Hace una década, titulábamos así un
número de nuestro nuestro boletín Acción
(Nº 67, 2-7-04). De modo que no podemos entender las reacciones provocadas por
la declaración del Episcopado Argentino, cuando afirma que nuestro país está
enfermo de violencia.
Recordamos lo que sostuvimos hace
diez años:
Esto fue después de sucedido un
hecho sin precedentes: el copamiento de la comisaría 24 de La Boca (Buenos Aires), por
parte de un grupo de piqueteros, encabezado por Luis D’Elía, que es, además,
Diputado Provincial.
Los piqueteros tomaron durante nueve
horas esa seccional policial, causaron
destrozos casi totales, y se llevaron un cuadro original del pintor Quinquela
Martín. Por la acción realizada, le correspondería al diputado ser imputado
por: “instigación a cometer delitos” e “intimidación pública”. A su vez, al
resto de los manifestantes, según prevé el Código Penal, les correpondería ser
acusados de: “amenazas y coacciones”, “coacciones agravadas”, “usurpación de
inmuebles”, “daño calificado por uso público de bienes al servicio de la
comunidad”, y “atentado contra la
autoridad”. En lugar de ello, el Ministro de Justicia y Seguridad
dispuso...relevar al Jefe de la
Comisaría.
Ya no puede disimilarse que la Argentina está inmersa
en un clima de absoluta anarquía, pues el gobierno nacional se niega a lo que
llama “reprimir”, y que no es otra cosa que
hacer cumplir la ley y mantener el orden.
El panorama es, pues, desolador, y
presagia un futuro que no es halagüeño. Y debemos decirlo aunque resulte
doloroso, pues, “queremos a la
Argentina porque no nos gusta como es hoy”.