El Manifiesto, 20-7-14
El 20 de julio de
1944, el coronel Claus von Stauffenberg encabezó la conspiración que intentó
matar a Hitler. Desgraciadamente no lo consiguió. Al mismo tiempo que saludamos
la memoria de quienes dieron heroicamente su vida por tal empeño, vale la pena
recordar los principios que les guiaban y que aquí reproducimos.
Desde que Adolf
Hitler ascendió democráticamente al poder y empezó a construir su régimen
totalitario, grupos inspirados en los ideales de la Revolución Conservadora
alemana se unieron en una conspiración contra su poder, que consideraban
diabólico. El coronel Claus von Stauffenberg, nacido en una familia
aristocrática de gran tradición militar, se adhirió al complot a mediados de la
guerra. Él fue el encargado de matar al Führer con una bomba en una reunión
militar en la que ambos coincidirían.
En Valkiria: la
conspiración para matar a Hitler, una apasionante biografía de Von
Stauffenberg, su autor, el alemán Peter Steinbach, aporta un documento muy poco
conocido: los objetivos políticos de Claus von Stauffenberg y de su hermano
Berthold. Propugnaban éstos una "tercera vía" que no consistía en
absoluto en restaurar la
República de Weimar y su partitocracia, sino en establecer un
régimen corporativo que nada tenía que ver con la democracia liberal.
Dos de los puntos del
juramento rezan así:
Nosotros (…)
despreciamos la mentira de la igualdad e inclinamos nuestra cabeza ante los
rangos establecidos por la naturaleza.
Nosotros queremos
unos dirigentes que, brotando de todas las capas del pueblo y unidos a los
poderes divinos, precedan a los demás con su gran sentido, disciplina y
sacrificio.
Mientras muchos
alemanes adoptaban la postura cómoda de esperar a ver qué ocurría y se
amparaban en el lema de que las órdenes se cumplen sin vacilar, Von
Stauffenberg y los demás conjurados pusieron su conciencia por encima de las
leyes y de su bienestar.
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El Dr. Antonio Widow,
al analizar el derecho de rebelión, de acuerdo a los principios del derecho
natural, asegura que un ejemplo claro de haberse cumplido las condiciones
exigidas para que se justifique una rebelión, fue la intentada contra Hitler el
20 de julio de 1944, pues existían posibilidades de éxito.
(El hombre, animal
político; Ediciones Nueva Hispanidad, 2007, pgs. 141/142)