Por FABIÁN BOSOER
En su discurso de
ayer en Río Gallegos, con audiencia de empresarios, sindicalistas y
funcionarios, la Presidenta
hizo un breve ensayo comparativo, al cotejar algunas cifras e indicadores
macroeconómicos de la
Argentina con los de Australia y Canadá, para indicar que
estamos mejor que esos países.
El ejercicio que
propuso es interesante, no por que sea “más cool”, como deslizó con el mismo
tono de aquel “esto no es la
Universidad de La
Matanza ” frente a los alumnos de Harvard, si no por que ayuda
a develar algunos interrogantes sobre los eslabones perdidos en nuestra
historia. Desde hace décadas han sido muchos los economistas, historiadores y
gente en general que tuvo la oportunidad de recorrer el mundo, que se
plantearon una pregunta que siempre vuelve: ¿Porqué no fuimos como Australia y
Canadá, países que contando con dotación de recursos naturales, condiciones
climáticas y posiciones en el mundo parecidas hacia fines del siglo XIX y hasta
los años 30 del XX, despegaron mientras nosotros nos quedamos atrás o al
costado de los procesos de desarrollo? Los resultados se reflejan en el Indice de Desarrollo Humano 2013
(PNUD): Australia está en 2° lugar (es el segundo país más desarrollado del
mundo), Canadá en el 11° y la
Argentina en el 45° .
Julio Godio lo
explicó en La anomalía argentina, revisando el fracaso de un proyecto de país y
observando que en nuestra historia siempre pugnaron dos culturas, la rentística
y la productiva. Daniel Muchnik, en Tres países, tres destinos sostiene que la Argentina quedó atrás de
Canadá y Australia porque su sociedad fracasó en su intento de consolidar
instituciones y una estructura política que organizara los intereses
divergentes de sus regiones, de sus clases sociales, de sus movimientos
partidarios. Antes de que la actual mandataria iniciara su primer mandato, el
economista Pablo Gerchunoff, autor junto a Pablo Fajgelbaum de ¿Por qué la Argentina no fue
Australia”, le respondió a quien esto firma, con un indicador inapelable “En la Argentina , el 15% de la población vive con dos
dólares o menos diarios; en Australia no hay una sola persona que pueda vivir
con dos dólares al día.
Aun creciendo, un
país que excluye al 20 o 30% de su población no puede aspirar a nada sólido”.
Siete años después las condiciones no han variado demasiado: a pesar de las
nuevas oportunidades de convergencia con aquellas economías emergentes,
seguimos bien lejos de los estándares de desarrollo y calidad de vida de Canadá
y Australia. No porque no crecimos lo suficiente, sino por el modo en que se
aprovechó ese crecimiento para hacer otras cosas; inversión, distribución del
ingreso, desarrollo institucional y calidad democrática.
Clarín, 22-8-13