi equipo”, celebró el presidente de la escuela,
Wilson ‘Wilsinho’ Alves. Las carrozas representaban la productividad de Brasil
con girasoles, frutas y verduras, pero también las amenazas a la agricultura,
como la sequía, inundaciones y las plagas. Rendían también homenaje a las
comunidades portuguesa, italiana, alemana y japonesa, que llevaron a Brasil a
ser potencia agrícola.
El producto bandera
de la nueva agricultura brasileña es…la soja. En los cerrados de Mato Groso, en
las ondulaciones de Rio Grande do Sul, Paraná, San Pablo y las nuevas tierras
que entran en producción en el nordeste, hay una fuerte presencia de la
tecnología desarrollada en estas pampas.
Ellos llegaron a la biotecnología
cinco años después que nosotros, aunque empezaron contrabandeando la “soja
Maradona”, gambeteando la absurda prohibición a los transgénicos. Cuando se
sacaron el lastre, fueron imparables. Estábamos arrimándonos, llegando a 50
millones de toneladas cuando ellos tenían 60. Ahora estamos estancados en las
mismas 50 y ellos ya llegan a 80, destronando a los Estados Unidos.
Y, sin embargo, en
Durban Brasil pasó desapercibido. Es que es un congreso científico y
tecnológico, y no tienen mucho original para contar. En cambio, los argentinos
ratificaron su fuerte liderazgo. Daniel Ploper, director de la centenaria
Estación Experimental Obispo Colombres de Tucumán, preside el Comité de Seguimiento
científico del Congreso Mundial de Soja. Aquí se presentaron decenas de papers
y sobre todas las materias. Y dio hasta para el anecdotario: un trabajo de la Bolsa de Cereales de Buenos
Aires desmitificando sobre nuestras tribulaciones sobre la “enfermedad
holandesa” (Dutch Disease) fue enviado erróneamente al comité fitosanitario.
Las compañías de
insumos argentinas estuvieron muy activas. Nidera lanzó varias nuevos
cultivares de soja par Sudáfrica. Don Mario está presente ahora con su propia
marca. En inoculantes, Rizobacter (que anda por todo el mundo) repitió la
experiencia del Farm Progress Show con un stand propio y un congreso científico
paralelo que reunió a 80 grandes productores y distribuidores de Sudáfrica y
los países vecinos. Las cepas argentinas de Rhizobium ya facturan en cuatro
continentes. También pululan los coadyuvantes y antievaporantes desarrollados
por la compañía para mejorar la calidad de las aplicaciones.
La presencia
institucional de Acsoja coronó la participación argentina. Su titular Miguel
Calvo destacó el apoyo del MinAgro, que exhibió el mayor stand de la muestra
que acompañó al congreso. Allí estaba el subsecretario de Valor Agregado y
Nuevas Tecnologías, Oscar Solís. Habrá visto cómo difunde por el mundo la enorme
creatividad sojera de la
Argentina. Quizá también se pregunte porqué aquí estamos en
el chiquitaje.
Clarín, Rural,
23-2-13