Mario Cadenas
Madariaga
En la historia
argentina cada período histórico estuvo inspirado en una idea prevaleciente,
capaz de movilizar todas las fuerzas sociales o al menos las mayoritarias.
Estas ideas fueron
generadas por la realidad social de cada momento, conforme a su evolución, pero
fueron elaboradas por sus respectivas conducciones.
Fácilmente podemos
resumir que las ideas de la independencia, del federalismo, la organización
nacional, la democracia, y la justicia social fueron las inspiradoras
fundamentales de la historia patria, es decir del primer período de 1810 a
1830; del gobierno de los caudillos (1830-1852); de los gobiernos de la Organización Nacional
(1853-1916), de los veinte años de 1916 a 1945 y de los últimos sesenta y ocho
años que transcurrieron después, hasta el presente.
Esto no implica
ignorar que fueron acompañadas por otras ideas también muy significativas, pero
de papel secundario, como la del unitarismo en el primer y segundo período; de
las resistencias telúricas, a las ideas de la modernización; o de las nuevas
estructuras creadas frente a los riesgos de la democracia de masas; y
finalmente las resistencias generadas por la distribución de la riqueza, o más
bien a la forma que se introdujo en nuestro país.
Cada período tiene
sus propias características, y en los dos últimos períodos hubo interregnos, en
que dichas ideas no predominaron, al menos en la conducción del Estado, pero
fueron las inspiradoras de la época, por acción o reacción, y en definitiva
prevalecieron o cedieron al ser desplazadas por otras nuevas.
En general los
períodos fueron abruptos, es decir no respondieron en forma coherente a la idea
matriz, por falta siempre de un proyecto rector que las ordenaran. La excepción
fue el proyecto militar de la independencia, que respondió a un plan
preconcebido y ejecutado con orden. Asimismo la Organización Nacional
respondió a un plan político y económico que se ejecutó con coherencia y de ahí
sus resultados extraordinarios. No podemos decir lo mismo del proyecto de la
democracia ni el de la justicia social.
También queremos
insistir en la presencia de ideas secundarias, en el último período, como la
del nacionalismo estatizante, el neoliberalismo privatizador y el
desarrollismo, que jugaron un papel de importancia en algunos momentos.
Finalmente debemos
anotar, que cada una de esas ideas se incorporó definitivamente a la
personalidad de la Nación
y la moldearon históricamente, de manera que no pueden ser desconocidas. Es
como un edificio que se construye por etapas que se yuxtaponen.
Estamos frente a un
gran vacío de conceptos rectores.
Con excepción del
oficialismo que se mantiene con un proyecto que es un extremismo del peronismo
histórico, las otras fuerzas políticas apenas alcanzan a esbozar su pensamiento
remitiéndose a la
Constitución Nacional. Esto es de una vaguedad muy amplia,
porque en definitiva dentro del marco de la Constitución caben
políticas de izquierda, con restricciones muy agudas a la iniciativa privada
como al principio de la propiedad, a la vez que posibilita un programa de
derecha, que imponga fuertes limitaciones a la forma en que se ejercen los
derechos sociales.
La realidad política
argentina se debate entre la agonía del plan kirchnerista, que debe simular
actos de vitalidad insensatos y la esterilidad de la oposición. Cada semana se
inicia con una nueva iniciativa o una exposición más extrema que las anteriores
de la Presidenta ,
a lo que siguen las críticas de la oposición a los actos o la palabra
presidencial. (1)
Es un escenario muy
parecido al inicio de los años cuarenta.
Por una parte la
sociedad que sale reiteradamente a la calle, o los sectores económicos que
protestan en protección de sus derechos, y por la otra la conducción política
absorbida en la mas descarnada lucha de personalismos, por ganar situaciones en
la burocracia del poder político.
Es notoria la
disparidad entre las preocupaciones de la sociedad y la ocupación de su clase
dirigente, lo que abre un espacio vacío de toda evidencia, que se llenará en
cualquier forma, pero que debemos tratar que sea por una alternativa
inteligente y constructora de un gran futuro.
Así fue a principios
de los años cuarenta, cuando una sensible mayoría que fue víctima de la Gran Depresión y se
hallaba en plena etapa de incorporación a través de un proceso industrial que
se iniciaba, no tenía interpretes ni conductores y fue ganada con un proyecto
que se realizó con extraordinaria rapidez, y en menos de tres años se impuso
hasta hoy en la Argentina.
El mejor momento
internacional, ya ha pasado para los países emergentes.
El valor de la
materias primas que sustentan la economía de los países emergentes, como el
petróleo, el cobre, el hierro, el carbón, los cereales y oleaginosos, el café,
la carne y los productos lácteos, hoy valen sustanciales menos que en los
momentos más favorables de los años 2008 y 2011.
Es por eso que se
percibe una incipiente huída de las inversiones extranjeras de esos países,
como se observa en este momento en Brasil. Y esta evolución no prevista en la Argentina es una de las
causas de los trastornos que sufre nuestra economía.
Como ha sucedido
siempre, las élites deben construir el nuevo proyecto.
Desde el ejemplo de la Jabonería de Vieytes,
las Logias, el acuerdo de los Caudillos, el pensamiento de los grandes
Emigrados, la dirigencia antiroquista, o el GOU pero en particular uno de sus
integrantes, el Coronel perón, fueron los creadores del pensamiento político
que dominaría las épocas subsiguientes.
¿Dónde hoy se piensa
el futuro proyecto político argentino?
Y a no confundir esa
tarea con el confuso balbuceo de algunos políticos, que defienden sus
intervenciones en el pasado reciente o pasado, o con lo que realizan en algunas
jurisdicciones, o con sus propuestas de cambiar algunas modalidades, porque
todo esto no tiene entidad suficiente, para representar el cambio que el país
necesita.
Algunos pragmáticos
sin experiencia, piensan que el objetivo principal del momento es sacudirnos de
las amenazas que representa el “cristinismo” y luego ya habrá tiempo para
pensar con más detenimiento. Pero sucede que este mal que sufrimos es más
profundo que un simple personalismo, y ha demostrado ser indemne a las
soluciones prácticas que siempre fracasan.
Consecuente con estas
ideas recientemente he propuesto un proyecto de gran transformación, que
sostiene como idea rectora la construcción de la Argentina como una gran
potencia mundial (Ver “Argentina la gran transformación necesaria” Ed Grupo
Unión, marzo del 2013).
1) Nos felicitamos de
las propuestas publicadas por Javier González Fraga hoy en La Nación , y reconocemos que
importantes economistas tienen proyectos de reformas, limitadas a su área, que
no conforman un proyecto general ni alcanzan a modificar el proyecto
justicialista en ejecución como es necesario hacerlo.
Informador Público,
junio 13, 2013