Los derechos humanos
nacen en Valladolid
Leddys Valdés
El Manifiesto, 5 de
febrero de 2015
La historia, que
tiene una base científica y es la única materia cuyo conocimiento esencial
puede hacernos libres, es, sin embargo, en estos tiempos una asignatura muy
devaluada. Por lo tanto, todo enfoque histórico que nos acerque a nuestro
pasado con una visión menos maniquea o simplona de la existencia debería ser
acogido con alborozo. Recientemente ha sido publicado en España un libro de
lectura obligada para todo aquel que sea hispanoamericano o español. Es un
ensayo que nos habla de nosotros, que nos evoca nuestra propia historia, ya sea
en la memoria colectiva, la genética o la individual, si es que contamos con un
mínimo de perspectiva histórica. O lo que es lo mismo, si no nos consideramos
entes individuales que vamos trampeando el temporal de la vida según se pueda.
Es un libro que aclara o reafirma y, más aún calma y alivia, cuando somos
americanos de piel clara.
Durante toda la obra
se va contando la historia de la conquista americana en cada palmo, en cada uno
de sus tramos, con un lenguaje serio, literariamente emotivo, pero con la
elegante contención que caracteriza la escritura de José Javier Esparza. Es a
su vez una lectura que se facilita por ágil y amena, sin caer en la pedantería
academicista o intentando parecer profunda a base de confusionismo erudito. En
una palabra, como lo hacen los buenos escritores.
Me tocaron de cerca
varios capítulos, pero como cada uno de nosotros tiene una historia personal y
genética de acuerdo a la familia en la que le toca nacer, hubo uno en particular
que me removió hasta la conciencia, y a ello quiero referirme. Recuerdo desde
mi temprana infancia oír comentar a mi abuelo que Bartolomé de las Casas había
sido bastante mentiroso. No obstante, era mejor no entrar en disquisiciones y
callar, puesto que ya nada de lo sucedido hacia siglos podía alterar el curso
de la malhadada historia de una isla que legítimamente perteneció a la corona
española. De adulta me dediqué a indagar
para comprender las razones, verdaderas o falsas, de mi abuelo para efectuar
tales afirmaciones, pero nunca me quedaron tan claras como con la lectura de
este libro, que además me reconcilió con el Padre de las Casas y un poco más
con mi perdida fe en los cacareados derechos humanos, ya que tal como hoy los
conocemos para mi no son derechos sino despropósitos.
A gusto me quedé al
leer una vez más y tan claramente que los derechos humanos no amanecieron bajo
el tajo cortante de ninguna guillotina revolucionaria, sino que amanecieron
entre mis antepasados y en un debate de profundo calado donde el poder se
somete a la filosofía moral, y no la filosofía moral al poder de ningún
gobernante, grupo financiero o deseo individual. Me pregunto si alguna vez ha
vuelto a suceder, pero eso es ya entrar en otra cuestión. Lo importante es que en
Valladolid, en agosto de 1550, por primera vez “los reyes y los teólogos se
plantearon la cuestión de los derechos fundamentales de los hombres por el
simple hecho de ser hombres, derechos anteriores a cualquier ley positiva. […]
Si la gesta de la conquista hizo grande a aquella España porque nunca se había
hecho nada igual, el debate sobre su justicia la agiganta, porque es un rasgo
elevadísimo de civilización”, dice José Javier Esparza. ¿Lo había yo olvidado,
o es que hemos olvidado lo qué es civilización? ¿Qué es lo que hace grande o
superior a una civilizaron o a un ser humano? ¿Será quizás que hoy hayan
logrado que la palabra “superior” nos asuste? Leer a Esparza es reflexionar una
vez más sobre todos estos temas.
Y he aquí ese diálogo
de alto calado filosófico entre el humanista Juan Ginés de Sepúlveda, a quien
con la venia de Esparza, me atrevo a llamar el facha” y Fray Bartolomé de Las
Casas, a quien llamaré “el progre”, según la jerga de nuestros tiempos y que
tanto me ha impactado. ¿Quién ganó, el facha o el progre? Dice el autor de esta magnifica obra que el
progre será visto hoy con más simpatías, pero que no hay vencidos ni vencedores
ante lo evidente… Les invito a leer el libro para sacar sus propias conclusiones
después de reflexionar sin prejuicios ni falsos presupuestos, como yo los he
tenido siempre sobre Bartolomé de las Casas. La obra de Esparza, en general,
puede esclarecernos sobre las dos grandes visiones imperantes, en distintas
épocas, acerca de la conquista americana. Por un lado, el sentido común siempre
nos decía que no todo podía haber sido rosa y paradisíaco entre los
conquistados, ni tampoco todo podía haber sido, o bien negro, o bien altruista,
por parte de los conquistadores. Son éstas dos visiones distorsionadas según
los intereses políticos dominantes en cada etapa y que fueron conformando entre
los herederos de la gesta, que somos todos nosotros en ambas orillas del
charco, la historia de la gran cruzada del océano.