ganó en Roma y en las grandes capitales
JULIO ALGAÑARAZ
Roma y las otras diez
ciudades más importantes en juego en unas elecciones municipales parciales en
Italia, fueron ayer conquistadas por el centroizquierda del Partido
Democrático, decretando una derrota neta para el centroderecha del ex premier
Silvio Berlusconi. Pero los comicios mostraron también el repudio de buena
parte de la ciudadanía hacia los políticos: menos de la mitad acudió a las
urnas y en Roma el porcentaje fue del 45%, el más bajo en la historia
republicana.
El “golpe” del PD ha
dejado en manos del centroizquierda todas las metrópolis de la península. La
conquista de Roma completa una hegemonía que se extiende a Milán, Turín,
Génova, Nápoles, Palermo, Florencia, Venecia, Udine, Trento y otros centros
vitales.
La victoria en Roma
fue aplastante. El cirujano de trasplantes de hígado Ignazio Marino, de 58
años, ex senador del PD, obtuvo el 63,9% de los votos, contra el 36,1% del
alcalde de centroderecha Gianni Alemanno, que contó con el firme apoyo de
Berlusconi.
La debacle no fue
comentada por il Cavaliere , quien hace una semana mantiene un silencio
absoluto. Los principales dirigentes del Partido de las Libertades, PDL, no
buscaron excusas y dijeron que ahora “hay que trabajar para recuperar terreno”.
Lo curioso es que el
centroizquierda del primer ministro Enrico Letta y las derechas guiadas por
Berlusconi están juntas en el “gobierno de largo acuerdo” formado después de
trabajosas negociaciones que duraron dos meses y medio después de las
elecciones nacionales, en las que ninguna fuerza política logró conquistar la
mayoría. Muchos italianos detestan ese arreglo de la casta política.
En las once capitales
de provincia de los 69 municipios en los que hubo segunda vuelta después de una
victoria neta de las izquierdas en la primera vuelta en 740 comunas, el
“centrosinistra” confirmó su dominio en Ancona, Avellino, Barletta, Lodi y
Siena. En las otras seis le quitó el poder a la centroderecha: Roma, Brescia,
Iglesias, Imperia, Treviso y Viterbo.
Las victorias más
significativas, además de la de Roma, fueron en Brescia y sobre todo Treviso,
donde desde hace veinte años gobernaba la Liga Norte, un partido xenófobo y de
ideas separatistas aliado de Berlusconi. Giancarlo Gentilini, de 84, personaje
odioso por su racismo contra los inmigrantes, reconoció que había llegado “la
hora de desaparecer”. La Liga Norte sufrió otra derrota neta en su bastión de
Brescia.
En Siena, el PD logró
mantener el control de una de las ciudades más bellas y prósperas de Italia,
conmovida por el escándalo del banco local, el Monte dei Paschi di Siena, controlado
desde hace décadas primero por el Partido Comunista y después por el Partido
Democrático. La victoria fue muy estrecha, por 52% contra el 48% de la derecha,
que nunca estuvo tan cerca de la victoria en un fortín legendario de la “roja”
Italia central.
Roma es una victoria
estratégica porque el “sindaco” (alcalde) tiene una presencia institucional y
política muy importante. Además, en Roma está la Ciudad del Vaticano, sede de
la Santa Sede, y el obispo de la ciudad es el propio Papa.
Aunque desde el
Vaticano se guardó equilibrado silencio en la campaña electoral, trascendió que
con Ignazio Marino existe una cierta desconfianza en los sacros palacios
vaticanos. Marino es un católico “adulto”, como llaman en EE.UU. a los asesores
católicos del presidente Barack Obama, que apoyan la línea del aborto, el
divorcio, el matrimonio gay y otras posiciones de apertura que chocan con la
posición tradicional de la Iglesia en materia moral.
Clarín, 11-6-13