"La
rehabilitación de la democracia exige la reforma de los partidos tradicionales,
ahora envueltos en dirigencias personalistas y en gestiones antidemocráticas y
arcaicas". Así de claro y tajante se mostró el secretario del Pontificio
Consejo 'Justitia et Pax' del Vaticano, Mario Toso, en la ponencia inaugural
del XXI curso de Doctrina Social de la Iglesia en Madrid, titulado
"Rehabilitar la democracia".
El ex rector de la
universidad salesiana de Roma dictó una apretada y profunda conferencia de 19
folios, titulada "los fundamentos morales de la democracia".
Partiendo de la idea de que la democracia "no puede considerarse una
realidad concluida" y ante su "crisis actual" que "ha
envilecido su alma".
A juicio de Mario
Toso, la actual crisis de la democracia es "la crisis del Estado de
derecho", por "negar a un argumento moral, basado en la religión, un
puesto en la plaza pública" y porque la aprobación del matrimonio gay
"perjudica, entre otras cosas, la función generativa, que es fundamental
para la existencia futura de todo el pueblo".
Por todo ello,
"las democracias postseculares muestran todo su debilitamiento ético, que
implica también su declive civil y demográfico", además "los ethos
sociales son desvitalizados y los Estados parecen retroceder hacia formas
liberal-burguesas del siglo XIX".
Débil con los fuertes
Para el curial
vaticano, el Estado claudica en el campo económico-financiero, mientras se
torna "más quisquillosa su voluntad de dominio en el terreno
ético-religioso". Es decir, "el Estado aparece débil con los
fuertes, pero prepotente con los que no puede chantajear con el dinero o con la
violencia".
A la crisis del
Estado de derecho hay que unir la del "Estado social democrático". Y
es que "la crisis financiera ha vaciado las cajas de los Estados, los
cuales, centrados en sanear la deuda pública y favorecer la recapitalización de
los bancos, debilitados por la recesión y por tasas de paro en continuo
aumento, no disponen ya de recursos suficientes no sólo para financiar el
welfare, pero ni siquiera para fomentar el crecimiento".
De ahí que los
"derechos sociales se tornen secundarios o, incluso, un lujo".
Volvemos así a la ideología neoliberal que, según Toso, "ha
desencadenado la actual crisis financiera con su absolutización del lucro a
corto plazo". Y, por lo tanto, "ya no se piensa que el derecho al
trabajo, a la seguridad y a un ingreso mínimo deban ser garantizados para
todos".
Más aún, se llega a
afirmar "en los santuarios de la alta finanza" que "la
protección social no es un derecho inalienable" y que los derechos
sociales sólo pueden garantizarse "en el caso de que haya recursos
disponibles".
Consiguientemente,
"el Estado social es desmantelado y todos los ciudadanos son candidatos a
ser vidas desperdiciadas", los "problemas sociales son criminalizados
y la represión aumenta y ocupa el puesto de la solidaridad".
La crisis "de la
representación y de la autoridad"
Diseccionando la enfermedad
del sistema democrático, Mario Toso abordó, a continuación, "la crisis de
la representación y de la autoridad" con una crítica frontal a los
partidos. A su juicio, son "cada vez más personales, en manos de líderes
carismáticos o de lobbys". Además, dominados por las cúpulas, reducen
"la política a espectáculo, que favorece la aparición de personajes
carentes de contenidos y de propuestas, sin capacidad de gestión".
O, como suele decir
Francisco, se produce "un auténtico divorcio entre gobernantes y
pueblo", al tiempo que se cae en la "democracia liquida" de
movimientos como el de los Indignados.
Ante esta situación
se impone "la reforma de los partidos tradicionales", que "con
una autoridad política que no sea autorreferencial, reencuentren su vinculación
con la ley moral natural". Y es que "una sana democracia tiene
necesidad de reconocer las fes personales y su pertenencia comunitaria".
Porque "la laicidad del Estado no quiere decir neutralidad frente a las
diversas religiones", sino "reconocimiento sin injustos privilegios
para ninguna".
García Aracil, contra
la corrupción
Previamente, el
presidente de la comisión episcopal de pastoral social, Santiago García Aracil,
en la apertura del curso, había reivindicado "el derecho de la Iglesia a
opinar sobre los asuntos de orden político".
El arzobispo de
Mérida- Badajoz, con voz ronca y apoyado en un bastón, aseguró, tajante, que
"nuestra democracia necesita una rehabilitación" y pidió, para
ello, "una escuela de políticos".
Criticó también
"la intolerable corrupción", porque "una democracia sin valores
se convierte con frecuencia en un totalitarismo visible o encubierto" y,
en la actualidad, "la falta de ética en la política es realmente escandalosa".
A continuación,
Fernando Fuentes, el director del secretariado de la comisión de pastoral
social, explicó la metodología del curso y sus núcleos, al tiempo que advertía
también contra "la degradación de la política" que conduce a una
"corrupción relevante" en la vida pública.
Religión Digital,
9-9-13