JULIO BÁRBARO
EX DIPUTADO NACIONAL
(PJ)
8/04/14
Escuchar a la Presidenta o a algunos
funcionarios implica soportar amañados discursos que repiten consignas de
pertenencia a supuestas izquierdas. Son todos tan de izquierda que el resto,
nosotros, cualquiera fuera nuestra posición y nuestra historia, quedamos
siempre denostados entre las oligarquías, los imperios y los monopolios.
Y lo dicen sin
ponerse colorados. Como si ellos, los que gobiernan y viven como nuevos ricos,
se hubieran comprado entre otras cosas también un pasado. Como si el poder y
sus prebendas ocuparan el lugar de lo heroico y lo digno, y la resistencia al autoritarismo
actual fuera solo tarea de elegantes conservadores.
Quiero recordar que
los que tenemos derecho a hablar de la dictadura somos los que sufrimos sus
consecuencias sin haber sido partícipes de la guerrilla en la democracia.
Aquellos que optaron
por la violencia en democracia carecen de autoridad para hablar de dictadura
cuando buscaron la confrontación. Ellos se equivocaron al creerse en
condiciones de vencer a las fuerzas armadas, y sería hora de que asuman sus
propios errores. Por eso cuando el senador Rodolfo Terragno se negó a votar el
pliego de juez de Zaffaroni pudo, con dignidad, decir que se negaba a hacerlo
por sus antecedentes en la dictadura. El juez demuestra su coherencia cuando se
desvive por defender el autoritarismo actual.
El pasado no se puede
inventar, y no fuimos muchos los que sufrimos la dictadura sin pertenecer jamás
al campo de la violencia. No era lo mismo buscar la violencia que defender la
democracia.
No habrá dos
demonios, pero los violentos eran enemigos del pueblo cualquiera fuera el
motivo que los impulsaba. Se creían superiores al derecho del ciudadano a
votar. Ambos, los de derecha como los supuestos de izquierda. Reivindicar la
guerrilla del pasado en la dictadura es un acto de justicia y respeto, hacerlo
cuando enfrentó a la democracia es caer en la tesis de la minoría lúcida que
guía a los pueblos.
El juez Zaffaroni
expresa a buena parte del Gobierno: pasados oficialistas en la dictadura, verso
liberal y revolucionario cuando la coyuntura lo vuelve beneficioso. Los
intelectuales siempre se han sentido más convocados por los autoritarismos -que
son elitistas- que por las democracias, que son más humildes y sinceras. Se dio
con Hitler y con Stalin, a nosotros nos tocan errores residuales.
El oficialismo actual
odia con saña al disidente.
Obra pública y
tragamonedas, medios oficiales y burocracia, prebendas y aplausos mutuos: todo
en nombre de un pasado falsificado y un presente deformado. La inflación de la
moneda refleja la devaluación del discurso. Zaffaroni es la expresión
transparente del Gobierno, un pasado sin revisar y un presente de los que se
aplauden sólo para obedecer, y una ideología del todo vale. Y todo con mucha
bibliografía. Como debe ser para un intelectual oficialista.