Alberto Buela (*)
Nos mueve a escribir
algo sobre los Cursos de cultura católica, en adelante CCC, el silencio que se
ha extendido sobre ellos durante casi cien años y el desencanto que nos produjo
la conversación con la presidente de sociedad tomista argentina, al poder
comprobar que del asunto no sabía casi nada. Es más, ante nuestra invitación a
realizar un reportaje televisivo sobre el desarrollo del tomismo durante el
siglo XX, se negó diciendo que no conocía el tema.
Como dijimos no hay
casi nada escrito sobre los CCC y lo poco que hay es más confesional que
filosófico.
Entre 1910 y 1920
funcionó en Buenos Aires una universidad católica, sobre todo como facultad de
derecho, pero ante la indiferencia social y la negación por parte de las
autoridades gubernamentales a reconocer sus títulos, tuvo que cerrar las
puertas. Su mentor ideológico fue monseñor Gustavo Franceschi, un buen conocedor de la filosofía tomista y
futuro creador de la revista Criterio, fundada en 1928, de la que se hizo cargo
en 1932.
En 1922 un grupo de
jóvenes funda los CCC. Su primera
Comisión Directiva, que se reunió en el local de Alsina 553, estaba formada por
Tomás Casares, César Pico, Faustino Legón, Octavio Pico Estrada, Eduardo
Saubidet, Juan Bordieu y Uriel O´Farell. Participaron asiduamente Atilio Dell
Oro Maini y el poeta Osvaldo Horacio Dondo, Manuel Ordoñez, Carlos Sanz. Todos
ellos hombres provenientes del derecho. Con posterioridad se sumaron para hacer
filosofía y teología cuatro sacerdotes: Derisi, Sepich, Meinvielle y Castellani
y un filósofo strito sensu, el cordobés Nimio de Anquín.
En los Cursos, se
dictaron clases y seminarios de filosofía, teología, sagradas escrituras y,
además, se promovió una peña de creadores y hombres de letras a la que llamaron
“Convivio” y que agrupó a muchos artistas. Allí encontramos a Leopoldo
Marechal. Leonardo Castellani. Ignacio Anzoátegui, Francisco Luis Bernárdez.
Luego se fundó el taller de pintura y xilografía “San Cristóbal”. De la
actividad de este mismo grupo, también surgieron varias publicaciones: La Hoja Informativa ,
las revistas Criterio, Ortodoxia, Sol y Luna y numerosas colecciones de libros.
La revista Criterio
quería ser como su nombre lo indica una medida crítica de los problemas
actuales. Su primer director fue Dell¨Oro Maini, a quien sucedió monseñor
Franceschi. La revista Ortodoxia donde escribió lo más granado del pensamiento
católico argentino, Juan Sepich. Julio Meinvielle, Nimio de Anquín, Tomás
Casáres, Leonardo Castellani, Octavio Derisi, Héctor LLambías, y pensadores extranjeros como Reginaldo Garrigou
Lagrange(1928) y Jacques Maritain(1926).
Marie Stanislas Gillet del Instituto católico de Paris. El brasilero Tristán de
Athayde. Un filólogo de la altura del helenista
Schlesinger, eximio traductor de la Poética de Aristóteles y largos años profesor de
griego en la UBA.
La revista Convivio como encuentro de artistas
y poetas católicos. Su director fue César Pico.
La revista Sol y Luna
dirigida por el publicista Juan Carlos Goyeneche que se ocupaba de temas
políticos y metapolíticos.
En 1937 los CCC
fundan la Escuela
de filosofía en donde se destacaron entre los primeros alumnos Mario Amadeo, José María Estrada, Juan Carlos
Goyeneche, Aberardo Rossi, Benito Raffo Magnasco, Gastón Terám, Juan Casaubón,
Máximo Etchecopar, Francisco Trusso, Arturo Sampay. Su dirección estuvo a cargo
de Juan Sepich. A aquellos cursos de filosofía concurría un público de cien
alumnos. Se realizó hasta 1950, con algunas intermitencias, una ponderable
labor docente. Labor que se extendió a otras provincias: en Córdoba con la
tarea de Nimio de Anquín, Martínez Villada y Martínez Espinosa (gran conocedor
de Guénon). En Buenos Aires-La Plata Emiliano Max Donalgh y el eximio Eilhard
Schlesinger; y a Tucumán, con Sisto Terán.
En el orden
estrictamente filosófico la tarea de Sepich, de Anquín y Meinvielle en los CCC
fue de un nivel superior tanto por su propia enjundia filosófica reconocida
internacionalmente, como por la originalidad de sus planteos.
