Alberto Buela
“Yo soy, afirma Carl
Schmitt en Ex captivitate salus, el último representante consciente del jus
publicum Europaeum, su último teórico e investigador en un sentido existencial,
y experimento su fin como Benito Cereno experimentó el periplo del barco
pirata”.
¿Quién fue Benito
Cereno? El personaje principal de la novela homónima de Hermann Melville
(1819-1891) que cuenta las aventuras de un capital español que traslada de
Buenos Aires a Lima un cargamento de ciento sesenta negros de ambos sexos, la
mayoría provenientes de Senegal y pertenecientes a Alejandro Arana, caballero
de la ciudad de Mendoza en Argentina.
La trama de la novela
comienza con la toma del barco Santo Domingo por los negros al séptimo día
después de zarpar desde el puerto de Valparaíso matan a Arana y lo colocan como
mascarón de proa, asesinan a casi todos los blancos, quedando Benito Cereno en
poder de Babo, jefe del motín. Habiendo asesinado también, en una muestra total
de irracionalidad, al primer oficial Reneds, el único piloto que quedaba a
bordo. El barco se pierde en el Pacífico sur hasta que muertos de hambre y sed
obligan a Benito Cereno a conducirlo a alguna playa chilena desierta. Los
conduce a la isla Santa María donde se encuentran con el barco ballenero The
Bachelor´s Delight comandado por el capitán
Delano, norteamericano de origen español.
Ante él, Benito
Cereno, es obligado a representar el papel de propietario del Santo Domingo,
cuando en realidad el poder lo tenían los negros que bajo amenazas mortales lo
condicionaron a simular.
El capitán Amasa
Delano libera el barco, toma preso a los amotinados y los conduce a Lima donde
son juzgados, tanto Benito Cereno como ellos. El jefe del motín, Babo, es
condenado a muerte y Benito Cereno se retira enfermo al monasterio del Monte
Agonía donde fallece tres meses después de ser licenciado por el Tribunal.
Por lo que llevamos
leído todos estos años hemos podido comprobar que los comentaristas de Carl
Schmitt no se toman el trabajo de leer la novela sino que simplemente la citan
al bulto y entonces realizan afirmaciones como estas: “los esclavos se hacen
del control del barco matando a su capitán” . Cuando en realidad al que matan
es el propietario Arana y no a su capitán que es Benito Cereno. O peor aun:
“obligan bajo pena de muerte a uno de los españoles sobrevivientes del motín,
Benito Cereno, a que desempeñe el rol de capitán para evitar ser descubiertos
por la nave estadounidense que se aproxima”. Y así siguen los flatus vocis.
En general se
interpreta esta relación vinculante de Schmitt con Cereno como un artilugio del
jurista para justificar su participación en el régimen nazi, sin embargo varios
años antes de la derrota alemana, Ernst Jünger se encuentra con él en
Paris, 18 de agosto de 1941 y hace
constar en su Diario: “Carl Schmitt compara su situación con la del capitán
blanco de Melville, Benito Cereno, dominado por sus esclavos negros y por ello
cita el siguiente aforismo: “Non possum scribere contra eum, qui potest
proscribere” (no puedo escribir contra quien puede proscribir), que es una
frase de las Saturnales de Macrobio(finales del siglo IV d.C.).
Una interpretación
analógica de esta vinculación sería más o menos así: al igual que el barco español, Alemania fue
tomada por asalto por unos irracionales y tiranos como los nazis, y Carl
Schmitt como Benito Cereno, fue condicionado por las circunstancias a trabajar en favor de la mayor
respetabilidad intelectual del régimen. Vemos como una interpretación de este
tipo, que es la que da la izquierda schmittiana, sugiere un intento de auto
exculpación.
Carl Schmitt se
piensa como afirma en la cita que encabeza este escrito como un intelectual de
valía, como un jurista de excepción, como “el último teórico e investigador del
jus publicum Europaeum”. Es demasiado valioso para morir. Además si Platón
aconsejó a Dionisio el Viejo y a Dionisio el Joven, ambos tiranos de Siracusa,
porqué él no podría aconsejar a Hitler. Es Jünger una vez más quien nos cuenta
un poco en sorna que Heidegger se enojó con Hitler porque éste no lo fue a ver.
Un rasgo típico del
intelectual es que se cree superior a quien desea asesorar. Y a Schmitt, en
este sentido, le alcanzan las generales de la ley.
Además fueron varios
los intelectuales orgánicos del partido nazi que acusaron al jurista de
Plettenberg que su adhesión al régimen era oportunista y falsa, aun cuando no
hubiese contradicción teórica de fondo entre ambos.
Pero lo cierto y, lo
que regularmente ocurre, es que existe una tendencia al acomodamiento por parte
de los jueces y juristas a causa de su proximidad profesional con el poder
político de turno. De modo que no se le puede pedir peras al olmo.
Esto nosotros, en “el
mundo bolita” lo vemos a diario: un gobierno toma el poder y todos los jueces
están de acuerdo, en la medida en que se acerca a su fin, son los jueces los
primeros que van cambiando de posición.
Es sabido que Schmitt
era católico y hasta practicante, y que el nacional socialismo triunfó en las
elecciones sobre todo en los länder
protestantes, por la oposición que desde el primer momento ejerció la Iglesia. La encíclica
condenando dicha doctrina Mit brenneder Sorge
es de fecha temprana, de mayo de 1937. Es evidente que Schmitt tuvo una
coincidencia teórica con aspectos esenciales como gran espacio, la figura del
conductor, el estado de excepción, etc., del nacionalsocialismo, pero al mismo
tiempo tuvo una disidencia existencial.
En tanto que católico
él sabía existencialmente que el hombre es una realidad más profunda y más
elevada que la raza o la clase y que la resolución de todo conflicto social y
político consiste, al mismo tiempo, en la salvación del hombre como persona,
esto es, como un ser único, singular e irrepetible. Moral y libre. Y en una
exigencia de fraternidad y concordia entre los hombres, por ser considerados
todos hijos de Dios.
Este equilibrio tan
difícil de lograr entre una crítica profunda al individualismo liberal burgués
de la sociedad de consumo y otra, del mismo tenor, al nacionalismo racial del
Reich es la que intentó en sus escritos.
En definitiva, si
Schmitt se piensa como un nuevo Benito Cereno no es, principalmente, para
exculparse de su participación en el régimen nazi sino, más bien, para explicar
el sentido de ese régimen y la función que a él le cupo.
Nota bene:
El autor de Mobi Dick
tuvo un conocimiento bastante profundo sobre la Argentina de su tiempo.
Además su mujer Elizabeth Shaw, hija de un juez, estaba emparentada con los
Shaw de Buenos Aires. Benito Cereno es de 1855 y el apellido del personaje
patrón del barco, Don Alejando Arana, cuyo origen es mendocino, coincide con el
del canciller del Rosas, don Felipe Arana, que fue el gobierno argentino apenas
anterior al tiempo de escritura de su novela.
Otro rasgo remarcable
es la valoración de lo español en su novela, pues los dos capitanes, Benito
Cereno y Amasa Delano, son de ese origen. Es sabido que Carl Schmitt amó
profundamente a España, que lo cobijó, y a todo lo español.
Nosotros solo
esbozamos intuiciones no desarrolladas pero barruntamos que existe una profunda
y misteriosa relación entre Melville y Schmitt que cabría estudiar por alguien
que supiera más. A lo mejor Horacio Cagni, que es el gran estudioso de Schmitt
en Argentina se honra hacerlo.