Por Fernando Rosso
“Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”Arturo Jauretche
Los
giros bruscos de la política kirchnerista dejan en offside a sus
intelectuales orgánicos. El pragmatismo tactiquero, torpe y desordenado
no deja tiempo ni lugar para los intentos de justificación ideológica.
El artículo de Horacio González publicado en el diario Página 12 (martes
24) y que lleva como título “Épica, soberanía, globalización”, es una
muestra de esta discordancia de los tiempos entre el oportunismo
político y su justificación intelectual. Y además, el texto confirma que
la razón conformista ya no tiene límites ni escrúpulos.
El artículo es un llamado derrotista y casi desesperado a la moderación
capituladora frente a la soberbia impune de los llamados “fondos
buitre”. Porque “no es conveniente el nacionalismo autocomplaciente o
las tentaciones costumbristas del ‘ser nacional’”. Ya no se trata de
condenar solamente a las irresponsables izquierdas radicales, sino
también a ese más moderado nacionalismo que puede llegar a reclamar el
“no pago” o incluso el más dialoguista planteo de discriminación entre
alguna deuda “injusta” y otra supuestamente “justa”. Todo ello caería en
el costumbrismo autocomplaciente, como aquel que expresara Raúl
Scalabrini Ortiz cuando denunciando a la deuda externa afirmaba que “El
imperialismo económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa
influencia estamos en un marasmo que puede ser letal”. Esto sería darle
rienda suelta al “nacionalismo vulgar”, a un infantilismo de ir a
negociar “envueltos en banderas épicas que no cuenten con la necesaria
sabiduría”. Mientras que lo que se necesita son propuestas de decoro
nacional, con epopeya honrosa pero sobre todo sobria.
A falta de relato -concepto degradado en demasía-, podemos “tener a mano
la posibilidad de reconstruir el ‘Epos nacional’. ¿De qué se trata? El
‘Epos’ es la historia narrada como epopeya autorreflexiva (…)”. Si queda
clara la estrategia de negociación responsable, sobria, moderada y
sabia, es lícito el uso de palabras como “buitre” o “extorsión”,
disparadas por la cadena nacional o en cualquier otra tribuna de la
patria textual. Ellas pueden darle “estatuto autonomista a una ética
democrática de la nación. La nación comienza por yacer implícita en la
lengua”.
Este intento de validación de la épica textual sufre las incongruencias
que siempre estuvieron presentes en la razón conformista.
Por un lado, se reclama con justeza que la mera existencia de
misteriosas organizaciones (como la Depositary Trust Company, donde
están depositados los bonos y que obliga a la jurisdicción
norteamericana), no puede naturalizarse e inhabilitar cualquier otra
alternativa que no sea pagar en las condiciones de los demandantes. Sin
embargo, unos párrafos antes -oculta crípticamente dentro de una
pregunta-, se había expuesto la misma inhabilitación justificatoria:
“¿No son más culpables los gobiernos precedentes que tomaron la deuda,
antes que el gobierno actual que, sin contar con otras posibilidades,
aceptó como sede de litigio a la ciudad de Nueva York? Hoy no hay que
naturalizar e inhabilitar alternativas a las impuestas por misteriosas
organizaciones de las finanzas mundiales, pero ayer el gobierno actual
debió renunciar escandalosamente a su soberanía porque “no había otras
posibilidades” que las impuestas por organizaciones no menos oscuras y
siniestras que son tan parte del parasitismo global, como los actuales
“buitres”.
La síntesis media del nuevo “Epos” acorde a la relación de fuerzas
actual sería, según González, “buscar el tertium datur entre cumplir
humillados o recaer en la facilidad teatral neonacionalista. Recrear la
propia actividad social democrática del país (…)”. Ni Beatriz Sarlo lo
hubiese dicho de una manera tan liberalmente contundente y con tan
moderado conservadurismo.
Lo patético es que el mismo día en se publica este exhorto para ejercer
la resistencia en el último reducto de la lengua, se ventila la carta
que los abogados representantes de la Argentina en Nueva York le
acercaron al juez Griesa. La misiva carece directamente de “Epos” y toma
la forma de ruego, plegaria o súplica, propia de los años de las
relaciones carnales y el alumno ejemplar que busca aprobación de sus
mayores o de sus amos.
“(…) la República Argentina (‘la República’) tiene la voluntad de
negociar de buena fe”, comienza implorando el documento presentado por
al abogado Carmine D. Boccuzzi Jr. en el juzgado de Griesa. “La
República Argentina respetuosamente solicita una medida suspensiva
(stay) de los Amended Injunctions [medidas cautelares] que le permita
entablar conversaciones con los demandantes en un plazo de tiempo
razonable para este tipo de negociaciones”, continúa el pedido que a
esta altura ya causa vergüenza ajena. “(…) Argentina quiere salir de los
litigios que han cargado sobre ella y sobre las Cortes. Por ello
respetuosamente solicita un stay de su Señoría”, remata la imploración
lacrimosa que había reiterado en tres exageradas oportunidades eso de
“respetuosamente” a Su Señoría. Nada de extorsión, ni buitres, ni
pájaros de ningún tipo. La carta presentada por los abogados del estudio
“Cleary Gottlieb Steen & Hamilton LLP” que representa al país en el
litigio y que coincide con Horacio González en eso de no andar con
“teatralidades neonacionalistas”, simplemente puso el discurso en
sintonía directa con la política.
Para los que habían decretado la muerte del imperialismo, éste se
encargó de recordarles su cruda existencia con el simple dictado de
algunas medidas cautelares. El Capital, como Dios, está en todos lados
pero atiende en Nueva York. Y sobre la base de su dominio demuestra que
para defender los intereses nacionales hace falta mucho más que un
“Epos” o un relato, que a la larga terminan subordinados y adaptados a
la política real y a la economía. Griesa, Carmin Boccuzzi Jr. y el
Cleary Gottlieb Steen & Hamilton LLP, confirman que a la lengua
también le llegó la hora de la restauración.