Adolfo J. Castañeda
Director de Educación
e Investigación para el Mundo Hispano
Vida Humana
Internacional (Human Life International)
Centro Pieper, 6 DE JUNIO DE 2014
En la actualidad,
observamos la pretensión por parte de ciertos gobiernos, ideólogos secularistas
y grupos de presión, de desacreditar cualquier intento de la Iglesia Católica
y otras confesiones cristianas por incidir en la vida pública. Para justificar
su postura, estos gobiernos, ideólogos, grupos y hasta algunos católicos,
enarbolan el argumento de que "la Iglesia no debe meterse en política" o de
que hay que respetar "la separación entre la Iglesia y el Estado".
En el fondo, la pretensión de estas personas es avanzar [con] un concepto
totalmente secularista del Estado y la sociedad, para reducir al silencio a la Iglesia y a los cristianos
en cuanto a la esfera pública. Según su concepto individualista y privatista de
la religión, quieren una Iglesia "domesticada", confinando su
libertad religiosa al culto dentro de los templos y de las casas.
Implícita o
explícitamente, los secularistas y hasta algunos católicos, para justificar sus
pretensiones, se refieren al pasaje de Mateo 22, 21, en el cual Cristo enseña:
"Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Para
los que desde fuera de la
Iglesia quieren imponerle su agenda laicista a los católicos
y demás cristianos, este pasaje, según su interpretación sesgada, constituye la
"justificación" bíblica perfecta de una separación total entre la Iglesia y el Estado. En
realidad, lo que quieren los que así piensan es que el Estado y ellos mismos
hagan lo que les dé la gana, sin que la Iglesia y sus miembros puedan decir ni hacer
nada.
Para algunos católicos, la interpretación de este pasaje no llega tan
lejos, pero sí lo suficiente como para justificar el votar por quién les dé la
gana, aún por candidatos proaborto, sin tomar en cuenta lo que la Iglesia enseña al
respecto.
Esta interpretación
de Mateo 22, 21 es completamente errónea y se estrella estrepitosamente contra
lo que la Iglesia
Católica misma enseña sobre este pasaje. Veamos qué nos dice
el Catecismo de la
Iglesia Católica sobre esta afirmación de Cristo.
"El
rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando sus exigencias son
contrarias a las de la recta conciencia, tiene su justificación en la
distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la comunidad política.
'Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios' " [1].
Observemos que la interpretación que le da la Iglesia a este emblemático
pasaje -la única vez que es citado en todo el texto doctrinal- ocurre en el
contexto de los límites de la autoridad civil. En otras palabras, la doctrina
de Cristo va más bien encaminada a proteger el derecho y el deber que tienen
los creyentes hacia Dios ante las pretensiones del Estado, y no a confinar a
dichos creyentes a ciertas actividades religiosas realizadas en privado.
Por otra parte, la
pretensión de taparles la boca a los cristianos en la plaza pública
precisamente por el hecho de ser cristianos, no solamente va en contra de la
democracia y de la religión, sino de la naturaleza misma de la persona humana.
Es un hecho incontrovertible que el ser humano, además de ser un individuo, es,
en su misma esencia, un ser social. Pretender limitar su dimensión religiosa a
la esfera privada es una burda falacia y constituye un daño enorme al diálogo
intra-social, tan necesario para el sustento y el progreso de una sana democracia,
donde todos, creyentes y no creyentes, tienen el deber y el derecho de ofrecer
su aporte al bien común.
Además, la Iglesia Católica ,
como institución fundada por Cristo [2], tiene también el deber y el derecho de
instruir a sus fieles respecto de sus deberes y obligaciones políticas, sin
ello constituir de ninguna manera una intromisión indebida en la legítima
aunque relativa autonomía del Estado. Ese deber y derecho de la Iglesia se funda en el
hecho de que "La Iglesia ,
'columna y fundamento de la verdad' (1 Timoteo 3, 15), recibió de los apóstoles
este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad que nos salva [3]. Compete
siempre y en todo lugar a la
Iglesia proclamar los principios morales, incluso los
referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos
humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona
humana o la salvación de las almas" [4].
Aunque la Iglesia Católica
no tiene una competencia específica en los asuntos humanos, sí la tiene respecto
de la dimensión moral que está presente en cada uno de ellos, por cuanto los
valores humanos, los principios que los protegen y el destino eterno de las
personas están en juego en toda esfera importante de la existencia humana [5].