Así, por ejemplo,
Sepich sostiene como un nuevo Lugones: "El país nunca tuvo aristocracia.
España puso su interés y su atención en Lima, México y Centro América. Nos tuvo
abandonados. No nos vio ni nos consideró. El país se ha ido haciendo solo,
haciéndose con su gente y su tierra".
De Anquín sostuvo:
“quien filosofe genuinamente como americano, no tiene otra salida que el
pensamiento elemental dirigido al ser objetivo existencial. Y este pre
socratismo americano será, al cabo, una contribución efectiva a la recuperación
del sentido greco-medieval del ser”.
Y Meinvielle afirmó:
“Estas dos concepciones determinan dos culturas diametralmente opuestas: la
una, la católica, que es esencialmente contemplativa y en la cual el hombre, en
el perfeccionamiento de sus facultades, tiende a contemplar a Dios y a sus
obras: la otra, la cultura moderna, esencialmente mágica, operativa y
fabricativa, y en la cual el hombre ejerce una acción predominantemente
transitiva y transformadora, buscando la utilidad práctica de las cosas”.
La consecución
filosófica de estos tres autores ha sido disímil. Sepich, quien desarrolló toda su tarea en la Universidad de Cuyo,
encontró allí dos continuadores de diferente valía: Edgardo Albizu quien con su
jerigonza ininteligible hace tiempo que viene queriendo escudriñar el tiempo,
perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a sus seguidoras y Massini Correas
quien ha trabajado sobre filosofía del derecho desde una perspectiva
escolástica.
De Anquín, quien es
el genuino y verdadero padre del pensamiento desde América, que fue
instrumentado falsamente por Roig, Dussel y cía, quienes como el zorro en el
monte con la cola borraron sus huellas, pero que tuvo sus mejores continuadores
en Chaparro, Maresca y nosotros mismos.
Y Meinvielle, quien
fue continuado más por algunos curas y abogados que por auténticos pensadores.
Lo lamentable es que ninguno de estos “meinviellistas” logró, como ocurrió con
él, darle funcionalidad política a las ideas.
Para colmo,
Meinvielle a diferencia de Sepich y de Anquín, nunca enseñó en la universidad y
por lo tanto no ha sido académicamente reconocido como un pensador.
Pero, por el
contrario, el cura de Versailles, fue de los tres el único que conmovió a la
inteligencia europea de su época con su polémica con Jacques Maritain sobre la
relación entre la persona y la ciudad y la nueva Cristiandad. En 1981, cuarenta
y cinco años después, el sucesor de Emmanuel Levinas en la cátedra de
metafísica de la Sorbona ,
el filósofo Pierre Boutang, considerado por Gabriel Marcel como el autor del
máximo tratado de metafísica de la segunda mitad del siglo XX – Ontologie du
secret (1972)- nos dijo a nosotros: Meinvielle es una de las mejores cabezas
teológico-filosóficas que ha dado Francia en este siglo. Claro para él, el cura
no era argentino sino francés por el ius sanguinis y no por el ius solis que
rige para nosotros en América.
Las consecuencias
prácticas de los CCC las encontramos en 1948 cuando el padre Julio Meinvielle
funda la Sociedad
tomista de filosofía y, diez años después, monseñor Octavio Derisi, quien
también participó activamente en los CCC, fundó la Universidad Católica
Argentina.
Si bien los CCC se
extienden desde 1922 al 1950, tienen su acmé, su flourit entre los años 1928 a
1945, que viene a coincidir, en parte, con los mejores años de la actividad
filosófica en Argentina, que fueron expresión de las generaciones del 25 y de
1940, las pródigas en producción e inventiva. Toda esta gran creatividad tiene
su partida de defunción en la intervención universitaria que los hermanos
Romero (José Luis y Francisco) a partir de 1955, con motivo del golpe de Estado
que derroca a Perón y, que realizó la mayor y más nefasta expulsión y
persecución de filósofos de la universidad: Pró, Astrada, Guerrero, Virasoro,
de Anquín, Cossio, Castellani y tantos otros.
Los CCC no fueron
valorados en su justa medida por dos motivos convergentes: el odio a todo lo
católico por parte del laicismo que se instaló en los aparatos del Estado y,
sobretodo, en la universidad a partir del rectorado de Risieri Frondizi (que
dicho sea de paso, su tesis es un plagio de un trabajo de Gilson), y por la
incapacidad y la falta de enjundia intelectual de los que se dijeron y se dicen
intelectuales católicos, que como la mencionada presidenta, no estudiaron ni
valoraron a sus propios autores.
(*) arkegueta,
aprendiz constante, mejor que filósofo
buela.alberto@gmail.com
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