José Valencia
jvalencia@hoy.com.ec
(13-6-13)
Varios gobiernos
latinoamericanos han planteado la despenalización del consumo de la marihuana y
de otras drogas denominadas "suaves" o "blandas" (en
contraste a los opiáceos y la cocaína, calificados como estupefacientes
"duros") y la conceptualización del consumo de esas drogas como un problema
de salud pública, en lugar de tipificarlo como una práctica delictiva.
Según la
Oficina contra la Droga y el Delito de la ONU (UNODC), la marihuana es de lejos
la droga que más se consume en el mundo, con casi el doble de usuarios que las
demás sustancias ilícitas en conjunto.
En teoría, una legalización concertada a
nivel multilateral sería además la clave para contrarrestar los efectos de
violencia social y corrupción que provoca el narcotráfico. Pese a las buenas
intenciones de la propuesta, el enfoque no contempla varias aristas de la
cuestión. En primer término, hay una sólida lista de drogas duras que por
supuesto nadie propone legalizar -como la cocaína, la heroína y otros
opiáceos-. Estas comprenden aproximadamente el 30% del consumo mundial de
estupefacientes, mueven un significativo monto de recursos ilícitos a escala
mundial y son traficadas precisamente por las organizaciones ilegales que más
violencia y corrupción engendran en los países productores y de tránsito de
América Latina, Asia y África.
La despenalización de las drogas suaves
seguramente tendrá un limitado impacto en las actividades de tales redes
delictivas.
La legalización de
las drogas suaves afectaría marginalmente el tráfico internacional de
estupefacientes. La marihuana que se consume en los países ricos se produce, en
buena medida, al nivel local. El último informe de la UNODC reporta el
incremento del cultivo en invernaderos en los mismos centros de consumo.
Además
bien podría ocurrir que las drogas suaves sean también legalizadas en
Norteamérica y Europa, incluso antes que en los países en desarrollo. Varias
naciones europeas -Holanda es el caso más citado - no penalizan el uso de
drogas blandas desde tiempo atrás. En Estados Unidos, Colorado y Washington ya
han legalizado el consumo de marihuana con fines "recreacionales" y
casi una veintena de Estados permite el uso medicinal de la droga. El número de
estadounidenses que apoya la legalización de la marihuana ha sobrepasado por
primera vez al de quienes se oponen. Según las proyecciones, a mediano plazo
otros Estados se sumarán de manera progresiva a la despenalización.
Prestar atención al
consumo de drogas blandas como un problema fundamentalmente de salud pública
aportaría un enfoque positivo para el manejo un fenómeno social difundido y
para ayudar de forma proactiva a los adictos a tales tipos de narcóticos. La
legalización evitaría además muchos de los efectos negativos de la acción del
crimen organizado que opera con drogas blandas dentro de los países
productores.
Sin embargo, todo indica que se mantendrá con seguridad la
prohibición de las drogas duras. En consecuencia la actividad del crimen
organizado que maneja en este renglón ilegal continuará provocando nocivos
efectos de violencia y corrupción en los países productores y de tránsito de estupefacientes,
casi todas sociedades en desarrollo.