Y aquí no es válido decir que la
Iglesia pretende imponer una "moral sectaria" al
resto de la población, como lo sería el exigir que la ley civil obligue a los
que no son católicos a ir a Misa los domingos o días de precepto. Aquí se trata
de pedir la observancia de la ley natural, que es la moral universal que obliga
a todos los seres humanos en conciencia y que es la base de los derechos
humanos fundamentales y de su debido respeto [6], sobre todo cuando se trata de
los seres humanos más débiles, indefensos e inocentes, por ejemplo, los niños y
las niñas por nacer.
Sin la observancia a
los preceptos de la ley natural tampoco se puede tener acceso a la salvación.
"La autoridad del Magisterio (el Papa y los obispos que están en comunión
con él) se extiende también a los preceptos específicos de la ley natural,
porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria para la
salvación" [7].
Por todo ello, la
autoridad de la Iglesia
tiene el sagrado deber de exigirles a sus fieles que se comporten en
conformidad con esta ley natural a la hora de, por ejemplo, ejercer su voto. La Iglesia no le dice a nadie
por quién votar, pero sí con qué criterios votar. Una directriz concreta que se
desprende de esta doctrina es que ningún católico debe votar nunca por una ley
y menos aún por un candidato proaborto, so pena de caer en pecado mortal [8].
En el caso de dos candidatos proaborto y sin haber un tercero con reales
posibilidades de ganar, se justifica el voto por el que es menos malo en ese
mismo asunto, debido a una evidente y grave razón proporcionada [9].
El tema del aborto
cobra prioridad por encima de los demás problemas sociales, debido a que el
derecho a la vida es la base y la condición de todos los demás derechos, a que
el aborto (como también la eutanasia) es un acto intrínseca y gravemente malo
[10], y también debido a que el número de víctimas de este acto abominable
supera drásticamente al de cualquier otro ataque contra la vida de seres
inocentes. Cada año en el mundo, el aborto quirúrgico mata entre 36 y 53
millones de personas no nacidas y en EEUU a 1.2 millones [11]. (Nada de lo
afirmado aquí va en detrimento alguno de la compasión y la acogida a la mujer
que ha abortado o a otras personas que se han involucrado en el aborto ni de la
invitación que debemos hacerles al recurso al Sacramento de la Confesión ,
imprescindible para que los católicos obtengan el infinito perdón de Dios de
sus pecados mortales [12]).
En conclusión, no hay
justificación alguna para los secularistas de pretender callarle la boca a la
autoridad de la Iglesia
cuando sus enseñanzas morales tienen implicaciones políticas o cuando sus
fieles actúan conforme a dichas enseñanzas en la esfera pública. Tampoco tienen
justificación alguna aquellos católicos que pretenden desobedecer a la Iglesia en este asunto,
porque al hacerlo desobedecen al mismo Cristo, Quien dijo a sus Apóstoles, de
quienes el Papa y los Obispos son los sucesores: "Quien a vosotros
escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros rechaza a mí me rechaza; y quien
me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado" [13].
Notas:
[1] Catecismo, no.
2242.
[2] Cf. Mateo 16,
13-19.
[3] Cf. Mateo 28,
16-20.
[4] Catecismo, no.
2032.
[5] Cf. Ibíd., no.
2420.
[6] Cf. Ibíd., no.
1596.
[7] Ibíd., no. 2036.
Cf. no. 85.
[8] Cf. Congregación
para la Doctrina
de la Fe ,
Declaración sobre el aborto provocado, 1974, no. 22.
[9] Cf. Carta del
Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe , al Cardenal Theodore
McCarrick, Arzobispo de Washington, con ocasión de la asamblea de la Conferencia Episcopal
de EEUU, 14 - 19 de junio del 2004.
[10] Cf. Declaración
sobre el aborto provocado, Introducción, no. 11.
[11] Cf. Henshaw, Family Planning Perspectives, 1990, 22:76-89 y Alan
Guttmacher Institute, Facts of Induced Abortion in the United States, May 2011,
http://www.guttmacher.org/pubs/fb_induced_abortion.pdf.
[12] Cf. http://www.vidahumana.org/temas-de-ayuda/ayuda-postaborto.
[13] Lucas 10, 16,
cf. Catecismo, nos. 87, 858, 861 y 862.